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¿Es correcto pedir la salida de Castillo?

Isaac Bigio
Analista internacional
En vez de pedir la renuncia del primer presidente electo de la izquierda peruana o de que se adelanten elecciones, se debe demandar que él cumpla con sus promesas electorales y que se matarielice una nueva constituyente para reorganizar al país y discutir y resolver los problemas esenciales de los peruanos.
Hay mucha gente de orígenes obreros, populares e izquierdistas que se sienten desencantados por Castillo. Al menos 1 de cada 3 personas que votaron por él en la segunda vuelta ya no lo respaldan en las encuestas. Debido a ello y a una serie de errores y escándalos hay quienes, pese a reclamarse «progresistas» creen que es hora de pedir que el maestro renuncie o que se adelanten las elecciones. Examinaremos los argumentos.
Los partidarios del actual Gobierno recalcan que con Castillo se ha detenido la ola de muertos por el Covid gracias a un masivo programa de vacunaciones. El Perú, antes de esta administración, llegó a ser el país con más muertos de coronavirus por habitante en el mundo, pero ahora la tasa de fatalidades ha disminuido drásticamente.
También sostienen que la economía peruana es la que más viene creciendo, que se esperan pronto más de $US 50 mil millones en inversiones, que se ha logrado recuperar viejas deudas de grandes corporaciones morosas, que se han dado bonos para los más pobres, que el estado se viene descentralizando, que se ha puesto a Montesinos en una cárcel común, que se ha iniciado una segunda reforma agraria que no afecta la tierra, pero sí facilita el acceso al crédito, la tecnología y el agua, y que dólar ha bajado desde más de S/ 4.1 a menos de S/ 3.8.
Sin embargo, muchos de quienes votaron por quien fuese el primer campesino, profesor y sindicalista electo para ser Presidente se recuerdan de que él no ha cumplido con sus «palabras de maestros». En vez de decir que la constitución de Fujimori de 1993 es ilegal por haber sido hecha con una dictadura y tras un golpe y de restablecer la carta magna de 1979 o de haber llamado ya a una asamblea constituyente, Castillo sigue gobernando con la constitución fujimorista que el Congreso cada vez más modifica para recortarle sus prerrogativas, mientras que la recolección de firmas se da de manera desorganizada y descoordinada y el anterior Premier Valer sostuvo que durante este mandato lo más probable es que no se diera una nueva convención constituyente.
Castillo no ha renunciado al sueldo presidencial para vivir con uno de profesor, no ha hecho que sus chicos sigan estudiando en colegios públicos, no ha convertido al palacio de Gobierno en un museo para irse a vivir a un barrio popular, no ha aumentado salarios (siguen siendo los mismos que fueron aprobados al final del Gobierno de PPK), no ha renegociado los contratos ni re-nacionalizado empresas y ha abandonado sus iniciales planteos en favor del ingreso libre a las universidades o de abolir al Tribunal Constitucional y a la Defensoría del Pueblo, así como para que el pueblo elija jueces.
A más de 6 meses de castillismo la jornada laboral oficial sigue siendo de 48 horas semanales (pero extraoficialmente puede ser de más de 70 horas), cuando en otras naciones de 40 a 35 horas semanales, el sueldo mínimo no alcanza ni para pagar el alquiler y los servicios de un departamento en un barrio popular de Lima, precios de productos básicos se han disparado, las tarifas de agua, luz, telefonía y gas siguen siendo altas, persiste el hambre, la delincuencia y la corrupción (la misma que ha llegado a Palacio) y se sigue manteniendo la misma constitución fujimorista de 1993 y el mismo modelo monetarista neoliberal del último tercio de siglo.
