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¿Es el Papa Francisco un marxista?

Oscar A. Fernández O.

Primero fueron sus críticas a la “obsesión” de la Iglesia católica con el aborto y los gays. Luego su condena al “capitalismo salvaje” y a la “dictadura de la economía”. Y por último sus palabras sobre la responsabilidad del hombre en el cambio climático. Mucho antes de que el Papa Francisco iniciara la gira que lo lleva este martes a Estados Unidos, no rx muchos políticos y críticos estadounidenses de tendencia conservadora, ailment ya habían expresado abiertamente reservas sobre el pontífice.

Esta parece ser la realidad para muchos que tildan de comunista al Papa Francisco por las declaraciones “anticapitalistas” en sus últimas exhortaciones apostólicas. En Estados Unidos, stuff los medios imperialistas dedican sus programas a criticar la posición del Papa respecto al capitalismo y a la desigualdad que este genera.  La polémica ha tomado cierta fuerza y la pregunta de estos medios ideológicos es ¿el Papa es un marxista?

Es muy probable que para los defensores fanáticos del neoliberalismo cualquier crítica al sistema merezca la etiqueta de “marxista.” Marxista, comunista y últimamente populista, son palabras que han sido casi vaciadas de contenido por la derecha, aplicándola a todo lo que básicamente no les gusta. Ciertamente es esto lo que ocurre con el Papa Francisco,  ¿o existe algo más profundo?

La coincidencia y algunas veces similitud de las significativas frases de Bergoglio con algunas tesis marxistas, llaman sin duda la atención y pueden permitirnos la pregunta de si ¿el Papa Francisco es un marxista?

La pregunta es complicada, ya que deberíamos partir por definir qué es ser marxista. Pero interpretaciones de Marx hay tantas como de la Biblia, y lo que en la práctica se ha llamado marxismo ha sido bastante variadas. Podemos llamar marxista a toda aquella interpretación de la realidad que está influido por las teorías económicas, políticas y sociales de Karl Marx, más allá de si esas personas concuerdan entre sí o no. La historia ha dejado más que claro que esa concordancia no ocurre y el mismo Marx fue cambiando un poco sus teorías.

El mundo académico norteamericano tiene una distinción que puede ser útil: existen los “marxists” y los “marxians”, que podría traducirse como marxistas y marxianos. Con marxistas se refieren a un grupo específico de partidarios políticos que comparten la agenda revolucionaria de Marx y los comunistas. Marxianos, en cambio, vendría a identificar a aquellos que estudiando a Marx encuentran que tiene algo que aportar a nuestra comprensión de la sociedad contemporánea, pero sin llamar a la revolución y la disolución del capitalismo. Se podría decir, a grandes rasgos, que comparten su diagnóstico pero no su solución.

Es en este segundo sentido, que podemos clasificar al Papa Francisco como “marxiano”. Seria claramente una exageración llamar al Papa comunista, o siquiera pensar que tiene mucho en común con los socialismos actuales, pero hay algunos puntos de su primer texto apostólico en que la convergencia con Marx es evidente. Por supuesto, no sabemos si el Papa ha leído a Marx, pero queriéndolo o no, ha tocado varios de los puntos más importantes de su teoría sobre el capitalismo: pauperización creciente, alienación, falsa conciencia, fetichismo, dialéctica y crisis.

Marx señaló que la característica más inmediata del capitalismo es la pauperización creciente de la mayor parte de la población, a la par con una reducción del número de “magnates del capital” (El Capital, Libro 1). El proletariado, esa clase que sólo cuenta como recurso su propia fuerza y la de su prole (de ahí el nombre), vive en la miseria y explotación, ya que el capitalismo mantiene los sueldos al mínimo de sobrevivencia. Para el proletariado el trabajo no dignifica ni permite surgir, sino sólo sobrevivir.

Critica igualmente el Papa que en la economía actual “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz”. “La mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas. Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca dignidad” sostiene en sus exhortación (Evangelii Gaudium), agregando que “este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera”.

