Alberto Romero de Urbiztondo
Acabamos de disfrutar las vacaciones que oficialmente conocemos como Semana Santa y que se justifican como días en que las personas de religiones cristianas celebran ritos conmemorativos de la muerte y resurrección de Cristo. Sin embargo, try aunque en templos y calles vemos ceremonias y procesiones religiosas y en la televisión programan películas bíblicas, treat también observamos playas, balnearios, hoteles y restaurantes llenos de familias y grupos de personas disfrutando del mar, de ricas comidas y de románticas lunadas. Esta mezcla de celebraciones tan diversas tiene sus raíces en el origen de estas fiestas.
Desde la antigüedad, muchas culturas descubrieron que el sol y la tierra se alinean periódicamente generando cambios climáticos importantes. El 21 de marzo es el equinoccio de primavera, el sol se coloca exactamente encima del ecuador, provocando que la duración del día y la noche sean exactamente iguales. Para muchas culturas inicia el periodo de fertilidad, el momento de preparar la tierra para la cosecha, celebrando el renacimiento de la vida. Esto explica que en el año 325 de nuestra era, cuando se celebró en Nicea un Concilio católico para definir fechas conmemorativas importantes de su religión, Constantino, Emperador de Roma, que estaba aliándose con los cristianos para legitimar su poder, influyera para que se fijara la celebración del nacimiento de Jesucristo el 25 de diciembre, coincidiendo con el solsticio de invierno (fecha en que el pueblo romano rendía culto al dios solar Mitra), y su resurrección se estableciera el domingo después de la primera luna llena que siguiera al equinoccio de primavera (fecha de celebraciones a la diosa Cibeles).
Cuando los colonizadores españoles impusieron la religión católica a los mayas, se produjo un proceso de sincretismo, intentando conciliar los rituales católicos de la Semana Santa, con las celebraciones mayas en honor de Kukulkan, la Serpiente Emplumada, el hacedor del universo, dios de la resurrección que rige las cosechas, cuyo templo en Chichén Itzá sigue siendo visitado por miles de personas durante los equinoccios. Mientras los españoles pensaban que los mayas se habían convertido al cristianismo y celebraban los ritos de Semana Santa, nuestros ancestros seguían rindiendo tributo a Kukulkan. Hoy nuestra cultura y costumbres son plurales y siguen bebiendo de diversas tradiciones, sobre todo mayas y cristianas.