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En apuros el señor rey

 

Si en la abundancia no hubiera abierto la válvula para gastos innecesarios, el problema de iliquidez no sería el fantasma que roba en sus cuentas, mi señor, y de seguro, no estuviera en «menudo aprieto» de no poder pagar los salarios del mes. Y si a este hecho le sumamos las manos gordas de billetes que se introdujo en el bolsillo, porque usted, mi señor, no quería que desaparecieran en otras manos, habría fondos, más que suficientes para liquidar las deudas y respirar tranquilo. Pero con todos los hechos económicos que no llegaron íntegros a su destino deja en tan mal estado de salud las arcas de su «pequeña hacienda y esto, mi señor, perdone mi exceso de confianza, se lo digo como una sana crítica y confío en su buen caletre para que lo tome como se lo estoy manifestando, sin que la albarda se le vaya de un lado y por favor, se lo ruego, no vaya a escarmentarme. Y como dice el refrán: «En arca abierta, el justo peca.» Pero qué, usted mi señor, de justo no tenía nada cuando por pocos pelos ganó la silla y tampoco era un santo, porque sólo recuerde… bueno, pero esa es harina de otro costal. Por favor no se ponga fúrico: Respire profundo, mi señor, y cuente hasta diez. Yo sé que la verdad duele, pero tengo que decírsela, porque los súbditos ya estamos cansados de callar.

Julio César Orellana Rivera

Viernes 29 de mayo de 2009

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