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La jefa de la división de Programas de Enfermería en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Fabiana Maribel Zepeda Arias, hizo un llamado para que cesen las agresiones contra sus colegas y trabajadores de salud en general, a los que se les avienta cloro en las calles o se les impide abordar el transporte público por el infundado temor de que puedan contagiar el coronavirus.
Con la voz entrecortada, la funcionaria expuso las condiciones de trabajo del personal sanitario durante una de las conferencias oficiales organizadas por el gobierno mexicano para informar sobre el estado de la pandemia.
Explicó que tiene a su cargo a 131.000 enfermeras y enfermeros en todo el país, pero que en el IMSS hay más de 400.000 trabajadores que incluyen a médicos, personal de nutrición, limpieza, higiene, conservación, trabajo social, servicios administrativos, guarderías y asistentes médicos, entre otros.
«El día 14 de abril se inició el despliegue de la Guardia Nacional dentro de las instalaciones del IMSS, de tal manera que hoy en 184 hospitales que atenderán pacientes de Covid tendremos ya 1.600 elementos de la Guardia Nacional asignados para vigilar las puertas principales de los accesos peatonales, los accesos a urgencias, las entradas principales de las unidades médicas hospitalarias», señaló.
Zepeda Arias precisó que, ante los reiterados ataques sufridos por el personal de salud, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación ya hizo un llamado a evitar actos de estigmatización y violencia que han ocurrido incluso dentro de los hospitales.
«Hoy en el IMSS tenemos registradas 21 agresiones a personal de enfermería en la Ciudad de México, el Estado de México, Yucatán, San Luis Potosí, Jalisco, Puebla, Morelos, Guerrero, Quintana Roo y Durango. Sin embargo, sabemos de otras muchas agresiones que están siendo publicadas también a través de las redes sociales», denunció.
Sin poder evitar que se le escaparan las lágrimas, la jefa de enfermas relató el impacto de los ataques. «Duele hablar de lo que le pasa a tu gente, duele hablar de los trabajadores de la salud, que también somos personas, que también tenemos familia y que hoy estamos dejando muchas cosas. Estamos dejando nuestras casas, nuestra familia, estamos dejando nuestra vida en las unidades hospitalarias», destacó.
Al aclarar que ejercen sus profesiones de manera voluntaria y con amor, reconoció que no solo hay malas noticias ya que, al igual que en otros países, en México los trabajadores de la salud también reciben aplausos, homenajes, donaciones y reconocimientos, lo que contrasta con las actitudes de quienes los insultan y maltratan.
«A aquellas personas que han tenido ideas o han agredido al personal de salud, (quiero) invitarlos a que se limiten en esas agresiones. Nosotros podemos salvar sus vidas. Ayúdennos por favor a cuidarlos y para eso necesitamos que ustedes nos cuiden. Necesitamos la mayor solidaridad en estos momentos», expresó.
Las agresiones, insistió, «han golpeado fuerte al gremio, al trabajador de la salud, porque ahora aparte tenemos que lidiar con otras cosas. No es algo que nadie quiera. Los invitamos de verdad a respetarnos».
Como ejemplo de ese impacto, la funcionaria explicó que hace 27 años que porta su uniforme con orgullo, de la misma manera que el resto de los profesionales de la salud, pero ahora eligen quitárselo cuando salen para limitar los posibles daños que pudieran sufrir en las calles solamente por trabajar en hospitales.
También aclaró que el personal atiende a los pacientes de coronavirus con uniformes y protección especiales y toma medidas extremas de higiene y desinfección cada vez que se retira de los centros hospitalarios, en primer lugar para proteger a sus propias familias.
«De tal forma que siéntanse tranquilos, nosotros no somos portadores en la calle ni vamos a contagiar a nadie; por el contrario, los estamos ayudando», aseguró.
Cuando comenzó la pandemia, en varios países del mundo se organizaron aplausos masivos y nocturnos para reconocer a las y los trabajadores de la salud, pero después aparecieron las agresiones.
A algunos enfermeros o médicos, sus vecinos les pidieron no utilizar espacios compartidos en los edificios o que, de plano, se mudaran. A otros les aventaron lavandina o productos de limpieza en la calle porque los consideraban «peligrosos» y hasta les negaron el servicio de transporte público, ya fuera por decisión del chofer o de los pasajeros.