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Edith del Carmen todos los días se encuentra a la entrada de la Cripta, vende calendarios y artículos alusivos a Monseñor Romero. Foto Diario Co Latino/Iván Escobar.

En los días más oscuros Mons. Romero denunció el pecado y predicó con la verdad

Iván Escobar
Colaborador
@DiarioCoLatino

Aquel domingo 23 de marzo de 1980, Monseñor Oscar Arnulfo Romero oficia la última homilía ante cientos de personas, y su voz tambiém fue escuchada a través de la radio. En aquella oportunidad, el Obispo mártir en su acostumbrado mensaje dominical instó al ejército a “no matar a sus mismos hermanos”.

Ese llamado desató la ira y el odio de sus enemigos, que en menos de 48 horas, es decir, el día lunes a las seis de la tarde, daban el tiro de gracia que terminó con la vida terrenal de Mons. Romero, hombre de fe y devoción cristiana, de apego a la verdad, y defensor nato de los derechos del pueblo que le vio nacer.

Fue el 24 de marzo de 1980, cuando oficiaba una misa de novenario en la capilla del hospitalito de la Divina Providencia, cuando la muerte llegó para el máximo jerarca de la iglesia católica, odiado por las fuerzas de la derecha salvadoreña, el poder económico y oligárquico, así como las fuerzas armadas y los cuerpos represivos de aquel entonces, que no toleraron su voz de denuncia y verdad.

La figura de Monseñor Romero está presente en monumentos, plazas públicas, parques, instituciones públicas, centros educativos, e iglesias o casas de retiro. Foto Diario Co Latino/Iván Escobar.

“Por esa su fe en Dios, Mons. Romero denunció el pecado de nuestro país con una fuerza solo comparable a la de los antiguos profetas, a la del Obispo Bartolomé de las Casas o a la del mismo Jesús”, escribió en marzo de aquel 1980, el sacerdote jesuita, Jon Sobrino, en un artículo publicado en la revista ECA número XXXV, titulado: “Monseñor Romero: mártir de la Liberación, Análisis Teológico de su figura y su obra”.

“Denunció que la miseria no es el destino natural de los salvadoreños, sino fundacionalmente fruto de estructuras injustas; fustigó con patetismo inigualable la represión, las masacres y el genocidio al pueblo”, añade el texto, el cual 43 años después, es vigente y coincide con la visión que dio El Vaticano, cuando declaró Santo a Mons. Romero, luego de un prolongado y amplio estudio, que concluyó que la muerte fue “por odio a la fe”.

Y es que a lo largo de los años, Mons. Romero continúa siendo una figura firme y trascendental en gran parte de los hombres y mujeres que conocieron de él, en los tiempos más oscuros que vivió el país, así como entre las nuevas generaciones que le han conocido con los años y aprenden de su palabra.

No obstante, muchos consideran que ahora que es Santo, declarado por la iglesia católica, desde 2018, no debe vérsele lejano y solo en los altares. “Él, era una persona que frecuentemente estaba entre el pueblo, entre la comunidad, escuchaba a la gente”, coinciden muchos. Por esa razón, aseguran sus seguidores, aquel mismo 24 de marzo de 1980, fue declarado Santo por el pueblo, porque conocían de su compromiso y entrega a esta nación.

Recientemente, en el marco del seminario: “Monseñor Romero y Organización Popular”, organizado por el Encuentro Romeriano, en la sesión 3, a cargo del sacerdote Manuel Acosta, se concluyó en la necesidad de retomar ese pensamiento de Mons. Romero, y, sobre todo, lograr “resucitar en él”, como era el objetivo del mensaje de este conversatorio.

Ya esto lo había previsto Sobrino, en su artículo, al decir que Mons. Romero “por su fe en Dios, propició y luchó por una solución justa para el país”. Es ese el fin de su palabra, de su mensaje, de sus homilías, motivar al pueblo a luchar por sus derechos y defenderse ante la injusticia.

Mons. Romero no es moda ni turismo

A lo largo del país la figura de Mons. Romero está presente, monumentos en plazas públicas, parques, instituciones públicas, centros educativos, e iglesias o casas de retiro, entre otros; no obstante hoy en día, y en particular este 2023, se ha percibido lejano aquel fervor que en octubre de 2018 se expresó en las calles, cuando la iglesia Católica, a nivel mundial, reconocía al primer Santo salvadoreño. El odio y confrontación afloran en la sociedad, la pobreza, la marginación, el desempleo, la migración, el alto costo de la vida, entre otros son problemas que enfrentan las familias más pobres, y con desesperanza buscan soluciones inmediatas.

Por ello, este año, el Comité Nacional Monseñor Romero consideró que en “El Salvador experimenta su más profunda crisis jamás vivida en los últimos 30 años, la cual se refleja en lo social, político y económico”, de acuerdo a un comunicado emitido, en el marco del 43 aniversario.

