Dos años de la Vida de Mons. Romero (1975-1976)
¿Años del Cambio?
Ya en el Concilio Vaticano II se habló de esta realidad y tarea cristiana, y, sobre todo, los últimos documentos eclesiásticos motivados por la reflexión de aquellas famosas frases de Juan XXIII, pronunciadas un mes antes de inaugurarse el concilio:
“Frente a los países subdesarrollados, la Iglesia se presenta tal como es y quiere ser: como la Iglesia de todos y, particularmente, la Iglesia de los pobres”.138
Y en su mensaje inicial dirigido a todos los hombres, el 21 de octubre de 1962, los padres conciliares utilizaban un lenguaje en el que expresaban esa inquietud:
“Ponemos insistentemente nuestra atención sobre todas las angustias que hoy afligen a los hombres. Ante todo debe volar nuestra alma hacia los más humildes, las más débiles, e, imitando a Cristo, hemos de compadecernos de las turbas oprimidas por el hambre, por la miseria, por la ignorancia, poniendo constantemente ante nuestros ojos a quienes, por falta de bienes necesarios, no han alcanzado todavía una condición de vida digna del hombre” (Ad omnes, 9).
Y, sobre todo, fueron famosas las frases proféticas del cardenal Lercaro, arzobispo de Bolonia:
“El misterio de Cristo en la Iglesia es siempre, pero sobre todo hoy, el misterio de Cristo en los pobres”… (Y por la falta de esta revelación esencial en los esquemas conciliares, exigía, el cardenal, una nueva redacción más acorde con esta verdad): “El tema de este concilio es, ciertamente, la Iglesia en tanto que es, sobre todo, la Iglesia de los pobres”.139
Todas estas reflexiones y frases, juntamente con algunas aportaciones de los documentos conciliares, hicieron nacer un movimiento de ulteriores reflexiones y profundizaciones en torno a este tema de los “pobres, pobreza e Iglesia”.
Así, en Medellín, este tema fue y se constituyó como tema central: “…fue el inicio de un nuevo camino para la Iglesia de América Latina”.140
Efectivamente, Medellín fue el acontecimiento que provocó que la vida de la Iglesia experimentase, según L. Boff: “un cambio de lugar social y, a partir de ahí”, “una redefinición de su misión y de su presencia en la sociedad de los sub-hombres”.141
En Puebla, al igual que Medellín, los temas de los pobres, la pobreza y la “opción por los pobres”, están presentes prácticamente en todos los capítulos del documento final; el capítulo primero de la cuarta parte del documento está expresamente dedicado a la “opción preferencial por los pobres”. Los teólogos de la liberación están de acuerdo unánimemente: que la opción por los pobres realizada por la Iglesia latinoamericana en Medellín es “continuada”, “ratificada con energía”, “ahondada” y “profundizada”; “asumida con mucha más determinación”, “de un modo más consciente y radical”, “con mucha más concreción”, en Puebla.
L. Boff dice: “Si Medellín fue el bautismo de nuestra Iglesia, consagrada a los pobres, a su organización en comunidades de base y a su liberación, creo que Puebla ha sido la confirmación”.142
3.2.- La “opción por los pobres”
Cuando hablamos de “opción por los pobres”, queremos decir o la definimos “como la decisión voluntaria de un ser humano, que le conduce a encarnarse en el mundo de los pobres para asumir con realismo histórico su causa de liberación integral”. Puesto que es una opción cristiana está informada y nacida de la fe.
El sujeto de esta “opción por los pobres” somos todos los creyentes, cualquiera que sea su condición socioeconómica. A todos llega la exigencia y todos reciben el don de optar; no es, pues, una exigencia únicamente referida a los que no siendo pobres han de tomar la decisión de serlo si quieren vivir la pobreza evangélica, sino es una exigencia de los que también son pobres, pues esta opción tiene como uno de sus elementos esenciales la asunción consciente y activa de la causa de los pobres, y este factor subjetivo no se deriva automática y necesariamente del hecho de ser realmente pobre.
