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En camisa de once varas

Por: Ricardo Ayala,
Educador Popular

Cuando un pueblo vence su miedo y se aferra a su poder, cualquier régimen político se tambalea. La reciente manifestación popular de los gremios médico y docente demuestra esa máxima, pese a recibir mensajes de amedrentamiento del oficialismo y de claudicación por parte de dirigentes sindicales aferrados a negociaciones clandestinas con el gobierno, alejados de los intereses de su propio gremio.

La marcha del pasado sábado tiene una relevancia fundamental, que bien puede medirse a partir de algunos aspectos, como los siguientes: Fue autoconvocada, ya que partió de los mismos gremios (Salud y Educación), que decidieron manifestar su legítimo descontento ante la congelación del pago de su escalafón en el próximo presupuesto de la nación, 2025, así como la supresión de plazas laborales en dichos sectores, lo que directamente se traducirá en mayor afectación a la población salvadoreña que recibe el beneficio en el sistema público de Salud y el de Educación.

A diferencia de la mayoría de manifestaciones populares suscitadas de 2019 hasta la actualidad, por motivaciones políticas, esta marcha surge desde los sectores sociales y con motivaciones reivindicativas, y evidencia la superación del miedo a manifestar su descontento públicamente por las erráticas políticas del actual gobierno.

En el caso del gremio médico, que ha pasado del amor al odio con el gobierno de Bukele (quien paradójicamente los catalogó como “héroes de batas blancas” durante la pandemia y actualmente atenta contra sus derechos laborales, así como en su estabilidad laboral al promover la contratación de profesionales extranjeros con mejores condiciones que los nacionales), la sensible radicalización de su organización y lucha es significativa en la configuración nacional generada por las políticas gubernamentales luego de años de aletargamiento.

Son sectores estratégicos entre las fuerzas sociales que pueden liderar las reivindicaciones del conglomerado de esos sectores nacionales. Son las trabajadoras y trabajadores estatales más numerosos en el país, que en otro tiempo ya han demostrado la capacidad no sólo de luchar por sus derechos, sino de aglutinar las reivindicaciones de los demás trabajadores tanto estatales como privados.

El gremio docente lo hizo en la década los 60s del siglo pasado, con sendas huelgas y marchas, así como capacidad de diálogo, convocatoria e identificación con las luchas de otros sectores de la sociedad por sus derechos que, cuando se cerraron todos los espacios democráticos, no dudaron en seguir la lucha por otros medios contra la dictadura militar. Y, por su parte, el gremio de salud hizo lo propio cuando lideró la batalla contra la ofensiva neoliberal impulsada por los gobiernos areneros y las transnacionales para privatizar el sistema nacional de salud y obligarlos a recibir un salario de hambre, y, al pueblo, a pagar por su legítimo derecho a la salud.

Aunque la motivación de la última “marcha blanca” conlleva una diferenciación entre los escalafones de Salud y Educación, que bien puede someterse a diálogo y negociación entre los trabajadores de dichos sectores debido, principalmente, a la incapacidad de financiamiento del primero, pero desconocer estos y otros factores que caracterizan a dichos gremios de trabajadores es suicida para el gobierno de turno, si es que una solución se quiere hallar; o por el contrario, si corresponde a una decisión política para cumplir las exigencias del FMI y las del régimen actual.

En tal “camisa de once varas” se ha metido el gobierno que, de manera retrógrada y correspondiendo a su contenido político, su respuesta no ha sido más que virulenta al arremeter contra el liderazgo de las organizaciones sindicales que se rebelaron, a través de despidos arbitrarios y revanchistas para tratar de sentar “ejemplo” y amedrentar a las voces disonantes, práctica común del oficialismo a lo largo de su primer período y lo que va de este. Nada tiene que envidiar al cavernícola presidente actual de Argentina, Javier Milei, con su ultraneoliberal política privatizadora de los derechos del pueblo sudamericano.

Muchas marchas, huelgas y protestas harán falta por parte de estos sectores para lograr el éxito de sus demandas en el cumplimiento de sus derechos, y para ello mucha organización, formación y movilización hará falta para luchar por ello, porque los despidos como represalia a la movilización del sábado pasado sólo son los primeros. Pero ningún derecho popular es cedido o regalado, sino conquistado, ganado y tomado. Es la historia de la lucha de los pueblos.

A las lideresas y líderes sindicales despedidos, nuestra total solidaridad, sepan que están dando ejemplo de dignidad a las actuales y futuras generaciones de luchadores sociales de nuestro país para “cambiar lo que deba ser cambiado”.

 

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