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El capitán Álvaro Saravia es requerido por la justicia, acusado del magnicidio de San Óscar Arnulfo Romero. Foto de referencia de una difusión roja emitida hace varios años en su contra por el mismo caso 1987.

Entrevista realizada por Diario Co Latino a Álvaro Rafael Saravia, vinculado al magnicidio de Romero

@DiarioCoLatino

El 6 de noviembre de 2006, Diario Co Latino publicó una entrevista realizada al excapitán Álvaro Saravia, en algún lugar de Centroamérica, quien está vinculado al magnicidio de Monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez, ahora San Romero de América. El capitán Saravia, en la entrevista, aceptó su participación en el magnicidio, en tanto que supo del hecho y “colaboró” con el motorista que condujo al asesino, además de la participación de Roberto d’Aubuisson, aunque dijo que había sido «una trampa», así como la participación de la oligarquía o «grupos poderosísimos», como lo prefirió identificar el excapitán del Ejército. Y dado que ayer el juez ordenó la captura de Saravia, Diario Co Latino reproduce la entrevista:

¿Quién era el capitán Álvaro Saravia antes del 24 marzo de 1980 y quién es ahora?

(Guarda silencio) Exactamente, son dos personas completamente diferentes. Mi vida la cambió ese día, el peso de lo que pasó, hasta hace 27 años casi. ¡Imagínese en dónde estoy! Pudiendo estar en otras posiciones, pero antes yo era un militar. Me eduqué como todos los salvadoreños ante la iglesia católica, porque antes no habían pastores… Estuve en los mejores colegios, primero en el Santa Catalina, en el Barrio San Jacinto; de allí me pasé al Santa María Goreti, en el centro de la ciudad; luego al Externado de San José, al Colegio Salvadoreño Alemán, después entré a la Escuela General Capitán Gerardo Barrios. Con suerte, me eligieron a mi para estudiar en la Fuerza Aérea Salvadoreña, estudié un año allí y después me mandaron a los Estados Unidos, Texas, a una base, a estudiar inglés por tres meses; después me mandaron a Pensacola, Florida, a estudiar al Centro Naval, allí saqué mis alas de piloto y regresé a la Fuerza Aérea. La Fuerza Aérea… La tropa mía era el avión, montarme al avión y volar.

… Así fue que transcurrió mi vida. Cuando decidí salirme de la Fuerza Aérea, un amigo mío… me dijo… Eso mejor prefiero ya no hablarlo, porque quién era Monseñor Romero, quién era Roberto d’Aubuisson, quién era el capitán Alvaro Rafael Saravia es parte el primer capítulo de mi libro…

¿Las memorias que usted quiere publicar?

Yo quiero que ese libro salga el 24 de marzo.

Del otro año

(Con un gesto de afirmación, nos indica que sí) Es que… 150 páginas ó 200 páginas…

¿Quiere decir que en ese libro usted va a explicar lo que pasó aquel 24 de marzo de 1980 y quiénes fueron lo que lo mataron?

Exacto.

Usted aseguró en una entrevista a un periódico de Estados Unidos que hablaría si tenía garantías. ¿No ha buscado esas garantías? O a otras instituciones, como los Derechos Humanos…

No quiero nada con ellos… No sé si usted ha leído lo de la Comisión de la Verdad, yo nunca en mi vida lo había leído, pero lo he deshuesado poquito a poco, para explicar cuál es mi responsabilidad en el hecho. La responsabilidad de haber dicho manejá ese carro… Allí hay una mujer, pero no quiero decir nombres, todo fue una trampa…

¿Una trampa contra usted?

No, para Roberto d’Aubuisson. Es que, ¿cómo cree usted que mi motorista de dos años no iba a saber todas mis intimidades? ¿Cómo se ponen a imaginar? Yo, como les dije, ¿por qué no le preguntaron al motorista quiénes lo había matado? ¿O que yo lo había bajado a matar? ¿Por qué no agarraron a 14 de nosotros? ¿Por qué no conocíamos al que disparó? Porque nos perdimos, de donde estábamos al Camino Real para la iglesia, yo no conocía. Porque él (motorista) no conocía tampoco, y fue el tirador el que lo llevó hasta allá (iglesia). Por qué el tirador no regresó donde nosotros, sino que se fue de donde salió… Mire vamos a implicar… doña (se refiere a la reportera). Por eso le digo, que cuando usted sepa de dónde salió ese tirador, mejor va decir vamos a traer una jaula y metámoslo porque a este lo van a querer matar.

Por eso, el temor a hablar

Es que sí es temor, ¡claro que sí! Pero, parte era lealtad verdad, porque es gente conocida, gente poderosísima…

Gente que todavía está en el gobierno, estuvo en el gobierno o tienen influencias

Tienen influencias totales ahorita. Porque a la otra contraparte que estuvo allí, ¿porqué no capturaron a alguien de ellos? ¡¿Porqué no?!

La Ley de Amnistía permite que esa gente esté protegida

La gente está protegida, pues sí; yo estoy protegido. Aún así, me jodieron a mí. Según lo que yo sé, les puede abrir un caso, ¡es difícil lo que yo estoy haciendo!

