París / AFP
Amélie Bottollier-Depois
Las imágenes descorazonadoras de tortugas asfixiadas con bolsas, cachalotes atiborrados de vasos y playas inundadas de desperdicios hicieron reaccionar finalmente al planeta para atacar de raíz el problema de la presencia masiva de plástico en el medio marino.
«No cabe duda, la lacra del plástico está de moda (…) Empezamos a mirarla de frente», asegura George Leonard, director científico de la ONG Ocean Conservancy.
Y «somos optimistas sobre el hecho de que podremos resolverlo», estima este especialista en ecología marina.
En las redes sociales, proliferan las imágenes de grandes extensiones de plástico flotante y de ballenas prisioneras de redes de pesca abandonadas.
Y la historia de un cadáver de cachalote hallado sobre una playa indonesia en noviembre con seis kilos de plástico en el estómago, incluidos 115 vasos, corre el riesgo de repetirse.
Cada año, se vierten en los océanos ocho millones de toneladas de plástico, según un estudio de la revista Science.
Un dato que tiene en cuenta «únicamente lo que viene de la tierra», comenta François Galgani, investigador del Ifremer (Instituto Francés de Investigación para la Explotación del Mar), estimando que hay que sumarle 2 millones de toneladas procedentes de navíos, sobre todo las redes de pesca.
Consecuencia: «más de 700 especies están afectadas», algunas de ellas «especialmente sensibles, como las tortugas que confunden las bolsas de plástico con las medusas» que comen, prosigue.
– Beneficios para la industria –
Para responder a esta amenaza, poco a poco, país por país, se empiezan a prohibir las bolsas de plástico – de las que se consumen 5.000 millones de unidades cada año -, así como las pajillas y los bastoncitos.
La Unión Europea, por ejemplo, quiere prohibir en 2021 algunos plásticos de uso único. Una buena noticia para Galgani, puesto que estos representan «entre 30 y 40% de los residuos vertidos en el océano».
«Todo el mundo está actuando por la buena causa, incluso la industria, favorable al reciclaje porque es una fuente consecuente de ingresos», según el oceanógrafo.
Pero según un estudio de la revista Science Advances, de los 8.300 millones de toneladas de plástico producidas entre 1950 y 2015, 6.300 millones de toneladas se convirtieron en residuos muy poco biodegradables, de los cuales únicamente 9% fueron reciclados.
Para Mirjam Kopp, de Greenpeace, el reciclaje, que «responsabiliza a los consumidores», no es suficiente: «Hay que atacar el problema de raíz». «Debemos cambiar esta cultura de usar y tirar» y «empezar a reducir la producción de plástico de uso único».
«Hay que dejar de tratar el plástico como algo que se puede simplemente tirar después de su uso y verlo como un material con un verdadero valor», dijo Petter Malvik, responsable de la campaña de la ONU «Clean Seas».
Unos 60 países se unieron a esta campaña lanzada en 2017 para luchar contra los plásticos no reutilizables. Una «prueba» de la importancia acordada a esta problemática, según Malvik.
«Si bien las prohibiciones por si solas no resolverán el problema, desde luego suponen más que una gota de agua en el océano», estimó.
– ¿Limpiar? –
Por otro lado, Leonard cita entre otros problemas las redes «fantasmas», «perdidas de forma intencionada o no», que continúan «pescando» durante meses.
En cuanto a la limpieza de los océanos, si bien es una aventura digna de admiración, es tan inútil como llenar el tonel de las danaides, según algunos especialistas.
Galgani también descarta como solución el desarrollo de enzimas que se comen el plástico, puesto que su producción es demasiado onerosa.
Algunos científicos ponen en duda además la eficacia del gigantesco dispositivo flotante probado por la fundación Ocean Cleanup, que pretende eliminar la mitad de los residuos del Pacífico en cinco años.
Esta zona, conocida como «continente de plástico», corresponde a una concentración anormal de residuos, provocada por un torrente marino: 80.000 toneladas en una superficie equivalente a tres veces Francia, según un estudio publicado este año en Scientific Reports.
Limpiar las playas, de acuerdo, pero «si se quiere limpiar los océanos, la superficie no es probablemente el lugar por donde empezar», indica Leonard.
Según los científicos, los miles de millones de partículas de microplásticos o de objetos mayores que flotan solo son la punta del iceberg, puesto que la casi totalidad de los residuos terminan en el fondo marino.
¿Cuál es por lo tanto la solución para acabar con esta contaminación nefasta para los ecosistemas? «La degradación», responde Galgani. Los polímeros acabarán por «volver al estado de monómeros, no tóxicos», incluso si para algunos de ellos, el proceso puede llevar «siglos».