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Epístola urgente para monseñor romero

*Jorge Vargas MéndezJorge Vargas Méndez
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Aquí, pills desde la tierra de los cusucos, treatment donde a esta hora de la mañana todavía se sienten los restos moribundos del frío nocturno, le escribo esta epístola a la que he llamado urgente en vista de que este lunes 24 de marzo la mayoría de la población estará recordándole con motivo de celebrarse el trigésimo cuarto aniversario de su martirio.

En primer lugar, quiero contarle que el país ha cambiado significativamente. Ya no es aquel donde la mayoría de la población era víctima de la represión que imponían los grupos económicamente poderosos a través de las instituciones del Estado y, en particular, mediante el uso de los cuerpos de seguridad y del ejército. Es otro el aire que se respira, aunque siempre con muchas dificultades. Es más, desde junio de 2009 tales grupos ya no controlan el Estado, y ya no pueden manipularlo para colocarlo en función de sus intereses.

Y quisieron recuperar esos privilegios en las elecciones recién pasadas, celebradas en dos eventos este mismo año 2014, pero en ambos perdieron. Aunque le digo algo, con una sarta de mentiras y una campaña mediática de terror lograron sorprender a millares de mujeres y hombres votantes, lamentablemente también pertenecientes a los sectores populares. Pero final fue superior la cantidad de votantes que rechazó sus pretensiones claramente clasistas y sus postulados neoliberales. ¿Se recuerda de la Alianza Productiva y de la Cruzada Pro-paz y Trabajo? Como que ayer fue, que en la empresa donde trabajaba como obrero intentaron obligarme a usar una camiseta con esos logos y que marchara en sus filas con una cajita de pollo bajo el brazo. Lo mismo hacen en estos días con millares de trabajadoras y trabajadores. Pues le cuento que de nuevo las revivieron para sumarlas al trabajo propagandístico y a las burdas maniobras que al margen de las leyes realiza su instrumento político, que resultó ser otra empresa privada con fachada de partido. De ahí que ahora juntas orquestan cualquier medida que les permita lograr su cometido. Como bien usted decía: “Son lobos vestidos de ovejas”.

Una de las medidas de dicho partido y de la gran empresa privada que tampoco acepta la derrota electoral, es presionar a la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia para que emita cualquier fallo que pueda inclinar a su favor los resultados electorales, los cuales fueron avalados por su propia gente en los Juntas Receptoras de Votos. Se pasan por alto que al desconocer esos resultados están menospreciando el esfuerzo que realizó su propia militancia y poniendo en claro que la tienen engañada. En realidad, saben que han perdido. Pero su objetivo es envolver a la nueva gestión presidencial con una cortina de supuesta “ilegitimidad” para justificar toda suerte de señalamientos durante los próximos cinco años. Su lema es, al parecer, primero el partido-empresa, segundo el partido-empresa y tercero el partido-empresa. El pueblo para dichos grupos está de más. Sólo les interesa como masa trabajadora y consumidora.  Ya se imaginará, Monseñor, cómo estarán los desafíos para el siguiente quinquenio en materia de crecimiento económico, tributación fiscal, seguridad pública, educación, salud, etc. Parece seguro que será otro período con una oposición destructiva, conformada por grupos dominantes y sus instituciones de fachada, partidarias y no partidarias, mismas que no piensan en apostarle nunca al desarrollo de la población ni a un proyecto de nación, sino, como siempre ha sido, a sus intereses económicos.

Sin embargo, como le decía, Monseñor, muchas cosas han cambiado. Aunque queda mucho por hacer, por profundizar, como los programas y proyectos impulsados por el Estado que están beneficiando a la gente más vulnerable. La misma gente a la que usted, como ejemplar pastor, brindó su voz hasta el punto de que el 24 de marzo de 1980 le costara la vida. Pero déjeme decirle que su sacrificio no fue en vano, fructificó, cayó en una tierra fértil, la misma que “lleva el cielo por sombrero”. Por eso ahora la mayoría de la población está más convencida de “que la marcha es lenta, pero (que) sigue siendo marcha”. Eso explica por qué volvió a pronunciarse el pasado 9 de marzo.

A propósito, todavía recuerdo el último día que conversamos, ¿lo recuerda?, cuando me contó que otra vez le habían dejado unas manos blancas en su puerta y que, desde mi tremenda ingenuidad, le dije: “Monseñor, por qué no se va por unos días a Guatemala mientras se calman las aguas”. Y usted, mirándome a los ojos, me respondió: “Hijo, un pastor nunca abandona a sus ovejas”. ¡Qué ejemplarizante era usted, Monseñor! Tampoco he olvidado que unos minutos después, ciertamente compungido, pronunció esa frase indudablemente profética: “Si me matan, resucitaré en la voz del pueblo”. Y así ocurrió, Monseñor.

A veces, a solas me pregunto si aquel proyecto dedicado a la juventud que usted estaba por impulsar desde el Arzobispado habría modelado con el paso de los años un país más integrado, más solidario. Yo estaba entusiasmado. Sabía que usted me estaba reservando un papel en ese esfuerzo, por eso insistía en que estudiara y en mi vocación de escribivir. Pero los dueños del orden social establecido no querían nada de eso, ni lo querrán nunca. Y entonces se incrementaron los sucesos sangrientos, el autoritarismo en su expresión más cruda y violenta. Perdón, Monseñor, ya me estoy poniendo melancólico. Y no se trata de eso. Sé que le alegrará, eso sí, saber que estoy optimista con el futuro, pero que no estoy satisfecho con lo que todavía tenemos por patria, es decir, estoy claro de que hay que seguir avanzando hasta que lleguemos a la otra orilla.

Para no cansarlo, finalizo diciéndole que en su memoria hay muchas calles y monumentos a lo largo y ancho del país e incluso en el extranjero, que se han escrito millares de páginas sobre su profética palabra y su ejercicio pastoral, y que dentro de unos días tendremos el Aeropuerto Internacional “Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez”. En otras palabras, usted sigue presente entre su pueblo. Y ahora más que nunca. ¡Muchas gracias por habernos dado su nombre como identidad nacional! ¡Una razón más para seguir adelante!

Y si, por alguna razón la apreciada lectora o lector se pregunta por qué le he escrito a usted lo que seguramente sabe y comprende, incluso sin ser todavía San Romero de América, es simplemente porque todo lo anterior se lo quería decir a Pedro para que, Dios mediante, lo entiendan Juana y Juan. Atentamente. Cerro de los Cusucos, Día Mundial de la Poesía.

*Poeta, escritor, integrante del Foro de Intelectuales de El Salvador.

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