El propio Castillo no se quiso reclamar de izquierda en su entrevista ante la CNN. El primer ministro Torres dice que son partidarios del libre mercado. Ambos rechazan cualquiera clase de estatización o choques con el FMI y el Banco Mundial (como antes pasó con los Gobiernos de Juan Velasco en 1968-75 y Alan García en 1985-90) y han conformado el único Gobierno «izquierdista» latinoamericano amigo y partidario de la OEA y de su Secretario General Luis Almagro. El propio Presidente venezolano Nicolás Maduro ha cuestionado a Castillo de ser un timorato que no quiere enfrentarse al
imperialismo o a la oligarquía (conceptos que se niega a utilizar el maestro).
Muchos antiimperialistas se sienten defraudados porque Castillo ha puesto a Julio Velarse para que haga un cuarto quinquenio a la cabeza del Banco Central de Reserva (BCR), pese a que él ha sido acusado de ser el garante del monetarismo, de los grandes bancos y de una de las tasas de intereses bancarias más desiguales del planeta, por sus excelentes relaciones con EEUU y el Presidente Jair Bolsonaro del Brasil, por haberse distanciado de su inicial mensaje presidencial anticolonialista, por haber renovado por un lustro más el acuerdo militar y económico con EEUU (USAID) y autorizar tropas extranjeras (incluyendo europeas y norteamericanas) para ejercicios bélicos conjuntos, y por negarse a plantear renegociar, suspender o anular el pago de la deuda externa.
Castillo y PL han demostrado que no le da mucha importancia a la clase obrera. En sus 2 primeros mensajes presidenciales Castillo la ignoró por completo. PL no ha querido participar ni promover las marchas contra las leyes antilaborales de Alva. Recientemente, los mineros de Austria han sido reprimidos con balas de goma, sin que el Gobierno o PL critiquen ello.
Además, Castillo se ha ido rodeando de una serie de tránsfugas y personajes que vienen de la derecha. A Ricardo Belmont (el primer alcalde de Lima que inició las privatizaciones y que luego ha perdido o querido competir en 7 elecciones candidateando con las más diversas camisetas partidarias) lo colocó brevemente como su asesor. A Daniel Salaverry (el exaprista que el fujimorismo lo puso como Presidente del Congreso) lo puso a cargo de Perúpetro (del cual tuvo que salir por concitar rechazo). A Carlos Jaico (quien informó su partido de derecha para querer ser Presidente y luego recibió menos de 500 votos como cabeza de lista para los Peruanos del Exterior por la Alianza Para el Progreso) le nombró como su asesor personal (reemplazando a Bruno Pacheco al cual se le encontró $US 20 mil en sus servicios sanitarios), pese a que Jaico había apoyado y justificado el golpe de los militares bolivianos de noviembre 2019 contra Evo Morales. A Héctor Valer, un ex aprista que ha pasado por más de media docena de partidos, que llegó a este Congreso en la lista del ultraderechista Renovación Popular de Rafael López Aliaga y que es el único parlamentario que ha pasado por 3 bancadas diferentes, le dio la tarea de ser Presidente de su Consejo de Ministros (PCM). A Alejandro Salas, un militante del derechista Somos Perú que ha tuiteado expresiones racistas, xenofóbicas, terruqueadoras y macartistas, le ha dado la cartera de Cultura, aunque no tiene experiencia en ese sector.
En el mininoticiero diario «La Encerrona», tan visto por muchos «progresistas», se han acusado a diversos ministros y personalidades del entorno presidencial como corruptos o ligados a diversas mafias (como las del transporte, las de las universidades privadas o las que dentro de la Policía o las FFAA no quieren que se toquen a muchos mandos).
Para los marxistas ortodoxos Castillo es un Gobierno reformista o democratizante que encabeza y defiende al Estado burgués y a su sistema capitalista con un modelo privatista, al cual no se le puede apoyar, pero hay que defender frente a todo intento de la ultraderecha para derrocarlo.
Renuncia o nuevas elecciones
Debido a todos esos problemas hay quienes piden desde la izquierda que Castillo renuncie o que se adelanten elecciones generales. ¿Cuán válidas son estas posiciones?
