Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y Editor
Suplemento Tres mil
En las guías de estudio de primaria observé el nombre de Alberto Masferrer, con su inmortal obra Minimum Vital. Masferrer desde hacía mucho que era conocido como el maestro de maestros, con un pensamiento lúcido y de avanzada como lo demuestra en El dinero maldito y el resto de su obra. Tenía escasos siete años de edad y la noción de mínimo quedó resonando en mi cabeza desde aquel momento, aún sin comprenderlo.
Poco o nada alcanzaba a entender de lo que implica vivir con lo mínimo, con lo esencial o fundamental. Al ser un infante poca noción tenía de la vida, aunque se sospecha algo. Lo que sí era certeza es que se habla de poco, pero que ese poco es importante y valioso, como bien dicen: “menos es más”.
En la película El libro de la selva, Baloo le dice a Mowgly que debe vivir con lo esencial no más, sin preocupaciones. Y es con esa canción con la que la idea de vivir con lo único que de verdad importa comienza a tener sentido. Increíble que en nuestra sociedad esto no se valore como tener una antena de cable en los techos de nuestras casas.
El abrumador estilo de vida que hemos labrado, inducido por el excesivo deseo de poseer cosas y tener más y más, nos está matando. La gente es capaz de lo que sea por tener un televisor inmenso de pantalla plana en su hogar, muchos han perdido la decencia y la dignidad por ganar un “dinerito extra” (algunos han tenido que visitar la cárcel por ello), y así la lista de sandeces que se van cometiendo por no tener claro qué es lo fundamental en la vida del ser humano. Mientras se pasan los años angustiados por el pago de la tarjeta de crédito y los prestamos personales e hipotecarios.
Por esa razón cuando descubrí el minimalismo como estilo de vida comencé a comprender lo que buscaba Masferrer. No era que la gente viva en pobreza y se acomode a la carencia. Se busca que la gente comprenda qué es lo importante de la vida, lo que tiene valor y resulta imprescindible. Recuerdo a una influencier de Youtube que afirmaba que antes de comprar algo se debe valorar si lo deseas o lo necesitas. Si lo deseas, no lo necesitas. Así de simple.
Aliviar la codicia por medio de la conciencia puede permitir vivir con tranquilidad. Sin embargo, el mundo no se conforma con esto porque la sociedad en que vivimos está diseñada para que consumamos. Para que la gente viva con lo esencial se requiere un cambio de paradigmas, un verdadero y claro pensamiento crítico, y sobre todo voluntad. Si no, todo se resume a palabras y teorías. Y de eso hay de sobra, así como espejismos y engaños.
La acumulación puede resultar en un problema psicológico, así como algo que termina generando mayores vacíos imposibles de llenar. Porque la gente se comporta como azadones, solo recogen tierra para ellos, los demás siguiendo la ley de Herodes: «te chingas o te jodes», como lo mencionan en la película del mismo nombre. Una ética egoísta que prima y no es la que se enfoca en la solidaridad. Cada quien vela por lo suyo, nada más. Ni se enteran de que si los demás están bien, uno está bien.
Total la gente anda tan metida en lo suyo que se olvida que solo tiene un cuerpo, y que ese grupo de músculos y huesos un día dejará de funcionar y terminará siendo parte de la tierra.
Quizá hasta la muerte, ante su inminencia, no cueste tanto entender que lo importante y necesario no era lo que pretendía la publicidad de los medios de comunicación.