Dos años de la Vida de Mons. Romero (1975-1976)
¿Años del Cambio?
Me es honroso aprovechar esta nueva oportunidad para reiterar al estimado Coronel Molina el testimonio de mi estimación y amistad sacerdotal. Fmdo: Oscar A. Romero, obispo de Santiago de María”.68
El que rehuía y era enemigo de los conflictos, reconoce que se están dando “circunstancias conflictivas” entre la Iglesia y el Estado, lo cual le causan mucha pena, pero ahí están, y esa es la realidad. Él trata de encararla: intuye cuál es el verdadero motivo de este suceso y por eso sale en defensa del P. Juan Macho, de su ideología y de sus actuaciones sacerdotales, sobre todo, en la promoción humana y cristiana, ya que el P. Juan es el director del centro de promoción campesina “Los Naranjos”.
Definitivamente, esta carta no tiene el mordiente de denuncia y protesta que tenía la anterior, escrita también al Sr. Presidente de la República, aunque se prestaba para ello; pero consiguió lo que pedía; a diferencia de la otra carta que no consiguió nada de lo que solicitaba en favor de las familias de los campesinos masacrados de “Tres Calles”.
Este sistema de recurrir al Presidente de la República por parte de algunos obispos del país para quejarse de actos y abusos de los militares o funcionarios, y para pedirle algunos favores, parece que era una práctica común; no solo lo usaba Mons. Romero,69 también tenemos aquí presente una carta de Mons. Aparicio, obispo de San Vicente.70 Y consta que el arzobispo Chávez, predecesor de Mons. Romero, usaba mucho este método.
Nos sigue narrando el Cronista la reacción de la parroquia de Jiquilisco ante este hecho insólito:
2.4.- Reacción de la parroquia de Jiquilisco
En todo momento a la gente más consciente se la tuvo notificada de todos los pasos dados. A nivel parroquial se convocó a “Una Misa de Solidaridad con el P. Juan”, el 29 de agosto, viernes, a las 9 a.m.. Había representantes de unas 10 parroquias (simpatizantes de Juan y del centro “Los Naranjos”); cerca de mil personas. El acto duró hasta las 11.30 a.m.. Fue una especie de mitin “cristiano” a la luz de la Palabra de Dios “intra muros ecclesiae”; en él tomaron la palabra más de 15 campesinos solidarizándose con el P. Juan.
El texto central de la Homilía se leyó y se multiplicó para repartirse entre la gente, estaba firmado por las Comunidades Cristianas de Jiquilisco; y decía así, según nos lo recuerda el Cronista:
REFLEXIÓN ANTE EL PUEBLO SALVADOREÑO
“…Y no tomen parte en las obras estériles de las tinieblas; al contrario, denúncienlas. Es cierto que da vergüenza incluso decir lo que esa gente hace a escondidas, pero, en cuanto es denunciado por la luz, todo se aclara. Más aún: lo que fue aclarado llega a ser luz. Por eso se dice: “Tú que duermes, despiértate, levántate de entre los muertos, y la luz de Cristo brillará sobre ti” (Efesios, 5, 11-14).
“HECHOS: El 16 de agosto próximo pasado, el P. Juan Macho Merino, sacerdote español, de la Congregación de los Padres Pasionistas, cuando regresaba de España en vuelo regular de Iberia, NO LE FUE PERMITIDO INGRESAR EN EL SALVADOR por la policía de seguridad de la terminal aérea de Ilopango, quien, sin mediar ninguna explicación, le detuvo e incomunicó totalmente y, posteriormente, reembarcado en el mismo avión de Iberia, tuvo que emprender viaje obligadamente de regreso a España.
El P. Juan Macho Merino, religioso de conducta intachable y muy apreciado y querido por las personas y feligreses donde ha desarrollado su acción apostólica, volvía de un pueblecito de España de la provincia de Palencia, donde residen sus ya muy ancianos padres a los cuales no había visitado desde hace cinco años. Allí permaneció mes y medio compartiendo el gozo y la alegría de sus padres, parientes y amigos.
Arrancándose de los suyos, regresaba una vez más con entusiasmo e ilusión a su trabajo sacerdotal, cuando se encontró con la ARBITRARIA Y DOLOROSA orden de EXPULSIÓN de El Salvador “por órdenes superiores”.
El P. Juan se encuentra en el país desde el año 1959 y tiene su residencia definitiva aquí. Ha desarrollado intensa e incesante acción sacerdotal apostólica y social en el país comenzando por la Arquidiócesis de San Salvador como fundador y superior de la primera casa de la Congregación Pasionista en nuestra Patria, y como misionero después por muchos pueblos y cantones.
