César Ramírez
@caralvasalvador
En El Salvador vivimos ese concepto durante décadas, puesto que desde el Golpe de Estado del 3 de diciembre de 1931 hasta 15 de octubre 1979 existió el autoritarismo en sus diversas expresiones, la continuidad del estado policial, la violación de la Constitución, el fraude electoral etc., fueron el detonante de la guerra civil, si existe una palabra que define al enemigo interno durante esos años es la lucha democrática, muchos fueron tildados de comunistas desde 1932 y por lo tanto su destino estaba trazado sin apelaciones, así encontramos la sangrienta guerra civil con matanzas como del Mozote, Cayetana, Tres Calles, 30 de julio de 1975, asesinato del Consejo Superior de la Universidad Centroamericana, monseñor Romero, personalidades etc.
Ahora el 7 de mayo de 2021 en acto oficial el presidente Bukele menciona de nuevo al enemigo interno… esa palabra la conocemos generaciones de salvadoreños, retornamos al autoritarismo del Estado, se destrozan los Acuerdos de Paz de 1992, nos despedimos de la democracia… es un desastre.
Aquella doctrina de seguridad nacional definía así al enemigo interno: “Los estados latinoamericanos debían enfrentar al enemigo interno, materializado en supuestos agentes locales del comunismo, Además de las guerrillas, el enemigo interno podía ser cualquier persona, grupo o institución nacional que tuviera ideas opuestas a las de los gobiernos militares” (La doctrina de seguridad nacional: materialización de la guerra fría en América del Sur de Francisco Leal Buitrago).
Poco a poco nuestra seguridad civil se perfila en un marco inestable de golpes a la democracia, por ejemplo: el 9 de febrero de 2020 la toma armada de la Asamblea Legislativa, ahora el 1 de mayo de 2021 el Golpe de la Asamblea Legislativa oficialista contra la Corte Suprema de Justicia y el Fiscal General, los magistrados destituidos han denunciado amenazas y les obligaron a firmar sus renuncias… perdemos en menos de dos años décadas de instituciones democráticas… es un crimen histórico.
Imaginemos la realidad de nuestra nación bajo ese concepto en pleno siglo XXI, el lenguaje amigo-enemigo se aplicará a todo opositor, de tal forma que cualquier expresión en contra de las políticas de Estado en sus diversas manifestaciones es motivo de acusación subversiva, comunista o cualquier apelativo degradante.
El papel de la Fuerza Armada es conocido, tal parece que repetiremos la historia del siglo XX, ya sabemos cómo se inician las guerras civiles.