Si Castillo se va quien le debe reemplazar constitucionalmente es la vicepresidente Dina Boluarte. El problema con ella es que no es muy popular ni durante las elecciones encabezó ninguna manifestación. No tiene mucha legitimidad ante los ojos del electorado ni tampoco de los grupos de poder.
Ella, además, acaba de ser expulsada de Perú Libre, por lo que, en caso ella sucediese a Catillo podría contar con el veto de al menos una veintena de congresistas (la mitad de los 42-44 de la izquierda) y estaría obligada a acercarse a una derecha «moderada» que cada vez está prendida a los planteos fujimoristas de echar a la dupla presidencial para hacer que Maricarmen Alva pase de la Presidencia del Congreso a la de la República.
Si bien algunos izquierdistas moderados o liberales pudiesen preferir a Boluarte contra Cerrón y como substituto ante Castillo, ella no podría hacer un Gobienro estable y acabaría como una transición a un Gobierno de derecha emergido de una mayoría congresal derechista que la vacase.
La mayoría del Congreso no solo quiere vacar a Castillo y a Boluarte al mismo tiempo, sino, también, asegurarse quedar en sus puestos hasta el 2016 con lo cual solamente se adelantarían las elecciones presidenciales y cualquiera que fuese electo quedaría bajo la dictadura de este Congreso con todos sus artículos constitucionales modificados para que el jefe de Estado sea su prisionero. Esto implicaría que si el próximo Presidente no fuese del agrado del fujimorismo también duraría poco, al igual como pasó con todos los anteriores desde el 2018. En un sexenio el Perú pudiese llegar a tener al menos 8 presidentes, algo que podría ubicarlo en el libro Guinness de los récords por inestabilidad política.
Otra posibilidad es lo que propone el expresidente Martín Vizcarra que es la de adelantar elecciones generales tanto para la Presidencia como para el Congreso. Este es un escenario ideal para él pues, pese a que en 2021 fue el congresista más votado, no le han dejado posesionarse y cree que en nuevos comicios él pudiese lograr una buena bancada propia o hasta volver a Palacio. Vizcarra sabe que, de darse estos comicios, las izquierdas entrarían mal con la pesada mochila de haber fracasado, aunque es posible que la ultraderecha quiera aprovechar estas para revitalizarse (generalmente esta se levanta cuando hay un bajón de gobiernos zurdos en declive, tal como Francia usualmente lo ha demostrado).
Para que haya elecciones generales adelantadas hay 2 posibilidades. Una es que las convoque Castillo (o Boluarte, quien ha prometido renunciar si cae su número uno) y otra que sea el Congreso con su actual Presidenta Alva. El maestro chotano no va a renunciar al cargo porque sabe que desde la primera noche que se supo que él había ganado (domingo 6 de junio del 2021 en la segunda ronda) le han hecho de todo para impedir que llegue a Palacio.
Si Castillo es vacado el Perú no va a ser una tasa de leche. Se van a dar masivas manifestaciones de oposición. Boluarte no sería capaz de estabilizar al país. A ella también la quisieran sacar y si se logra un acuerdo para que ella adelante elecciones habrá el problema de sí también se dan elecciones congresales y si se mantiene la ley que impide la reelección inmediata de presidentes o parlamentarios, y todo ello mientras que Gobierno va a ser como una roca sobre un volcán en erupción.
Dictaduralva
El fujimorismo con sus aliados partidarios y los medios económicos, financieros y mediáticos que están a su disposición (que son los dominantes) no va a descansar hasta ver fuera de Palacio a los «plebeyos». Van a querer borrar todos los vestigios del
partido del lápiz.
Su meta es clara. Quieren imponer a alguien que venga de la derecha y de la élite de Lima en la jefatura del Estado. Por ahora, para ellos la mejor carta es la actual Presidenta del congreso Maricarmen Alva.