Desde hace 12 años se encuentra laborando pastoralmente en la parroquia de Jiquilisco encomendada a los pasionistas y donde es ampliamente conocido y querido y donde los feligreses son testigos de sus trabajos y desvelos. Desde 1971 ejerce el cargo de director responsable inmediato del centro de promoción campesina “Los Naranjos”, proyecto de la Diócesis de Santiago de María, para la EVANGELIZACIÓN Y PROMOCIÓN HUMANA INTEGRAL del campesino especialmente de esta zona oriental de la República, siguiendo fielmente la doctrina y directrices de la Iglesia en el Concilio Vat. II y las recomendaciones de los obispos latinoamericanos reunidos en Medellín y la Doctrina Social de la Iglesia.
Todos los esfuerzos realizados por el P. Zacarías Díez, compañero y hermano de congregación que había llegado al aeropuerto para darle el abrazo de bienvenida al P. Juan, así como la intervención del canciller de la Embajada de España, Sr. Manuel de la Helguera, resultaron totalmente infructuosos porque las autoridades de Migración y policía se limitaron a decir que no podía entrar en el país el mencionado sacerdote, dando como única explicación del atropello que “se cumplían órdenes superiores”.
El día 19 de agosto y por intervención del Sr. obispo de la diócesis de Santiago de María, a cuya jurisdicción eclesiástica pertenece la parroquia de Jiquilisco y el centro “Los Naranjos”, se nos comunica que el P. Juan Macho Merino puede volver al país, que todo había sido una equivocación.
REFLEXIÓN: es realmente increíble que las autoridades del país, contra todo derecho, incluso internacional, y sin mediar delito o acusación alguna contra el P. Juan Macho y sin externar los motivos diciendo que todo ha sido una equivocación. Ninguna persona, medianamente consciente, cree tan absurda explicación.
Sabemos, sí, que lo que realmente molesta y se persigue sistemáticamente (y los panfletos anónimos distribuidos en estos días lo confirman), es La Acción Evangelizadora y de Promoción Humana Integral del Campesinado que la Iglesia Católica realiza tan eficazmente por medio de los Centros de Formación Cristiana, uno de los cuales dirige el P. Juan en Jiquilisco, a los que arbitraria y calumniosamente se les tilda de “subversivos”, lo mismo que a los sacerdotes que llevan la dirección de los mismos bajo la autoridad de sus respectivos obispos.
Solo personas o grupos con intereses creados e ignorantes de la dinámica salvadora del Evangelio, de las directrices de la Iglesia en el Concilio Vat. II, las recomendaciones de los obispos latinoamericanos reunidos en Medellín y la Doctrina Social de la Iglesia actualizada por el papa Pablo VI, se atreven a levantar, desde la oscuridad de su conciencia y la comodidad de sus privilegios, tan falsas y calumniosas imputaciones.
¿Cómo puede llamarse “subversivo” al que, dejando patria y familia, se dedica a predicar el Evangelio Liberador y a trabajar por lograr la promoción del ser humano, de elevar y hacer consciente de su dignidad de persona humana e hijo de Dios al campesino secularmente humillado y esclavizado por una situación de injusticia inmerecida; de acompañar a descubrir sus valores y su destino humano-divino y su papel en el desarrollo de nuestra patria a la luz de la fe en el Dios Vivo y Liberador que nos revela la Biblia?
¿O lo que se intenta con semejantes equivocaciones y consiguientes calumnias e infundios es amedrentar y acobardar a la Iglesia para que no siga anunciando los valores salvadores del Reino de Dios, Gracia, Justicia, Amor, Paz, Verdad, que Jesucristo proclamó desde la pobreza y la persecución y rubricó con su propia SANGRE, condenado injustamente por los poderosos de aquel tiempo a quienes ponía al descubierto sus iniquidades?
¿O quizás se pretende dictar a la Iglesia la doctrina que debe enseñar y el modo de enseñarla? ¿O se desea que la religión cristiana sea como una droga que continúe adormeciendo la conciencia del pueblo, reduciendo la fe cristiana a solo meros actos externos e individuales, cuando de la misma entraña de la fe cristiana surge incontenible el compromiso ineludible de construir, con todos los hombres de buena voluntad, un Hombre Nuevo y una Sociedad Nueva donde la paz, la verdadera paz, se cimiente en la justicia, el amor y la verdad?
68. A.S.M.: Carta de Mons. Romero al Presidente de la República, 18 de agosto 1975, pág. 1.
69. Ya lo hemos visto en sendas cartas que hemos transcrito. También tenemos aquí un Memorándum en el que Mons. Romero recuerda al Señor Presidente cuatro asuntos o favores. (A.S.M.: Memorándum del 14 de enero de 1976).
70. En ella se queja al Sr. Presidente de los atropellos y torturas sufridas por uno de sus sacerdotes, el P. Rafael Barahona, que fue detenido el 7 de mayo de 1975 por los militares. También protesta por los hostigamientos a sendos sacerdotes de su diócesis realizados por la Guardia Nacional, etc. (A.S.M.: Carta de Mons. Aparicio al Presidente de la República).