Esta “opción por los pobres” puede y debe realizarse a un doble nivel, personal-individualmente y comunitario-eclesial; dicho de otra forma: los sujetos de la “opción por los pobres” son los creyentes individualmente considerados, los grupos o comunidades cristianas en general, los distintos sectores eclesiales y la Iglesia en su conjunto. Este doble nivel personal y comunitario, lo afirma el documento final de Puebla (nº 1134).
Jon Sobrino dice que Mons. Romero logró que la Iglesia de San Salvador “institucionalizara” la opción por los pobres:
“Si los pobres acudían espontáneamente a él, es porque él había forjado esa figura de obispo. Y de esta forma, Mons. Romero consiguió algo sumamente importante, aunque en la formulación pudiera parecer ambiguo. Consiguió “institucionalizar” la opción preferencial por los pobres. “Institucionalizar” no significa en este caso burocratizar o trivializar esa opción. Significa, por el contrario, que no solo los cristianos como individuos deben optar por los pobres, sino la Iglesia, como tal, como institución debe optar por ellos, y debe poner también lo que tiene de institucional a su servicio”.
Precisamente, por ser arzobispo, representante máximo de lo institucional de la Iglesia, Mons. Romero logró que se pudiese hablar de la Iglesia de los pobres. Y consiguió, de hecho, que el pueblo juzgase a diversas instituciones eclesiales a partir de este criterio: la defensa del pobre y del oprimido”.143
Mons. Romero no solo optó por los pobres él personalmente con su vida, sino que, como pastor, trató que su iglesia, la arquidiócesis de San Salvador, quedara implicada en esta opción preferencial.
Los destinatarios de esta opción son los pobres de la tierra; se opta por los pobres materiales o reales, por los injustamente empobrecidos y desposeídos; pero no solo aislada sino colectivamente considerados. Es más, en esta opción tienen la “mejor parte” los pobres en tanto que constituyen un colectivo social y son conscientes de ello, es decir, los desposeídos “con espíritu” que luchan por su causa, “las mayorías populares organizadas”.144
Todo esto está suponiendo que la “opción por los pobres” suprime, o está sobre, cualquier manifestación o expresión de amor paternalista o meramente asistencial; y se vincula a la lucha por la justicia que en el contexto latinoamericano se traduce en práxis histórica de liberación.
A partir de la consideración de la vida misma de Jesús, los teólogos de la liberación, que son los que más han reflexionado este tema, entienden la “opción por los pobres” como un proceso de carácter kenótico-salvífico y liberador que se despliega en tres momentos fundamentales:
1º.- El momento encarnatorio o de identificación: es “cambio de lugar físico y social”, es “salir al encuentro del otro”, es ruptura con el mundo cultural propio y sus criterios específicos de valoración”. Este primer momento es de descenso o estrictamente kenótico, que consiste en encarnarse en el mundo de los pobres, con la finalidad de vivir con y como ellos; tiene una clara dimensión de ruptura o conversión inicial.
138. Citd.: por Julio LOIS, obra citada, pág. 12.
139. Intervención conciliar del 6 de diciembre de 1962. Primera Sesión.
140. Gustavo GUTIÉRREZ, Teología de la Liberación. Perspectivas, Salamanca 1972, pág. 176.
141. Leonardo BOFF, La fe en la periferia del mundo. El caminar de la Iglesia con los oprimidos, Santander 1981, pág. 170.
142. Se encuentran todas estas citas en Autores Varios (AAVV.), Los Teólogos de la Liberación en Puebla, Madrid 1979, pág. 128.
19 Leonardo BOFF, La fe en la periferia del mundo. El caminar de la Iglesia con los oprimidos, Santander 1981, pág. 170.
20 Se encuentran todas estas citas en Autores Varios (AAVV.), Los Teólogos de la Liberación en Puebla, Madrid 1979, pág. 128.
143. Jon SOBRINO, Mons. Romero, pág. 79.
144. Ignacio ELLACURÍA, El verdadero Pueblo de Dios según Mons. Romero, en “Estudios Centroamericanos” (ECA), 36(1981)535-536. Y en “Sal Terrae”, 70(1982)223-225: Las Iglesias latinoamericanas interpelan a la Iglesia en España.