Alva fue la número dos de Alfredo Barrenechea en las internas de Acción Popular (AP) para lograr la nominación de dicho partido para las presidenciales del 2021. Ambos representaban al ala «aristocrática» y conservadora del belaundismo, la misma que fue derrotada por el centroizquierdistav Yohny Lescano. Alva abiertamente votó por Keiko Fujimori en la segunda vuelta y Barrenechea fue a mítines con los militares para pedirles que hagan un golpe y un Gobierno conjunto cívico-militar.
En AP Alva pertenece a la fracción de Manuel Merino, quien el 10-15 de noviembre del 2020 fue puesto en la presidencia de la república a través de un golpe parlamentario impulsado por el fujimorismo y la derecha. Merino solamente duró 5 días debido a las grandes marchas masivas de oposición, las cuales, pese a la pandemia y a la represión (que desataron 2 muertos), terminaron obligándole a dimitir.
El fujimorismo quiere transformar a AP en un partido que hoy ya solo llegue al Gobierno mediante golpes congresales y acción cupular. Todos sus últimos presidentes del Congreso que han tenido tras el fin del último Gobierno de Fernando Belaúnde (1980-85) han terminado en la Presidencia (Valentín Paniagua en 2000-2001) y Merino (2020).
Si Alva sigue ese camino va a despedazar y desacreditar a AP. Su Secretario General Mesías Guevara y su excandidato presidencial Lescano terminarían rompiendo con ella arrastrando a gran partido del partido y de sus congresistas.
Alva estaría obligada a hacer un Gobierno similar al de Jeanine Añez en Bolivia. Alva y Añez tienen muchas cosas en común: un apellido de 4 letras que empieza con la misma inicial, gustar vestirse a la moda y teñirse el pelo de rubio, despreciar a los indígenas y querer derrocar a las izquierdas acusándolas de ser «comunistas» o «terroristas».
Añez en su primer mes tuvo más muertos que días de Gobierno. El no haber sido electa, sino impuesta en el cargo generó tan gran resistencia que al final el Movimiento Al Socialismo (MAS) que había ganado las elecciones de octubre 2019 con el 47% de los votos retornó a Palacio con más del 55% y una mayor mayoría congresal.
Vizcarra tiene razón cuando dice que Alva va a ser una versión femenina de Merino, pero también va a ser la versión pituca limeña y en esteroides de lo que fue la «camba» Añez. Con Alva van a ser inevitables una serie de masacres. El Primer Ministro Aníbal Torres ha advertido que las masas van a bajar desde los cerros, especialmente del centro y sur del Perú, para oponerse a cualquier golpe. Los conflictos sociales no van a tener un interlocutor (como el actual) y se va a agigantar.
Si Castillo es el primer Gobierno peruano en década que no ha matado a ningún manifestante, Alva va a regar de ataúdes al país. Ya se ha visto como ella, pese a ser presidenta del Congreso, maltrata a sus propios trabajadores agrícolas (un centenar de ellos fueron intoxicados por su propia empresa y luego descubrieron que no gozaban del seguro médico por el que aportaron) y luego ha querido reducir aún más las paupérrimas condiciones de los asalariados peruanos con proyectos de ley donde hacía que la jornada de media semana se aumentase de 20 a 24 horas, que se facilitaran aún más las posibilidades de ser despedidos o de que se eliminasen gratificaciones.
Se debe esperar cualquier clase de maltratos a la gente así como ella ha maltratado a tantas personas, desde el Presidente saliente (Francisco Sagasti, a quien no le permitió entrar a la ceremonia de transferencia de mando el 28 de julio del 2021 y ya se había colocado la banda presidencial sin esperar la que él le iba a dar, tal como manda el protocolo) o al actual (a quien le hizo un gesto de desprecio y rechazo a su saludo como diciéndole que ella era una gamonal cajamarquina y Castillo un peón emancipado por la reforma agraria que ella se opuso), hasta, hace unos días, a la alcaldesa de Ocoña, a quien le dijo que se callara pues estaba en «su Casa» (pese a que el Congreso es la casa de todos los peruanos y ella allí es solo una autoridad que se debe a sus electores), o a un periodista de ATV por atreverse a cubrir esa noticia.
