Mauricio Vallejo Márquez
Tres años sin tocarlos. Una pila de papeles que apenas recordaba como la acumuladora de polvo de mi habitación. Estaba silenciosa en la parte más baja de una estantería que alojaba algunos libros y enseres que debían cambiar de lugar.
Hoy en la silenciosa madrugada los tomé del suelo y emprendí la labor de recordar quien soy. Me senté frente a ellos con una musica relajante de fondo. Verifiqué números telefónicos, anotaciones de lo que creo podrían ser poemas, cuentos, sueños y alguna otra composición literaria.
Mientras descartaba borradores y anotaciones pensé en cuanto tiempo he llegado a perder olvidando mis escritos en un rincón. Todo por intentar ser un trabajador normal para llevar unos dolares a casa y comer con mediana satisfacción. Y pensé que en definitiva me hace falta voluntad para de verdad pelear por mis sueños y metas.
Tras guardar las páginas he decidido no dejar que se me escurran las horas entre los dedos, pero igual deberé seguir empeñando mi tiempo para mantenerme.
Pienso en esos años cuando cualquier movimiento era la excusa perfecta para escribir el aire, de la soledad y unos talones que se desvanecían en el horizonte de la Escuela de Derecho. En esas lineas de tinta siguen vivos esos instantes y aún siento el olor del pasto recién podado, la yuca frita de la Calle Arce y el sonido de la rotativa en todo su vigor en Diario Co Latino.
Esos escritos abandonados son mi maquina del tiempo, mi escape al ayer para alimentar mi presente y darme una palmada para continuar con rumbo al mañana.
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