Carlos E. Vela
Ingeniero-científico
Salvadoreño-americano.
Desde Washington.
Todo país tiene la libertad de definir su destino como desee. Pero esta definición no puede responder a caprichos de gobernantes, sino a los intereses de su población. Estados Unidos es el país donde vivimos un tercio de los salvadoreños.
De acuerdo al censo de 2020 de EEUU y estudios de Pew Research Center, el 62% de la diáspora salvadoreña tiene ciudadanía americana, 43% ha nacido en los EEUU, un 19% tiene ciudadanía americana por naturalización. Agreguemos que un 19% tiene residencia permanente, un 10% está amparado por el TPS o DACA y otro 10% es indocumentado.
El 23% de los salvadoreños nacidos en EEUU obtiene un título universitario. La mitad de los salvadoreños en EEUU se ve a sí misma como “típicos americanos”. A partir de 1980s la diáspora salvadoreña ha fungido un papel importante en la subvención económica del país. En a la actualidad la diáspora contribuye 6,000 millones de dólares anuales, lo cual representa el 23% del Producto Interno Bruto (PIB). La diáspora ha sacado a flote la economía salvadoreña durante la pandemia y contribuido a su leve recuperación actual. El socio comercial principal y donante mayor de El Salvador es EEUU. No estar consciente de esta realidad, que une a El Salvador con EEUU, e incitar a la población, incluso a la diáspora, contra los EEUU, y tener relaciones tirantes con EEUU es una ingenuidad, equivalente a tirar al país y la diáspora debajo las llantas de un camión.
China una economía que se tambalea
En China, la producción económica aumentó un 4% en el último trimestre de 2021, desacelerándose con respecto al trimestre anterior. El crecimiento se ha tambaleado a medida que los compradores de vivienda y los consumidores se vuelven cautelosos. En Beijing, la construcción y las ventas de propiedades se han desplomado. La economía de EEUU, por su lado, creció el año pasado al ritmo más rápido desde la presidencia de Ronald Reagan, recuperándose con resiliencia de la recesión causada por la COVID en 2020. El PIB de la nación, su producción total de bienes y servicios, se expandió un 5,7% en 2021. Fue el crecimiento anual más fuerte desde 1984 luego de sufrir una recesión.
La economía americana terminó el año, de octubre a diciembre, creciendo a un ritmo anual robusto de 6,9%.
La recién pasada ley de recuperación de la infraestructura ya comenzó a llegar a los estados y se espera que el crecimiento económico continúe. Esta ley, por cierto, impactará positivamente al sector de la diáspora que labora en la construcción. El desempleo actual de 4%, considerado pleno empleo (“full employment”), también ha favorecido a la diáspora, ya que en su mayoría se ha dado en las industrias de la recreación y la hospitalidad, en los servicios profesionales y empresariales, en el comercio al por menor (“retail”), transporte y acopio en bodegas, todas áreas en las que trabaja, directa o indirectamente, buena cantidad de la diáspora. Esta situación generó un incremento en las remesas en 2021. Se espera que el aumento en la demanda de bienes de consumo provocada por la inversión estratégica en la infraestructura en EEUU tendrá un impacto directo en las exportaciones de El Salvador. De nuevo, podemos ver el vínculo estrecho de la economía americana con El Salvador, así como con el bienestar de la diáspora.
El endeudamiento chino
De acuerdo a un estudio de la Universidad de Texas en Austin, “China puede ser el acreedor del mundo, pero también está plagado de deudas. Entre la deuda pública y la corporativa, China es una de las grandes economías más endeudadas del mundo. Peor aún, sus bancos estatales están sentados sobre montañas de deudas incobrables y préstamos improductivos, particularmente en el sector inmobiliario. Y esto es solo en la superficie. Debajo se encuentra una cantidad asombrosa de deuda turbia, préstamos fuera de balance, productos de gestión de patrimonio y vehículos de financiación del gobierno local. En total, la deuda de China es considerablemente mayor de lo que parece a primera vista, y tan alta que algunos analistas creen que se encuentra en niveles peligrosos y que podría desbordarse, causando graves daños a la economía mundial”.
A finales de 2020, la deuda externa de China, incluida la deuda en dólares estadounidenses, ascendía a aproximadamente 2,4 billones de dólares (trillones en inglés). La deuda corporativa es de $27 billones, mientras que la deuda total del país supera el 300% del PIB.
Dado que el PIB de China ha crecido menos del 11% anual durante los últimos 11 años, su deuda está superando su crecimiento económico. El sector de construcción, altamente endeudado, ha sufrido muchísimo.
