Álvaro Darío Lara
Escritor y poeta
Hace unas semanas se publicó, en esta columna, una reseña sobre el libro “Jardines” del poeta salvadoreño Ricardo Lindo, desconociendo la feliz iniciativa de la Secretaría de Cultura de la Presidencia, que culminó, muy recientemente, con la publicación y presentación del poemario.
En esa ocasión, nuestro poeta fue motivo de un cálido homenaje por parte del Estado salvadoreño mediante su institución cultural, por toda una larga trayectoria dedicada a la literatura, a la investigación, a la docencia y al arte.
El evento se realizó en el Museo Nacional de Antropología “Dr. David J. Guzmán”, una noche lluviosa, que en el decir del poeta Mario Noel Rodríguez -organizador de la actividad- se debió a la presencia de la familia Lindo, ya que “los Lindo traen la lluvia”, esto en clara alusión a otras ocasiones, donde frente a la obra de Ricardo, también Tláloc ha derramado sus bienhechoras lágrimas.
A las palabras de la Secretaria de Cultura, Mtra. Silvia Elena Regalado, se unió el canto de Guillermo Cuéllar, que volvió más entrañable el ambiente. Poemas del autor fueron recitados en la voz de Nohemy Navas, funcionaria de la Secretaría.
El poeta -emocionado- agradeció esta nueva edición de “Jardines”, a la que calificó de “un milagro”. Milagro inesperado, que le causó mucha sorpresa y alegría. Y es que otra vez, los buenos oficios de Mario Noel Rodríguez, intervinieron para rendir un merecido tributo a nuestro clásico nacional.
El acto fue propicio, para que amigos y admiradores de la obra de Ricardo Lindo, se dieran cita, entre ellos, especialmente, el artista Salvador Choussy, a quien Ricardo buscó, entre el público asistente, para solicitarle que fuera hasta su sitio, manifestándole su cariño y agradecimiento por ser el responsable de las ilustraciones de “Jardines”, y de otros libros que han emanado de la pluma del querido escritor.
Estamos frente a la tercera edición de “Jardines”, una edición conmemorativa por el 35 aniversario de su primera aparición. Y la obra continúa tan fresca y hermosa, como cuando la escuché de labios del poeta, hacia 1983, en aquellas memorables sesiones nocturnas que compartíamos con él, sus jóvenes amigos de entonces: el poeta Carlos Santos, el actor Ricardo Ramírez y mis primos, Edwin Pastore (también actor destacado en aquellos años) y Oswaldo Caminos (un talentoso estudiante de filosofía y ajedrecista).
“Jardines” constituye la primera obra, con la que Ricardo, incursiona, de una forma más visible, en la poetización de nuestra tierra, tomando como punto de partida, el pasado prehispánico. Esto luego se convertirá, junto con la historia de la conquista y la colonia, en uno de sus temas preferidos, sobre todo, en la narrativa. Su amor por esta tierra -bella, volcánica y cruel- le ha inspirado una sólida y magnífica producción literaria.
Esa noche, ya de salida, atravesando la explanada exterior del Museo, no pude dejar de recordar los versos de Manrique, que nos hablan del pasado –efímero, intenso y feliz- tan opuesto al desventurado presente. Faltaron -con razón o sin ella- muchos amigos en esa emotiva velada. Lástima grande; sin embargo: ¡Larga vida a la obra del poeta de las maravillas!
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