Un segundo aspecto fundamental de su advertencia clave, es la alienación. Dice Marx que el capitalismo causa una distorsión en la naturaleza humana, quedando ésta reducida a ser recurso, ya sea como fuerza bruta o como capacidad de hacer funcionar una máquina. Critica el Papa que hoy “se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”  “Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta”, dice el Papa, “se ha desarrollado una globalización de la indiferencia como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe” (Op. Cit)

En palabras marxistas, esto se debe a una falsa conciencia o ideología, que en nombre del desarrollo justifica inequidades o privilegios, e incluso hace olvidar al explotado que es sujeto de explotación. O como dice el Papa, “nos anestesia.”

A continuación, señala el Papa que una de las causas de esta situación es que hemos convertido al dinero en un fetiche. “Hemos creado nuevos ídolos, la adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y la dictadura de la economía sin un objetivo verdaderamente humano”. En el l tomo I, capítulo 1, de El Capital, Marx se centra “El carácter fetichista de la mercancía y su secreto”, donde explica el carácter oculto de la mercancía, aquello que se produce para vender. La forma mercancía transforma las cosas en fetiches; creaciones humanas que sin embargo controlan a los hombres, como dioses en su olimpo.

Pareciera que todo tiene un sentido superior a nosotros, critica Marx, en que los hombres no tenemos nada que decir, sino seguir reglas económicas que han sido equiparadas con las de la naturaleza. Pero la verdadera racionalidad económica, señala Marx, no es controlada por un poder “ciego”, sino que está en ser supeditada a la naturaleza humana. Esta naturaleza incluye necesidades básicas, pero sólo superando esas necesidades encuentra el hombre su verdadera libertad, no puede florecer mientras se encuentre atrapada en la necesidad (El Capital-3)

Asimismo, señala el Papa que la economía “ha instaurado una tiranía invisible, a veces virtual, que impone de forma unilateral e implacable sus leyes y sus reglas”. Señalando que “no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado” (…) “la economía, como la misma palabra indica, debería ser el arte de alcanzar una adecuada administración de la casa común, que es el mundo entero”

Finalmente, la teoría dialéctica marxista señala que el capitalismo esconde su propia destrucción. La apuesta de Marx es que la pauperización permanente estanca la demanda y causa sobreproducción, se pasa a la crisis y luego viene la revolución. Esta idea es el centro de la dialéctica marxista: cada sistema de producción esconde las contradicciones que amenazan su destrucción. El Papa parece concordar con Marx en esta lógica dialéctica, cuando señala que “se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres, pero sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión”.

Durante una conversación, con el experto en El Vaticano, Andrea Tornielli, éste le preguntó al Papa sobre las críticas que suscitó la exhortación apostólica del pontífice argentino, “Evangelii Gaudium”, en los sectores ultraconservadores como el de Estados Unidos, que la consideraron “puro marxismo” por las denuncias del Santo Padre al capitalismo desenfrenado. “La ideología marxista está equivocada, pero en mi vida he conocido a muchos marxistas buenas personas, por eso no me siento ofendido”, contestó el obispo de Roma.

En realidad, creo que aunque la influencia marxista en el pensamiento del Papa es clara, no es Marx su maestro referente. Pero claramente tampoco lo son Milton Friedman ni Friedrich von Hayek, como bien podría decirse de alguno de sus antecesores.

Difícilmente un Papa va a llamar a apoyar una ideología que es, esencialmente, su competencia.

El Papa no llama en su carta a la socialización de la economía por medio de la producción estatal, sino más bien a una economía de mercado mayormente regulado y con su centro en la equidad. Sin especificar, el Papa llama a renunciar a la autonomía absoluta de los mercados, regular la especulación financiera, generar programas y mecanismos orientados a una mejor distribución del ingreso, y una política integral hacia la pobreza, que supere el mero asistencialismo.

¿Cómo se lleva esto a la práctica?, aún queda por ser determinado. Mi opinión es que será prácticamente imposible esa vía, porque como asegura el intelectual marxista Allan Woods: “Pedirle al capitalismo que sea humano es como pedirle a un tigre que coma lechuga y deje de comer carne”. Sin embargo, la posición del Papa, que se sustenta en la Doctrina Social de la Iglesia, sobre la dignidad de todos los seres humanos y de que la persona es el sujeto, principio y fin de toda la actividad política, económica y social, es perfectamente válida y defendible por todo aquél que tenga una chispa de conciencia social.

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