Alva va a ser una prisionera de Keiko Fujimori quien siempre dijo que iba a gobernar con una democracia dura (dictadura). Como ella exclusivamente llegó a su curul en el puesto 25 de Lima y con solo 25 mil votos (mientras que Castillo tuvo más de 300 veces ese caudal y ha sido el primero en la cuenca pacífica sud y centroamericana en superar los 8,8 millones de sufragios) su falta de credenciales democráticas es absoluta. Va a concitar un enorme rechazo, particularmente en las provincias, mayor que el 80% de desaprobación que hoy tiene el Congreso en las encuestas.
Alva va a querer seguir modificando a la carta magna para incluir, tal como ella lo ha planteado, la reelección indefinida de congresista (que hoy, tras un referéndum, solamente puede ser por un mandato) o la bicameralidad (también rechazada por ese mismo referéndum). Todos esos cambios, así como sus intentos de favorecer a los grupos de poder y al fujimorismo a quien sirve va a acentuar la indignación popular y la posibilidad de que el país entre a una crisis mayor que la que se dio con Merino, la cual, incluso, podría desembocar en elementos de guerra civil con levantamientos en distintas regiones.
Alva va a querer que el Congreso actual finalice en el 2026 con la posibilidad de reelegirse, mientras que las presidenciales han de poder ser constantemente aplazadas (siguiendo la misma táctica de Añez). Las dos «rubias» se convertirían en las primeras mujeres en haber llegado a la presidencia tras un golpe parlamentario y ambas podrían acabar siendo echadas o puestas bajo rejas por rebeliones populares.
Asamblea constituyente, ya
Hay quienes dicen que no quieren ni a Castillo ni a Alva, sino que todos son lo mismo y que todos se vayan. Empero, no es así. La oligarquía blancoide de Lima no piensa así y no quiere tolerar que gente que viene de la pobreza andina mande el país ni les impida con sus prácticas de corrupción. Esta no es una disputa entre dos fracciones de la misma élite dominante y detrás de esa pugna hay intereses en conflicto.
Tenemos ahora una contradicción entre dos poderes: un Ejecutivo liderado por una centroizquierda de orígenes andinas y con el primer presidente sindicalista y exdirigente huelguista del Perú y un Legislativo derechista y pro-fujimorista que no le deja gobernar. Tarde o temprano uno de esos dos poderes debe imponerse. Por el momento el parlamento va estableciendo una dictadura.
Castillo podría cerra el Congreso, pero carece de los instrumentos legales para hacerlo. No puede repetir lo que Fujimori hizo 30 años atrás el 5 de abril de 1992 cuando mando tanques al Congreso y a la Judicatura para luego disolver al poder legislativo, purgar al judicial y llamar a una constituyente. Los EEUU entonces lo toleraron con cierta resistencia debido a que Fujimori les garantizaba que él iba a derrotar al «terrorismo senderista». Las FFAA estuvieron del lado del Presidente de entonces quien había aplicado el shock más neoliberal y privatizador de nuestra historia.
Hoy ni EEUU ni la UE ni las FFAA van a avalar un cierre del Congreso. Al Presidente le han ido quitando las atribuciones constitucionales para hacer ello y él siempre ha dicho que no quiere ese camino. La única forma que tiene para embestir contra el Congreso es con grandes movilizaciones de masas. Las calles sí pudiesen forzar la caída de la dictadura congresal.
Castillo urge convocar a una Constituyente plenipotenciaria, la misma que debería tener plenas facultades para reorganizar al país y por ello esta tendría más facultades que el actual Congreso. Alva no quiere eso pues gusta que el parlamento que domina se irrogue tareas de cambio constitucional para lo cual no fue electo.
