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Empresario

Orlando de Sola W.

Todos somos empresarios porque emprendemos, ya sea por cuenta propia o ajena. Desde que nacemos hasta que morimos emprendemos porque actuamos, a veces contra nuestra voluntad. Pero cada vez que actuamos, aunque a regañadientes, emprendemos.

Es inevitable emprender, o ser empresario, aunque el término se limita a la élite que utiliza personas, recursos y bienes para obtener ganancias. Pero no es necesario explotar para emprender, porque somos solidarios para servir, no para servirnos.

Dicha élite , o casta empresarial, no tiene fronteras físicas, ni sentimentales. Los bienes y servicios que producen vienen y van a todo el mundo, incluyendo lugares donde crecen peras y manzanas, carros y computadoras, sueños y pesadillas.

Quedan pocas fronteras naturales, pues los mares, cordilleras y distancias han sido superadas, pero todavía quedan muchas barreras sentimentales y cognitivas por superar.

La autarquía, o autosuficiencia, que a veces llaman soberanía, es contraria a la economía, esa “humilde apreciación de nuestra tendencia natural al trueque, o intercambio”. Entorpecer con autosuficiencia esa tendencia natural va contra nuestros intereses personales y nacionales, entre los que no está aislarnos del mundo con barreras artificiales, como cuotas, aranceles y otra medidas proteccionistas para favorecer grupos y entorpecer el intercambio pacífico de bienes y servicios.

El resultado de esas medidas proteccionistas son los oligopolios, o carteles antinaturales, que abusan de sus cautivos consumidores.

Los empresarios que se valen de esas restricciones artificiales a la oferta de bienes y servicios, como los corsarios de antaño, explotan patentes de corso que los gobiernos les otorgan. Los carteles legales, e ilegales, tratan de restringir la oferta para no competir entre ellos porque les es mas fácil. La competencia, para los oligopolios, es anatema, pues permite a los consumidores escoger lo mejor y mas barato, pero su objetivo es restringir la oferta para aumentar las ganancias.

Hace muchos años un amigo español casado con una guatemalteca escribió sobre la libre empresa. En el prólogo describió sobre un cuarto mono, compañero invisible de los otros tres, que se tapan ojos, oídos y hocicos para no ver, oír y callar. Ese mono empresario era considerado otro factor de producción, aparte de los tres tradicionales, que son personas, recursos y bienes. Pero los empresarios, como los empleados, somos parte del factor humano, el mas importante.

La diferencia entre empresarios y empleados, aparte de su vestimenta, actitud y conducta, es que los primeros obtienen ganancias, mientras que los segundos reciben sueldos y salarios, que es como llamamos la remuneración del factor trabajo, que somos las personas. Los otros dos factores, los bienes de producción, o capital, y los recursos naturales, o tierra, reciben utilidades y rentas. Pero, ¿quiénes son sus dueños?

Empresarios somos todos, porque todos emprendemos una aventura llamada vida.

Pero los empresarios mencionados en los medios de comunicación son los dueños de los factores de producción, excluyendo personas, porque ya no se permite la esclavitud. Reconocemos, sin embargo, la propiedad de recursos naturales y bienes de producción (tierra y capital) y permitimos su explotación, pero no de las personas, que somos el factor productivo-destructivo mas importante.

Sea como empleados o como empleadores, en el proceso de producir bienes y servicios para satisfacer deseos y necesidades, propias y ajenas, debemos ser dignos. Ese sentimiento debía reflejarse en nuestra calidad de vida, pero no es así por razones culturales, cuyo efecto son las relaciones de poder desproporcionadas.

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