¿Usted no quiere que sólo el capitán Álvaro Rafael Saravia quede como uno de los implicados en el caso?

Es que, como le digo, a mí sólo me falta que me digan este es el asesino. Y gracias a Dios capturaron a este muchacho…

A su motorista

A mi motorista, de allí hubieran sacado todo. Yo hubiera podido lograr lo que él logró, pero no lo hice…

¿A su criterio fue injusto?

¡Mire, yo no le puedo dar esa respuesta, si fue injusto o no!

No, le pregunto, que si a su criterio fue injusta la condena que le impuso la corte de Fresno, California

Sí, fue injusta. Si hubiera declarado yo, si yo hubiera estado presente en el proceso, si yo me hubiera defendido con todos los términos que tengo, no hubieran dado esa resolución. Quizá hoy es un poco tarde para hablar, pero yo sé que los jueces federales de los Estados Unidos… están abiertos a cualquier negociación.

¿Usted no teme que ellos puedan estar defendiendo a parte de esta gente que menciona que está protegida?

¡Totalmente! Es que Roberto d’Aubuisson no estaba conmigo ese día, no estaba. Para que no me crean sólo a mí, por eso va aparejado con la legalidad; es que si yo sólo digo, ¿usted cómo va a saber? Pero, ellos mismo lo dicen allí. Entonces, me preguntan a mí y con quién estaba. Con cierta persona…

¿d’Aubuisson defendió a esta persona que fue la responsable?

¡Pues claro!

¿No fue d’Aubuisson entonces?

No… Fíjese bien que todo sale favorable para ARENA. Porque no fue (d’Aubuisson)… Yo me peleé con él mil veces por esta situación. Los dos tomábamos, verdad… El civil sacaba el pecho con eso… Yo sacaba mucho dinero con él, pero yo sabía las implicaciones, mi mujer me decía, ella me ponía contra la pared, ella me decía que me saliera, que estaba marcado para toda mi vida, los curas no iban a dejar las cosas así. Me decía que iba a tener esa presión por todos lados, él se hizo cargo, pero, ¡a saber de cuantas cosas! Mire, no son mil los que hemos matado, eran canastadas…

Ustedes fueron leales

¡Súper leales! Verdad, pero ahora con qué ganas lo voy hacer (hablar y señalar a los supuestos responsables).

¿Usted no se arrepiente de su amistad con d’Aubuisson?

¡No! Jamás. Tenía una relación muy buena. Nosotros nos juntábamos en Casa Presidencial. Sin saberlo, él estaba en Taiwán, yo estaba en la Fuerza Aérea y como a mi me conocía el señor presidente, porque vivíamos en la misma colonia, lo conocía perfectamente, porque yo era un cadete excelente; entonces, el hombre me conoció y compró un helicóptero, y me dijo que si me quería ir para allá, allí fue donde conocí a d’Aubuisson y él no me conocía a mí, a pesar que mi papá había sido secretario de Estado, había sido ministro de justicia, fundador del PCN y todo lo demás.

¿Su papá?

Mi papá. Todas las secretarias me conocían, las muchachas y todos me conocían. En esa fecha inició el gobierno móvil… Del gobierno nos dicen, llega don Carlos Pinto, lo voy a mencionar porque no tiene nada que ver. Me dice: “Don Alvarito, ya se ve que hay gobierno móvil, con quién te tocó andar a vos; yo sé con quién te tocó, con d’Aubuisson”. No pasaba nada porque estábamos de alta los dos. Luego me dijo que me iba a dar el mejor carro, el mejor motorista y en vez de ponerme una botellita de whisky’ te voy a poner unas tres botellitas más’. Es allí donde nos hicimos más amigos. Ahora quiero contarle cómo fue que entramos de baja los dos… Nos encontramos por casualidades de vida. Yo iba de jefe de seguridad donde mi papá, era el apoderado de la Cigarrería Morazán, allí me dijeron que hiciera mi propia empresa de seguridad y ‘una vez la hagas, te venís para acá’. En lugar de venir y buscar a mis hermanos me voy a la Policía de Hacienda, donde un compañero mío, a contarle que iba entrar a trabajar y que necesitaba un abogado. Entonces, me dijo que fuera donde fulano. Después, me dijo, si conocía a d’Aubuisson; sí, somos bien amigos, le dije, entonces me dijo que ya iba a llegar. Le dije ‘ya me voy’; entonces, me repitió que me quedara porque sólo amigos iban a llegar. Allí, fue donde caí yo, después no llegué a mi casa en 15 días.

¿Allí fue donde se planificó el asesinato?

No, no, no, no; eso fue mucho antes. Eso fue cómo yo me involucro en el movimiento Frente Amplio Nacional.

¿Ese movimiento era dirigido por d’Aubuisson?

El Frente sí, todo lo manejaba él. Porque él era el que abría todos los frentes; él era la única voz cantante, como le decían todos los ricos, el piquito de oro. Porque con quien hablaba, a ese lo convencía; tenía esa cualidad, era muy inteligente

¿Los escuadrones de la muerte estaban ligados a estos grupos o movimientos?