La Ruta de la Seda
China está invirtiendo miles de millones de dólares en puentes, instalaciones portuarias, ferrocarriles y carreteras en todo el mundo en su política de construir un cinturón económico que le brinde la oportunidad de desarrollo y lo convierta en un país tecnológicamente avanzado. Esta estrategia es denominada “La Ruta de la Seda”. Estos proyectos incluyen un puerto en Sri Lanka, un ferrocarril en Kenia y una nueva ciudad en Malasia, y hoy la oferta de un ferrocarril en El Salvador y Centroamérica, con una zona franca en nuestra costa. Es un esfuerzo por desarrollar un amplio mercado que dependa de China y así hacer crecer su poder político y económico.
La Universidad College of William & Mary, de Virginia, donde Thomas Jefferson estudió matemáticas, filosofía natural (ciencia) y filosofía política, calcula una inversión en los últimos 18 años, hasta finales de 2017, de 843 mil millones de dólares en 165 países. China argumenta que es su contribución al desarrollo del mundo. ¿Pero en realidad es así?
China un prestamista predatorio
China tiende a prestar en condiciones de mercado, es decir, a tasas de interés cercanas a las de los mercados de capital privado. Otras entidades oficiales, como el Banco Mundial, por lo general prestan a tasas de interés concesionarias, inferiores a las del mercado y con vencimientos más prolongados. Además, muchos préstamos chinos están respaldados por garantías, lo que significa que los pagos de la deuda están garantizados por los ingresos, como los que provienen de las exportaciones de materias primas o la infraestructura. En 2017 Sri Lanka se vio forzada a entregar un puerto a empresas propiedad del gobierno chino. En la actualidad, Uganda corre el riesgo de perder su único aeropuerto internacional y otros activos del gobierno por un préstamo que obtuvo en 2015, ya que Beijing rehúsa renegociar la deuda. Algo así puede pasarle a El Salvador, dado los préstamos que el presidente Bukele ha negociado con China.
Mientras los préstamos y donaciones de los EEUU siempre incluyen la transferencia de conocimiento y empleo para la fuerza laboral local, los préstamos y donaciones chinas para infraestructura son realizados con mano de obra y diseñadores chinos. Su política de “llave en mano” está diseñada para garantizar que la inversión regresa a China en forma de pagos a los contratistas chinos y para mantener el secreto industrial. Nada hay realmente gratuito ni se basa en un espontáneo afecto por nosotros.
China, eso sí, conoce el afecto de los EEUU hacia El Salvador y la diáspora, y por eso juega haciéndole regalos al país. Xi Jinping se toma fotos con Bukele revisando tropa, pero de eso a que China esté dispuesta a hacerse cargo del país, reemplazar a EEUU y entrar en conflictos con USA por El Salvador, eso está fuera de toda lógica racional. Los chinos son bastante más pragmáticos que eso.
Reorganización comercial entre bloques
Estamos ante el surgimiento de bloques comerciales parcialmente cerrados organizados geográficamente (EEUU, Canadá, México y Latinoamérica) o en torno a intereses histórico-estratégicos compartidos y valores políticos comunes (EEUU, la Unión Europea e Israel, India y países de la Cuenca del Pacífico Asiático). Lo que podríamos denominar “bloques de vecinos y amigos”. En la actualidad, dada la amenaza rusa en Ucrania y su interferencia digital en las elecciones en EEUU, así como el aprovechamiento de China durante la pandemia al acaparar bienes necesarios para combatirla, junto a su actitud cada vez más desafiante hacia los EEUU y el mundo occidental, si bien no se va dar un rompimiento con Rusia y China, lo cierto es que ni Rusia ni China figuran en ninguno de estos bloques.
Todo lo anterior nos lleva a la pregunta: ¿es China una apuesta de remplazo para El Salvador y Latinoamérica?
Una valoración realista, patriótica y de conveniencia concluye que El Salvador no debería reemplazar a EEUU por ningún otro país, y menos por China, en sus relaciones estratégicas y de amistad. Eso sería una política inviable y nociva, por no hablar de una auténtica locura. Si bien El Salvador debe estar abierto a tener relaciones de respeto mutuo con todo el mundo, tener una relación tirante con EEUU y amistosa con países dictatoriales como China, a expensas de los EEUU, es un absurdo antipatriótico. Solo una persona con limitaciones intelectuales, o un demente con intereses foráneos, se le podría ocurrir tal cosa.
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