Por Wilfredo Arriola
Un psicoanalista popular de la época aclaraba que hay ciertas cosas que en el lugar equivocado podrían crear eventos terribles, un bisturí en manos de un asesino no sería lo mismo que esté en manos de un cirujano a punto de una operación. Entender la realidad es un camino que por momentos se torna una encrucijada más que un paraíso, lo difícil no es solo saberlo, sino saberlo a tiempo.
En manos equivocadas o en lugares equivocados hemos transitado la vida, y esos pasajes han sido los formadores de nuestro carácter, abriendo un abanico de posibilidades, donde la mesura para determinar cuáles eran los correctos y cuales los fallidos nos pronosticaban el porvenir. Muchos hacen memoria de amistades, de decisiones, de viajes o de la permanencia de lugares donde lo único que pasaba era el tiempo, donde soplar velas era una simple transición de envejecimiento. Uno de los grandes retos del ser humano es saber para qué ha venido a este mundo y luego de saberlo, poder ejecutarlo. Chema Madoz, un artista visual de la fotografía tiene un retrato fenomenal que lo explica, en una rejilla de tragante vial coloca unos platos de vajilla en cada una de las rendijas, donde cada uno de los platos se miran de manera simétrica donde han sido distribuidos, a pesar de que casan a la perfección, rotundamente no es el lugar para una vajilla. Muchos no han sido nuestros lugares, pero hemos permanecido, incluso hemos disfrutado esa permanencia, mitad con ignorancia y mitad con complicidad.
Avanzar en los días, irse retirando poco a poco de la frontera de la juventud hace que, de manera armoniosa, sin darnos cuenta vayamos viendo el paisaje de otra manera, desde otro lugar, con otras manos, antes que eso, con otra mente. Si cada día tiene su propio afán, y los años también van cobrando sentido, servir se volverá el incentivo para continuar en esta lucha diaria. Estamos acá para algo, la pregunta es ¿para qué? Y si ya lo sabemos ¿Cuándo? Y si ya lo estamos haciendo evidente, cada día será un aliciente para vivir y para transformar las vidas de los demás desde la nuestra. En manos equivocadas cada día se vuelve un desperdicio, pero en las correctas se vuelve luz para el que lo sabe descubrir.