Henry Mendoza,
Educador Para la Salud y Salubrista
-Viera que, para venir aquí, es mejor morirse en la casa uno.
– Si hombre!, si yo porque mijo ha estado amolando que venga a consulta, no que yo orando estuviera.
– Y dicen que nuai doctores!, solo los practicantes están atendiendo…
– Más que nuaguanto el dolor de rabadilla.
“Largos son los tiempos en las salas de espera” de los establecimientos del Sistema Nacional de Salud -SNS-, hay quienes pareciera que disfrutan esperar su atención para ser visto por su “médico” cotidiano, -que en su mayoría son adultos mayores con enfermedades crónicas- pero claro está que no es la gran mayoría. Gran parte de la población que enfrenta una enfermedad, espera angustiosamente recibir atención médica en el menor tiempo posible, en la mayoría de casos para retomar la cotidianidad del día, ya sea para “ir a traer al niño”, “para ir a hacer los comprados”, o para incorporarse a su jornada laboral, siendo que esta última frecuentemente exacerba la situación de desesperación, al pensar en la cara de su jefe, o en el posible descuento que le espera por la llegada tardía, pero hay quienes que simplemente no encuentran sosiego en una banca de las salas de espera.
En El Salvador, con un sistema de salud tan fragmentado, como la sociedad misma, existen diversos prestadores de servicios de salud, siendo el Ministerio de Salud, el ISSS, y los FOSALUD’es, quienes atienden a la mayoría de la población, sin embargo aunque existan diferentes prestadores de servicios de salud, los establecimientos del Ministerio de Salud son quienes atienden aproximadamente al 80% de la población, considerando que hay quienes, aunque cuenten con seguridad social frecuentan las unidades de salud, o los hospitales públicos.
En los establecimientos de la red de salud pública, se percibe una rotunda inconformidad con los tiempos de espera para recibir atención médica, a pesar de diversos esfuerzos realizados para descongestionar los hospitales de tercer y segundo nivel, así como los establecimientos del primer nivel de atención, la situación persiste o empeora.
Bajo este contexto hay quienes enfrentan tal situación de maneras diversas… Hay quienes que, con una cara retorcida, como adolescente fastidiada de la vida, se sienta con su celular a esperar su turno, mientras mira con desprecio al resto de mortales que le rodean.
Por otro lado, hay quienes en la medida que van llegando a la sala de espera, parecieran haber descubierto que el purgatorio de la Divina Comedia realmente existe… con una expresión entre –“Que hago aquí?”, y como quien dice “De aquí ya no salgo”, con lo cual de la misma forma en que entró -silencio rotundo- así termino su larga jornada.
También está aquel macho alfa, que al sentirse agobiado por la falta de oxigeno -un cigarrillo- profanan en contra del mesías que un día prometió juntar el cielo con la tierra, y expresa su furia diciendo… “hijuelagranputa mentiroso, dijo que esta mierda – la atención en salud- iba a mejorar, pero estamos igual mano”
Y están quienes, al ver su reloj, se dan cuenta que desde las 06:30 de la mañana que entraron al hospital, ya pasaron 8 horas sin ver la luz del sol, limitándose incluso de ir al baño, por el temor de volver a las bancas de la sala de espera y haber sido llamado, para ser atendido.
Dentro de esta gama de expresiones faciales, sonoras, y corporales, no falta quien jura solemnemente no volver a poner un pie en un establecimiento de salud, sintiéndose defraudados a sí mismos por haber tomado la decisión de visitar un nosocomio.
Por los mismos pasillos se puede observar también, aquella joven que, entre ojos abiertos y cerrados, quien tose y tose como si fuese a expulsar el pulmón que dice… “Este viejo hijueputa -el médico- siempre hace lo mismo, llama a uno -una persona- y a la hora vuelve a llamar… ya me lo puedo… por el otro lado del consultorio sale y se va a la mierda el viejo cerote”
Mientras alguna mujer adulta, con cara de serenidad y con total seguridad de entender el funcionamiento del sistema expresa… “Hay Dios, y ahorita vamos a esperar más porque van hacer el cambio de turno”.
Y no puede faltar quien en su afán de ayudar al prójimo que exclama angustia por su enfermedad, se levanta de su asiento a pedirle al médico, o a la enfermera que atienda al pobre anciano que yace acostado en una camilla del hospital, solo y sin compañía porque los agentes de seguridad privada tienen la indicación de no dejar entrar acompañantes.
Todos estos escenarios ocurren mientras la enfermera en la estación, mira de reojo sobre sus lentes la situación que acontece en la sala de espera, pensando al mismo tiempo… “Cuando hacen la cola en plaza mundo no dicen nada, mucho menos cuando hacen la cola en el estadio para ver como pierde la selecta”.
Sin duda alguna existen diversas maneras de enfrentar los tiempos de espera en los establecimientos del Sistema Nacional de Salud, pero la expresión más significativa y el común denominador puede ser el desprecio y rechazo hacía la atención pública de salud, que puede relacionarse con la frecuente conducta de automedicación, que ha llevado a presentar altos niveles de resistencia bacteriana, así como resultar en complicaciones, epidemias y mortalidad por causas prevenibles en la población.
Existe un famoso dicho en salud pública que dice… Los hospitales y establecimientos de salud no son sinónimo de salud… y claro está, en cuanto en el país no se realice una reconceptualización y reorientación de la salud pública, las unidades de salud y los hospitales continuarán desbordando su capacidad de respuesta ante la creciente demanda de servicios de salud.
Mientras el país no logre alcanzar el estándar sugerido sobre el gasto en salud pública -6% del PIB- y que en consecuencia no se logre tener al menos 1 médico por 1000 habitantes, y lo que es mucho más grave… Mientras El Salvador no retome el verdadero enfoque de promoción de salud como una herramienta de desarrollo sostenible en las políticas gubernamentales, que incluya pero que no se limite a la promoción de entornos favorables a la salud, que combata la marginalidad rural y el crecimiento urbano caótico, continuaremos diciendo… “Largos son los tiempos en las salas de espera…”