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En la lucha contra sociedades fracasadas

José M. Tojeira

Un viejo amigo solía repetir que el gran problema de las universidades era el de crear profesionales brillantes para sociedades fracasadas. Y por eso mismo insistía en la necesidad de que las Universidades incidieran en la realidad política y social de cada país. Pero no es la Universidad ni el único ni el principal instrumento en la lucha contra sociedades fracasadas. Es nuestra gente salvadoreña, sencilla y humilde, la que nos da con frecuencia los mejores ejemplos de esa lucha y tarea tan indispensable para la sociedad salvadoreña. Una vez más he celebrado la Semana Santa en la Parroquia San Luis Gonzaga, que comprende barrios como La Ponderosa, la Chiltú, Valle del Sol o los Tikales. Algunos dicen que estos barrios son “calientes”, peligrosos, lugares de fracaso. A quienes viven en barrios como Santa Elena, les horrorizaría vivir allí. Y sin embargo el Sábado Santo más de mil personas se concentraron en torno al templo parroquial, para celebrar durante cuatro horas la Resurrección del Señor Jesús. Con un grupo muy numeroso de jóvenes, excelentes cantores, con miembros de comunidades de base, gente buena que trata de salir adelante en la vida y de construir comunidades más fraternas y humanas. En definitiva verdaderos tejedores de redes sociales positivas desde la fe y la generosidad.

¿Se puede decir que los barrios mencionados, sean en su propia dimensión sociedades fracasadas? La respuesta es no. Tienen problemas, nadie lo niega. Pero vive gente espléndida y generosa en ellos, que se congrega sin miedo y que elabora un tejido social que ya quisieran otros sectores. Las sociedades fracasadas están con mucha más frecuencia, detrás de muros protegidos con alambre razor, en colonias con seguridad privada que creen que solo se sale de sociedades fracasadas creando burbujas de bienestar en medio de la desigualdad, la injusticia y la violencia. Los que trabajan en la base y dentro de los problemas, son los únicos que pueden hacer que sociedades fracasadas salgan de su fracaso y se encaminen hacia un desarrollo humano con valores sociales positivos y fraternos. Los que se aíslan y cultivan exclusivamente su beneficio privado, mantienen a las sociedades fracasadas en su fracaso. Creen que la mano dura arregla los problemas, que la sociedad se compone con leyes, muchas veces hechas en beneficio de quienes tienen más, y que el liderazgo de los poderosos es el único que garantiza éxitos sociales.

Aunque en algunos aspectos tengamos avances positivos, nuestra sociedad salvadoreña continúa siendo en diversos aspectos, una sociedad fracasada. Índices de homicidios superiores a diez muertes por cada cien mil habitantes es síntoma de una sociedad fracasada en el campo de la seguridad. Superar esa misma mortalidad en accidentes de tráfico, significa un fracaso en la capacidad social de regulación, organización, y prevención. El alto número de violaciones y abusos contra menores, muestra una sociedad fracasada en la defensa de la dignidad de la mujer. La lucha por superar la situación de sociedades fracasadas no puede ser individual, y por ello mencionaba el problema de las universidades, cuando solo se preocupan de sacar al mercado buenos profesionales. Presencia del Estado adecuada y de calidad en todo el territorio es indispensable. Servicios de educación, salud, seguridad, vivienda (con agua y saneamiento incluidos) y apoyo a la creatividad comercial, artística o deportiva constituyen parte indispensable de la presencia estatal que la gente desea. Sin autoritarismos ni abusos, sin manipulaciones políticas, sin mentiras ni promesas incumplidas. Y sin que la desigualdad, la marginación, la ineficiencia o el abuso de autoridad sustituya al tejido social solidario y a la relación fraterna, entre los que somos seres humanos iguales en dignidad. Los éxitos del poderoso pueden ser buenos, pero difícilmente se vuelven universales. Es el éxito en crear comunidades fraternas en medio de las dificultades, el que da garantías de que podemos superar la condición de sociedades fracasadas. Y en El Salvador, la celebración de la Semana Santa, nos ha mostrado comunidades que luchan eficazmente por la superación de la condición de sociedades fracasadas. Escucharlas y aprender de ellas es necesario.

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