Si tanto quieren mi caída, Castillo podría replicar que él está dispuesto a que se dé un referéndum donde se incluyan varias preguntas: si quieren o que el presidente renuncie, si el Congreso debe o no ser disuelto, si se debe convocar o no a una constituyente, si se deben aumentar o no los salarios, o si se deben controlar los precios o no, si se deben renacionalizar o no la Repsol, el gas y otros recursos naturales.
También Castilllo pudiese organizar una consulta popular voluntaria y no vinculante a la catalana para que la gente vaya a votar por esas preguntas como una forma de presión.
Sin embargo, la clave es la movilización de las masas.
Castillo ha pensado que para sobrevivir debe girar a la derecha y estar haciendo concesión tras concesión. Le han hecho ver que el ser un sindicalista y un ex dirigente de una huelga es un bemol, cuando es su principal fortaleza. La razón por la cual él ganó las elecciones frente a todo el descomunal aparato mediático y el clima de guerra civil lanzado por el fujimorismo fue debido a que él se entroncaba con las masas más pobres para querer expresar su voz. Así debe gobernar.
Si Castillo no quiere ser golpeado debe apelar a esa movilización y, por ende, aplicar un programa de medidas que apasionen a las masas. He aquí algunas:
* Cumplir con bajarse el sueldo presidencial y tener un control abierto de todo lo que pasa en el poder. Eliminar todas las argollas y a «concejeros» con sus propios intereses particulares.
* Aumentar sueldos para dar paso a un salario que cubra la canasta familiar y que se reajuste de acuerdo al alza de precios.
* Establecer la jornada laboral de solo 40 horas (sin merma de salarios) para así dar plazas a los que buscan empleo.
* Distribuir millones de canastas familiares cada semana, quincena o mes a los más humildes. En estas se colocarían alimentos, vitaminas, aceite y productos esenciales a precios muy bajos gracias a que el Estado les compraría directamente a los campesinos y productores los frutos de su labor. Con ello beneficiaría a los consumidores y productores, avanzaría hacia el «hambre cero», y haría que haya una presión para una baja generalizada de precios. Para garantizar estas canastas la población se organizaría para supervisar su distribución y evitar mafias, con lo cual se avanzaría a una mayor democratización y a que haya masas interesadas en defender activamente el proceso frente al golpismo.
* Al mejorar los salarios y dar estas canastas familiares se ampliaría el mercado interno y la capacidad de compras de las mayorías, algo que beneficiase a los que fabrican muebles, zapatas, ropas, artefactos, casas y otros bienes pues la gente tendría un mayor excedente para gastar en esos rubros.
* Acabar con la delincuencia y la corrupción mediante más rondas campesinas y urbanas democráticas (las cuales en las distintas ciudades pueden tener otros nombres o connotaciones). Unir a estas y a los reservistas también para defender la democracia contra el golpismo.
* Renegociar contratos y el pago de la deuda externa, para que así haya más dinero para invertir en escuelas, hospitales, caminos, postas, hospitales, etc.
* Bajar los precios del gas, luz, telefonía y otros servicios bajo estrictos controles o planteos para volverlos a poner en manos públicas.
* Renacionalizar a quienes han destruido la costa de Lima y Callao y hacer que la Pampilla y otras propiedades de la Repsol, así como el gas y otras empresas estratégicas, pasen a manos públicas y sean controladas por quienes las producen y por sus consumidores.
* Demandar que todos los congresistas puedan ser revocados y que no ganen más que 4 veces que el sueldo mínimo (tal como pasa hoy en Londres con un Gobierno conservador).
* Traspasar a los exdictadores Alberto Fujimori y a Morales Bermúdez (condenado a cadena perpetua por la corte suprema italiana) a cárceles comunes, como las que tiene Montesinos.
A este Gobierno no le queda mucho tiempo. No puede seguir perdiendo el tiempo ni buscando más y más compromisos con una derecha cada vez más influenciada por el fujimorismo y más proclive al golpismo. Solo mostrando la fuerza de las masas se les ha de obligar a retroceder.

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