Autor: Madeleine Sautié
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La historia carga de hechos los días, y cada uno tiene la suya propia. A veces coinciden sucesos definitivos para un país en un mismo siglo, un mismo año, un mismo mes. Este es el caso de abril, que tiene para los cubanos un resuello glorioso, como si todo él se hubiera propuesto poblar de honores la Patria.
No desdeñan estas líneas que fue en abril cuando tuvo lugar el ascenso de José Martí al grado de Mayor General del Ejército Libertador, ni que en las luces del cuarto mes del año llegó al mundo, en 1819, Carlos Manuel de Céspedes, el hacendado que liberó a sus esclavos para juntos cambiar la suerte triste de la nación.
Tampoco, que la Organización de Pioneros José Martí y la Unión de Jóvenes Comunistas, fundadas en 1961 y 1962, respectivamente, celebran en él su aniversario.
Son otros los sucesos avistados ahora –también como aquellos– ligados a la entereza de los hijos de Cuba, y a la irrevocable decisión de defender la Revolución conquistada hace casi 60 años. Entre los mejores ejemplos de esa defensa, abril recuerda la victoria contra la agresión mercenaria, organizada por Estados Unidos en 1961, cuando el día 15 fueron bombardeados los aeropuertos habaneros de San Antonio de los Baños y Ciudad Libertad, y el de Santiago de Cuba, como preámbulo de la invasión a Playa Girón, financiada por la CIA y llevada a efecto al amanecer del 17.
En menos de 72 horas la heroica tropa cubana, con Fidel al frente, rindió la embestida asalariada que ganó un sobrenombre enraizado para siempre en la conciencia revolucionaria de la región: la Primera Gran Derrota del Imperialismo en América.
El arrojo de los cubanos para enfrentar la ignominia perpetrada contra su tierra convirtió a abril en símbolo para la Historia. Uno de los más extraordinarios ejemplos lleva el nombre del joven artillero Eduardo García Delgado, quien herido de muerte bajo la aviación enemiga, buscó fuerzas para escribir con su propia sangre el nombre de Fidel, como muestra de lealtad a la causa revolucionaria.
Abril contempló en 1980 un mar de pueblo desfilando ininterrumpidamente por la capitalina Quinta Avenida.
La primera marcha del pueblo combatiente entrañaba la indignación frente a los sucesos de la Embajada de Perú, resultado de una nueva acción destinada a destruir la Revolución.
Alentado por el imperialismo un grupo de desafectos, en su mayoría delincuentes, asaltaron las embajadas de Perú y Venezuela con la esperanza de emigrar a Estados Unidos. Fue el Gobierno revolucionario el que corrió con las diligencias para garantizar al cúmulo de forajidos alimentos y atención médica.
Una vez más los medios de comunicación regidos por el imperio fabricaron a su gusto la desinformación y vitorearon a los exiliados, a los que les dieron tratamiento de héroes. Pero Cuba no estaba engañada. Bastaba valorar la conducta de algún conocido entre los intérpretes para comprender que formaba parte del grupo que procuraba vivir de cara a la impunidad. El pueblo en marcha, demostrando su madurez política, fue la réplica.
Inagotable y estoico, abril presencia grandezas. En él caben lo mismo la creación de los círculos infantiles (1961); la graduación, en 1963, de las Escuelas de Instrucción Revolucionaria, o la celebración en territorio tunero de una Tribuna Abierta de la juventud y los estudiantes (2000) para exigir la derogación de la Ley de Ajuste Cubano y en favor de la devolución del niño Elián González –secuestrado en Estados Unidos por la mafia miamense–, una de los más enconadas batallas libradas por el pueblo cubano, en aras de tener de vuelta a uno de sus hijos.