Luis Armando González
3. Los medios de comunicación, especialmente las grandes corporaciones mediáticas. No se trata solamente de indagar cuántas horas dedica la gente a ver determinados programas o cuáles medios, radiales, televisivos o escritos, son los preferidos por la población, sino de investigar cuáles son las percepciones ciudadanas sobre asuntos más de fondo. Por ejemplo: ¿manipulan o dicen la verdad a la población las grandes empresas mediáticas? ¿Mienten los grandes medios de comunicación? ¿Son empresas que sirven a la sociedad o a grupos particulares de poder económico? ¿Informan o desinforman? ¿Violan o respetan las normas básicas de la ética? ¿Han recibido ilícitamente dinero de los gobiernos de ARENA? ¿Tienen complicidad con crímenes en contra de personas inocentes en décadas pasadas? ¿Cuál de los medios escritos miente más a la población? ¿Es TCS una corporación digna de confianza? ¿Son un modelo a seguir los presentadores y presentadoras? ¿Qué calificación, del 1 al 10, otorgan las personas a los medios escritos, radiales y televisivos más poderosos desde un punto de vista económico? Y la lista de preguntas puede y debe ampliarse, pues no cada duda de que la población tiene opiniones y valoraciones, que conviene conocer, sobre los medios de comunicación.
4. La educación superior y las universidades. Claro que sí tiene que ser estudiado este ámbito desde las percepciones ciudadanas, y ello por sus influencias en la dinámica social, política y cultural a través de la docencia, la investigación y la proyección social (y también por la influencia que tienen en la opinión pública las instituciones académicas que investigan la opinión pública1). No se entiende por qué, hasta ahora, no se han indagado las percepciones ciudadanas sobre la calidad de la educación superior; el rol político de las universidades –por ejemplo, cómo valora la gente el que las universidades critiquen o no al poder económico–; la responsabilidad de estas en la deplorable calidad de la educación en el conjunto del sistema educativo; si las universidades investigan lo suficiente y eso ayuda al país; si está bien que las universidades privadas sean contratadas por los gobiernos; si debe fortalecerse la universidad pública en vez de la privada; la responsabilidad de las universidades privadas en la mercantilización educativa y su conversión en empresas educativas; la depreciación de los títulos académicos; el papel de algunas universidades en la reforma educativa de Armando Calderón Sol, y un largo etcétera. Y por supuesto que es interesante la investigación de estos y otros asuntos (por ejemplo, la nota, entre 1 y 10, que daría la gente a las universidades más grandes). Y es que, dado que algunas universidades dedican importantes esfuerzos investigativos a explorar lo que dice a la gente acerca de otros, qué bueno sería que supieran lo que la gente opina de ellas. Quizás eso pudiera ayudarles a moderar sus pretensiones de creer que están libres de responsabilidad en los males que este país acumula desde hace un buen tiempo.
5. Por último, otro gran foco de interés en la investigación de la opinión pública es lo que las personas opinan de sí mismas, es decir, cómo se ven y se valoran, y lo que creen acerca de ellas. Vaya desafío este para las instituciones que investigan la opinión pública. Se trata quizás del más complejo y difícil, pero que es ineludible si se quiere conocer a una sociedad. Porque si la distorsión que existe entre las percepciones y la realidad externa a las personas es extraordinaria, cabe suponer que es más drástica cuando esas percepciones atañen a la propia vida.
Nadie ha asumido ese reto en El Salvador, pues el terreno cómodo del estudio de las percepciones políticas consume las energías y los recursos. ¿Cómo se ven los salvadoreños a sí mismos: como triunfadores, como fracasados, como exitosos, como respetuosos de la ley, como tolerantes, como no violentos, etc.? ¿Se informan lo suficiente de los temas que les afectan? ¿Cuáles son sus fuentes y referentes de información? ¿Cómo quién quisieran ser? ¿Cuáles son sus modelos de vida: presentadores de noticias, entrevistadores, figuras del deporte, líderes religiosos, empresarios exitosos? ¿Creen que hay personas inferiores o superiores, o creen en la igualdad y la justicia? ¿Cuáles son sus aspiraciones: tener dinero, ser ricos, tener propiedades, ser buenos ciudadanos? ¿Les preocupan los asuntos públicos o les son indiferentes? ¿Han dañado al alguien con su comportamiento, opiniones y actitudes? ¿Son pacíficos o violentos? ¿Qué nota, entre 1 y 10, se da cada cual a sí mismo? Se trata, con preguntas de ese tenor, que los salvadoreños hablen de sí mismos, que ponga en evidencia las valoraciones que tienen de su propio comportamiento y actitudes, no que hablen de los otros.
Para terminar, arriba se han anotado algunos ámbitos de los que sería importante conocer la opinión y percepciones ciudadanas. Una gran falla de nuestro país es no contar, adscrito a la Universidad Nacional de El Salvador, con un instituto de investigaciones de la opinión pública que explore, con rigor científico y en toda su diversidad, las percepciones de los salvadoreños. Esta sería la mejor respuesta a la proliferación de encuestas, algunas francamente endebles, que se centran casi exclusivamente en el ámbito político, con lo que se descuidan otras dimensiones de la conciencia colectiva. La única manera de hacer un contrapeso a los manejos abusivos de los datos y a las interpretaciones equivocadas de las encuestas –como esas que ven en las percepciones de la gente un “reflejo” de lo que sucede en la realidad– consiste en impulsar una línea de investigación en encuestas de opinión más amplia y rigurosa, lo mismo que menos interesada, por razones políticas o de publicidad, en el impacto amarillista de algunos de sus resultados.
1. Porque los estudios de opinión pública, cuando se divulgan masivamente, contribuyen a moldear la opinión pública, como deben saberlo quienes las auspician y promueven.