“Hoy en día el caso del asesinato de monseñor Romero sigue sin resolverse, sin hacer justicia, al igual que los casos de los diferentes mártires de la iglesia, por ejemplo, los sacerdotes: Rafael Palacios, Rutilio Grande, Octavio Ortiz Luna, Alfonso Navarro, Alirio Napoleón Macías, Ernesto Barrera y los cientos de catequistas y celebradores de la palabra, el caso de las hermanas Maryknoll: Jean Donovan, Maura Clarke, Ita Ford y Dorothy Kazel. De igual forma los muertos durante este régimen de excepción”, señala el Comité, quien hace un severo llamado al gobierno central para que quite el Régimen de Excepción, por las violaciones a los derechos de las personas.

Además, instan al gobierno a que “cumpla con todas las recomendaciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso del asesinato de Mons. Romero”. Y “Suspenda de una vez por todas el Régimen de Excepción, por ser inconstitucional”, remarcan.

La comunidad romeriana pide de favor que la figura de Mons. Romero no se le dé el carácter turístico, y mucho menos se aleje de la esencia de su palabra, pues su figura si bien hoy es vista por muchos solo en los altares o estampas, hay que recordar que su voz sigue tan presente y vigente.

“¿Por qué sigue vivo hoy Mons. Romero? En Mons. Romero, los salvadoreños vieron a alguien que escuchó el clamor de un pueblo oprimido e hizo todo lo que estuvo a su alcance para liberarlo; que pidió a gritos urgentes cambios estructurales; que animó a los pobres a organizarse; que juzgó cualquier solución política sólo desde el criterio del bien de los pobres”, expresa Jon Sobrino, también en su libro: “Monseñor Romero”.

La Cripta de Catedral Metropolitana, en el centro histórico de San Salvador, es visitada por muchas personas a lo largo del año. Marzo es la fecha en la cual más presencia se tiene. Por 24 años consecutivos, la Comunidad de Monseñor Romero de la Cripta, mantiene la misa dominical con la palabra viva del obispo mártir, y es responsable de la organización anual de la jornada conmemorativa en marzo y en agosto, cuando se celebra el natalicio de monseñor. Para este año, las actividades se centran el día viernes 24 de marzo, en una jornada única durante todo el día, que incluye entre otras actividades un conversatorio con la teóloga Theresa Denger, con el título: “Nada me importa tanto como la vida humana”, y a las 3 de la tarde se llevará a cabo la misa solemne en memoria del 43 aniversario del martirio, la cual estará a cargo del sacerdote Juan Vicente Chopin.

Visita y comercio

El mausoleo de Mons. Romero es visitado por feligreses que siguen pidiendo su intercesión ante los problemas vigentes del país, y agradeciendo su intercepción. A la entrada de la cripta, en uno de los portones laterales de la Catedral (parte oriental), se encuentra todos los días Edith del Carmen, una mujer que por más de 9 años vende calendarios y artículos alusivos a Mons. Romero, para que cada visitante tenga oportunidad de llevarse un recuerdo del obispo mártir.

Ella viaja desde Apopa diariamente. Otros comerciantes se sumarán este 24 de marzo para ofrecer sus productos. Esta mujer reconoce que la situación es diferente hoy en día, con respecto a las conmemoraciones, “luego de la pandemia todo cambio”, advierte, mientras se oculta del fuerte sol del mediodía, en su jornada.

Proyección internacional

La preparación de Mons. Romero, desde su juventud, lo mantuvo en la palestra internacional siempre. Desde joven se preparó en sus estudios eclesiales fuera del territorio que le vio nacer, pero siempre se interesó en regresar a su tierra y trabajar por su gente.

En la edición de la revista ECA, de marzo-abril de 1980, se ve cómo los últimos días del jerarca católico estuvieron cargados de un gran trabajo internacional.

En esta edición de la ECA se incluye una crónica, y sin duda fue a última hora por el crimen de Mons. Romero como un caso primordial.

En ella, se hace el recuento de la presencia del Obispo, en el escenario internacional, dialogando y compartiendo con actores de talla internacional, lo cual comparten, como cuando mantuvo un intercambio de correspondencia con representantes del Departamento de Estado de los Estados Unidos, donde pedía frenar al gobierno estadounidense la ayuda militar al gobierno salvadoreño de aquel entonces, las presiones que recibió de parte de El Vaticano, por su decisión firme de velar por su pueblo; también recoge el doctorado “honoris causa”, entre otros hechos.

“A comienzos de enero regresa al país tras una semana en Europa, donde es recibido por el Papa, quien apoya su línea pastoral, recibe un doctorado “honoris causa” de la universidad de Lovaine, y es recibido calurosamente en París”, narra la publicación, dejando en evidencia el prestigio y proyección internacional del máximo jerarca de la iglesia católica salvadoreña, que irónicamente semanas después sería asesinado por sus mismos hermanos de sangre.

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