Luis Arnoldo Colato Hernández
El 2 de febrero en la colonia San Patricio, mientras la PNC patrullaba, un grupo de fascinerosos intentó sorprenderla mediante una emboscada de la que resultaron 3 fallecidos: 2 irregulares y un miembro de la patrulla policial, así como 5 lesionados.
Esta es una de las confrontaciones diarias que evidencian un mal íntimamente arraigado a los/las salvadoreñas: la violencia.
De parte del ciudadano común, la violencia es una respuesta a la que se le aplica, mediante la explotación, por medio de empleos mínimos, condenándole a la exclusión y marginación, desarraigándolo incluso y expulsándolo a la ilegalidad migrante, para de nuevo ser expoliado por medio de las remesas, favoreciendo así al sistema que lo excluye. Entonces la violencia deriva en otras formas; intrafamiliar, de género, vial, contra infantes y mayores; escolar, intercomunitaria, etcétera; es decir, se degenera pues no se la aborda integral y multidisciplinaria, pues es útil, ya que se la explota, como en la coyuntura actual, porque se naturaliza, pues desde siempre existe, pues siempre ha habido explotación e injusticia social, males originarios.
Con tales vertientes la pregunta no es ¿por qué hay violencia?, sino, ¿por qué no hay más? Es decir, cómo, si no se garantiza el acceso a la justicia y esta no se aplica por igual a pudientes y desheredados, favoreciendo con hospitalización a los primeros, postergaciones y vencimientos incomprensibles de procesos, mientras que a los segundos se los hunde en procesos plagados irregularmente, pudriéndolos pues tampoco los recupera, pues hasta el presente se realizan esfuerzos para así lograrlo y resta juzgar los resultados.
Pero tampoco el sistema educativo lo hace, pues el primer valladar se encuentra en el educador mismo, producto de un sistema que en los 80 y 90 no lo ve como el recurso necesario para transformar la opresión sino como adversario al que perseguir, persiguiéndolo con los escuadrones de la muerte (decenas de educadores comprometidos fueron asesinados por estos y de acuerdo con el informe de la Comisión de La Verdad), y negándoles una formación cualificada, pues esta responde a los criterios que impone el conservadurismo, y es hasta ahora cuando se superan sus estándares, proveyendo tecnología pero además metodologías a través de una formación continua, que incorpora valores, inédito pues busca humanizar al sistema, infiriendo nuevas y audaces perspectivas de cara a su historia.
Entonces la violencia es sistémica concluyamos, y no como afirmara el señor Sandoval, exdirector de la PNC en época del expresidente Flores: “…un síntoma de la herencia indígena de los violentos…”, que no fue más que un manifiesto racista, parcial y torpe de un individuo que ocupa un cargo por razones políticas, reflejo tipológico del sujeto mediocre que defiende al modelo opresivo y que responde a las élites a las que pertenece, o aspira integrar, por lo que el desarraigo de la violencia pasa por el abordaje multidisciplinario de las causales de esta y su consecuente erradicación, para construir así un orden democrático, donde cada ciudadano acceda a una vida digna, y asegurados sus derechos desde la institucionalidad.