Santiago/AFP
Paulina Abramovich
Los enviados especiales del papa Francisco a Chile, Charles Scicluna y Jordi Bertomeu, llegaron a Osorno, con la misión de reconciliar a la ciudad, fuertemente dividida tras la designación del obispo Juan Barros, acusado de encubrir abusos sexuales.
«Estamos aquí para comunicar una cercanía especial del papa con el pueblo amado de Osorno», dijo al arribar a la ciudad, Charles Scicluna.
Ubicada 900 km al sur de Santiago, Osorno vive desde hace tres años una profunda división entre los fieles de la Iglesia Católica, tras la designación por parte del papa Francisco de Barros como obispo de esa diócesis pese a las acusaciones de encubrir los abusos sexuales del influyente sacerdote Fernando Karadima.
Del día de su asunción, el 31 de marzo de 2015, data una de las imágenes más bochornosas en la historia reciente de la iglesia chilena: fieles enfrentados al interior de la catedral de San Mateo de Osorno.
Llevando globos y banderas negras, decenas de manifestantes ingresaron a la iglesia, mientras que adentro, otro grupo de feligreses con globos blancos le mostraban su apoyo al religioso, que abandonó el altar entre un tumulto e insultos.
El lunes, un día antes de la llegada a Chile de Scicluna y Bertomeu, el pontífice aceptó finalmente la renuncia de Barros, junto a otros dos obispos chilenos, abriendo el camino a la reconciliación de la comunidad religiosa de Osorno, en el inicio de la puesta en prácticas de las medidas «a corto, mediano y largo plazo» que prometió para renovar a la iglesia chilena.
«Estamos emocionados, porque durante tres años hemos estado trabajando para que esto se concrete, pero no nos sentimos vencedores porque todos hemos perdido mucho», dijo Juan Carlos Claret, vocero de la agrupación «Laicos y Laicas de Osorno», férreos opositores a la presencia de Barros.
«Es muy importante para nosotros escucharlos», le dijo Scicluna a un feligrés que se le acercó en el aeropuerto a pedirle que durante esta visita escuchen el testimonios de víctimas, según reproducen medios locales.
Proceso reconciliatorio
La elección de Barros fue cuestionada de inmediato por sus vinculaciones con Karadima, un influyente formador de obispos que el Vaticano declaró culpable de abusos sexuales en 2011, condenándolo a «una vida de oración y penitencia».
El caso denotó una de las mayores crisis que ha enfrentado en los últimos años la iglesia católica en Chile, con una ola de denuncias de abusos sexuales a menores, investigadas también ahora por la justicia civil, que el miércoles allanó oficinas eclesiásticas en Santiago y la ciudad de Rancagua, donde recientemente fueron suspendidos 14 sacerdotes tras denuncias de abuso sexual.
En este escenario, Scicluna y Bertomeu arribaron el martes a Chile, por segunda vez en cuatro meses, para escuchar nuevos testimonios de abuso sexual y prestar ayuda técnica a la Iglesia para enfrentar nuevas denuncias. Su misión especial, encomendada por Francisco, es reconciliar a la comunidad de Osorno.
«Lo que vienen hacer Scicluna y Bertomeu no es el final de un proceso, sino que es dar el puntapié inicial de un proceso reconciliatorio», sostuvo Claret.
Tras su arribo a Osorno, los enviados papales se reunirán por separado con algunas de las comunidades eclesiásticas en pugna, en reuniones que se extenderán el viernes y sábado y que incluirán también a miembros del clero local.
El domingo, ambos liderarán la eucaristía dominical en la Catedral San Mateo, un encuentro en el que pretenden reunir a todas las comunidades de la diócesis de Osorno y en el que esperan «iniciar un camino de reparación y reconciliación», de acuerdo a la convocatoria que emitió el arzobispado de Santiago.
Medios locales afirman que el propio Francisco podría enviar un mensaje de reconciliación a los fieles de Osorno.