Es que tenemos que definir qué es un escuadrón de la muerte. Si hablamos de escuadrón de la muerte, así como lo pintan ellos, que era todo aquel que tenía un equipo de seguridad, ¡era un escuadrón de la muerte entonces! Pero, un escuadrón de la muerte tiene que tener autoridad para llevar a cabo acciones impunes, tanto en todo el mundo, como acá. Se puede salir disparando para allá, como acá, tranquilamente; que policía allá, que policía acá… Entonces, se tiene que enmarcar qué es un escuadrón de la muerte. A lo que le dicen escuadrón de la muerte, porque el que lo hace está bajo autoridad.

En ese tiempo no podíamos entrar a los cuarteles, así libremente; no sabíamos con quién estábamos tratando porque habían tanto de la izquierda como de la derecha, los oficiales y los jefes. A nosotros nos buscó un tiempo la Policía Nacional, nos buscaron en Guatemala. Guatemala nos dio recursos, bastantes, en Argentina… con quienes estuve, todo eso es antes.

Cuando usted narra lo que pasó en el ’80 y el ’87, existió alguna protección. ¿Quién lo protegió a usted?

Después supe un montón de cosas, que era Roberto d’Aubuisson quien me estaba metiendo la mano.

¿Por qué ARENA no lo siguió apoyando?

Nunca los he buscado, no quiero tener contacto con ellos, no me gusta; yo sé quiénes son cada uno de ellos.

Ya no hay gente de su confianza

No, no hay ninguno. Yo sé por qué caminos se fueron, sé lo que hablaron, sé todo lo demás. No me interesa en lo más mínimo.

El presidente Saca, en su momento, dio poca importancia a sus declaraciones

¡Qué iban a decir ellos, verdad! Por eso una amiga mía tuvo a bien en decirme que, si llevaba esta parte (el libro), con lo legal, va tener más credibilidad.

¿Por qué asesinar a Romero?

Quizá le va a parecer hasta idiota lo que le digo yo, porque si nosotros hubiéramos querido hacer esa acción, nadie se hubiera dado cuenta; si hubiera sido, pongámoslo en esa situación, planificado por un equipo verdaderamente… ¿usted cree que nos hubiéramos descuidado de un motorista, de una ruta, de no saber dónde nos encontrábamos, de ser todo improvisado?

Algo tan público

Tan público. ¡No sólo eso! De no medir las consecuencias a largo plazo, un equipo de investigación como era d’Aubuisson, que venía de Taiwán de estudiar guerra irregular, yo venía de la Argentina de estudiar cosas serias…. Sería ilógico. Ahora, el involucramiento de él era total.

¿Usted no conoció a la persona que disparó?

No, yo no lo conocí.

¿Fue un error cuando dio la orden de que llevaran el vehículo?

Sí. Yo tuve un pleito grande con alguien. Porque yo sólo dije que manejaran desde la casa donde estábamos al Camino Real, no del Camino Real a la iglesia… ¡Es que fue una chiquillada, pero bien hecha, que nos envolvió!

Pero, ¿era alguien de ustedes?

Era, era… era… Es que, cuando lo sepan… Él no tenía relación con nosotros; o sea, teníamos relación porque podíamos comunicarnos cuando nos veíamos, pero él tenía un equipo enorme… Allí es donde tal vez está involucrado el Estado… Pero eso lo dirá el libro.

¿Cuál sería su mensaje para la familia de Monseñor Romero, después de todo lo que pasó

Jejejeje… A la familia… Que existe en mí un arrepentimiento grande de haberlo hecho, desde que medí las consecuencias… Existe un arrepentimiento grande… Eso es lo que me motiva más.

Usted, aunque se lo hubieran pedido, ¿no lo hubiera hecho?

¡No, es que no soy tonto! Tengo mis debilidades como todo hombre, me entiende, más cuando había poder. Jamás se nos pasó por la mente, yo no se cómo es que d’Aubuisson dijo que le ayudaran a ese equipo. Es que, si nos ponemos a analizar ese tipo de situación, todos hubieran llegado a la conclusión de que no, eso es para toda la vida… Yo mismo… Yo podía analizar una cosa de esas porque no éramos topados de la mente.

¿Por el carisma de Monseñor Romero?

Exactamente. ¿Y que pasó? Eso le ayudó más a la guerrilla, nosotros no hubiéramos hecho eso… Ahora hasta lo van a canonizar.

¿Lo más difícil es la vida que lleva ahora?

En realidad, me gusta ya. Pero estoy con ese pesar de no poder hacer lo que quiero hacer, verdad. ¡Es tiempo! Se me está pasando tiempo, va a llegar un momento… Quizá el entusiasmo.

¿A usted lo motivó el encuentro que sostuvo con esa monja en una librería, como narra el Miami Herald?, ¿eso lo motivó a hablar?

Exactamente, esa monja fue la que motivó. No le he contado, la monja dijo: ‘a él (el capitán Saravia) en una venganza lo van a matar’.

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