AFP
En la pared recién pintada de la «Casa del Refugiado» en El Paso, Texas, inaugurada de emergencia para recibir a demandantes de asilo cada vez más numerosos, un artista local ha escrito «ESPERANZA».
La asociación caritativa Annunciation House inauguró a mediados de abril este espacio de 38.000 m2, de los que la mitad ya funciona como refugio, para hacer frente al flujo de familias procedentes de América Central que atraviesan cada día la frontera para pedir asilo en Estados Unidos.
Los migrantes siguen aumentando, a pesar de la política de «tolerancia cero» anunciada el año pasado por el gobierno estadounidense, que denuncia una «invasión» y que acusa a algunos inmigrantes de ser criminales y traficantes de droga.
El gobierno de Donald Trump parece incapaz de gestionar las llegadas, que han sobrepasado las 100.000 personas solo en el mes de marzo, a pesar de las presiones sobre México para que detenga a los migrantes y la instalación de paneles del muro que el presidente estadounidense ha prometido construir a lo largo de la frontera.
La mayoría de los inmigrantes, que llegan en familias, acuden ante los guardias fronterizos cuando atraviesan la frontera y son ubicados en unos centros de reclusión donde verifican su identidad y sus antecedentes. Luego son puestos en libertad y transferidos a hogares de acogida.
La «Casa del Refugiado» puede albergar hasta 500 personas y tiene planeado instalar, cuando se haya renovado la totalidad del espacio, hasta 1.500 camas de campaña, afirmó el padre Rubén García, responsable de Annunciation House.
Hasta ahora la asociación utilizaba para albergar a los refugiados unos hoteles con costos «prohibitivos».
«Había más de 200 habitaciones a 50 dólares, lo que suponía 10.000 dólares por noche», en comparación con los 30.000 dólares de alquiler mensual de la Casa, indicó García en una rueda de prensa el pasado miércoles.
Según él, más de un millar de migrantes entran a Estados Unidos cada día en la región de El Paso/Las Cruces, frente a las 700-800 personas que entraban de febrero al día.
En la Casa del Refugiado, situada en el este de la ciudad fronteriza, los migrantes tienen una cama de campaña, mantas proporcionadas por la Cruz Roja, sanitarios, lavabos y tres comidas al día. Los alimentos y el alquiler de la Casa están financiados durante tres meses por asociaciones caritativas.
Además, un grupo de voluntarios les ayuda a contactar con familias o allegados que les puedan albergar mientras la administración estudia su demanda de asilo.
Desde el 1 de octubre de 2018, entre 50.000 y 60.000 refugiados han llegado a El Paso, a Los Cruces y a Albuquerque, en Nuevo México, y han sido liberados, explica García citando cifras de los servicios de inmigración.
Los refugiados se quedan entre uno y seis días. «A veces llamamos a un familiar, que nos dice que va a comprar el billete de autobús ese mismo día y la familia se va al día siguiente», señala.
«Puedo contar con los dedos de la mano las familias que se han quedado en estas tres ciudades. Van a regiones muy diversas. No se reagrupan» como en la primera ola de inmigración de América Central en los años 80, explica.
Según él, esto refleja «la evolución de la población que migra, y muestra que Estados Unidos es verdaderamente una nación de inmigrantes».
«No hay ninguna razón para pensar» que un refugiado que ha estado en la Casa «supone un riesgo», agrega, si bien denuncia un sentimiento anti-inmigrantes que, según el, es «resultado de las calumnias sobre los refugiados que se prolongan desde hace tiempo».