José M. Tojeira
Desde hace días venimos escuchando quejas sobre el mal trato gubernamental a la Universidad de El Salvador. Es la única universidad pública, la que tiene mayor número de alumnos, de carreras y de catedráticos, la de mayor acceso económico y la de mayor número de alumnos con becas totales o parciales. En algunos ranking de universidades aparece como la mejor universidad de El Salvador, aunque en una situación bastante baja en comparación con otras universidades estatales de América Latina.
En un estado eficiente, que sabe que no se llega al desarrollo al margen del conocimiento, una universidad como la UES debía ser la institución más protegida y apoyada por los gobiernos. Pero no es así. Desde hace años el presupuesto no es el indicado. Al contrario, se le pone un presupuesto bajo y no se le paga a tiempo lo que se le debe. Se la usa como hospedaje para deportistas y no se le devuelven a tiempo las instalaciones. Algunos funcionarios se dan el lujo de desvalorizar públicamente las investigaciones de la UES, como ha hecho recientemente un directivo de ANDA ante el análisis universitario del lago de Ilopango, en el que se habla de los graves riesgos de la potabilización del agua.
Estas actitudes no son nuevas. Pero en la actualidad las contradicciones adquieren una dimensión más amplia cuando se escucha con tanta frecuencia hablar de grandes proyectos. Porque hablar de grandes proyectos y despreciar el conocimiento científico no lleva a ninguna parte. Un ejemplo evidente de las contradicciones entre los discursos grandiosos y la despreocupación por la universidad la podemos encontrar en una noticia reciente.
El director general de Energía, Hidrocarburos y Minas compartió recientemente en el antiguo twiter, hoy X, que había firmado “instrumentos legales” con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) para el uso pacífico de esta energía. Si no me equivoco, la única universidad en El Salvador que tiene la carrera de física es la UES. Y sin buenos profesionales de física, no solo con licenciatura, sino con especialidades y doctorados, es muy difícil no solo instalar, sino también manejar una central térmica nuclear para generación de energía eléctrica.
Más allá de la conveniencia o no de una planta nuclear en un país tan pequeño como el nuestro y los riesgos ecológicos que puede entrañar, lo curioso es que se quiera instalar una planta nuclear y simultáneamente se maltrate y no se invierta con seriedad en la única universidad pública con una carrera de física.
Hace algunos años, uno de los mejores rectores que ha tenido la UES a lo largo de su historia, la Dra María Isabel Rodríguez insistió en relanzar la investigación en la Universidad nacional. Los diputados de aquel tiempo, que probablemente confundían la investigación científica con el trabajo que realizaba el Organismo de Inteligencia del Estado, le dieron a la UES una cantidad ridícula para investigación. Hoy no parece que haya cambiado la situación.
Lo que debía ser la “joya de la corona”, como dirían los que les gusta el lenguaje clásico, yace en serios problemas económicos causados por el propio Estado salvadoreño. Una Asamblea Legislativa en la que abundan diputados jóvenes, debería tener un talante universitario mucho mayor. Pero da la impresión que la juventud política en los diversos poderes del Estado pasa de largo ante el valor del trabajo y el esfuerzo intelectual. Sin darse cuenta de que sin capacidad intelectual y científica no solo estaremos condenados a estar permanentemente en la cola del desarrollo humano, sino que estaremos condenados a caer en fanatismos, polarizaciones improductivas e incapacitados para un diálogo humanamente productivo.
Apoyar a la UES es una necesidad nacional que todos deberíamos reclamar y apoyar.