Howie Hawkins
Solidarity / Viento Sur
El eterno sueño de la izquierda de un abandono masivo del Partido Demócrata por parte de los progresistas para formar un tercer partido de izquierda nunca se ha realizado desde los días de Eugene Debs, quien lanzó este llamamiento a los Demócratas progresistas en 1904: “¿Adónde pueden acudir estas personas progresistas si no es al Partido Socialista? Ahora no tienen partido y el único partido demócrata genuino en liza es el Partido Socialista, y todo Demócrata verdadero debería dar las gracias a Wall Street por hacerle salir de un partido que solo es demócrata por su nombre e ingresar en otro que es demócrata en los hechos.” Es el mismo llamamiento que hace Jill Stein, del Partido Verde (www.jill2016.com), en 2016 a los seguidores de Bernie Sanders que no las tienen todas consigo ante la perspectiva de votar a Hillary Clinton. Más que en la mayoría de los ciclos presidenciales, hay motivos para esperar un abandono masivo en 2016. La campaña de Sanders ha demostrado que existe una base masiva para un partido independiente de izquierda.
Durante décadas, los sondeos de opinión muestran un apoyo mayoritario a políticas como el seguro de enfermedad público y universal, el comercio justo, aumento del salario mínimo, bajas de maternidad y paternidad pagadas, ampliación de las prestaciones de la seguridad social, regulación de la actividad de Wall Street, energías renovables, inversión en infraestructuras, transparencia de los gastos de campaña electoral y fiscalidad progresiva. La campaña de Sanders ha demostrado que millones de personas votarán a un candidato que defienda una plataforma económica progresista. La campaña está ayudando a esta mayoría silenciosa a encontrar su voz en el terreno electoral, especialmente entre los sectores más jóvenes, lo que es un buen presagio. Dicha campaña también ha revelado que el 99 % tiene la capacidad y la voluntad de financiar la campaña con pequeñas aportaciones de millones de personas en cantidad suficiente para competir con los grandes donativos de los ricos.
Sanders no ha recaudado tanto dinero como los candidatos financiados por empresas si se incluyen los fondos de “dinero negro” obtenidos indirectamente, pero sí lo suficiente para llegar a los votantes con una ofensiva terrestre de organización sobre el terreno y sendas incursiones aéreas a base de anuncios de campaña. Hay gente y hay dinero. La cuestión para la izquierda independiente es cómo sacar a esta base del Partido Demócrata. Demasiados activistas de izquierda plantean esta cuestión proponiendo formaciones de transición que intenten trabajar tanto dentro como fuera del Partido Demócrata. Esto ya se ha intentado muchas veces y de muchas formas, y ahora numerosos seguidores de Sanders volverán a intentarlo. Todos los movimientos históricos de reforma del Partido Demócrata acabaron neutralizados como agentes del cambio dentro del partido. El precio de la participación en comités del partido, comisiones de campaña y elecciones primarias y en los debates internos es el de renunciar a las alternativas externas. Este es el precio que ha pagado Sanders para participar en las primarias y los debates de la campaña del Partido Demócrata.
Creo que hay una manera más sencilla y directa de atraer a los Demócratas progresistas a un partido de izquierda independiente: construyámoslo y vendrán. Un abandono masivo del Partido Demócrata ha de contar con un lugar viable y seguro al que acudir. Si hubiera una masa crítica de partidos de izquierda efectivos e independientes a escala local y estatal, los progresistas del Partido Demócrata verán la política independiente como una alternativa práctica. Mientras no hagamos esto, la mayoría de los progresistas seguirán votando a la defensiva por los socialdemócratas –eso sí, procapitalistas y militaristas– del Partido Demócrata para parar los pies a los militaristas procapitalistas socialmente todavía más reaccionarios del Partido Republicano.
No perdamos la oportunidad
Según un sondeo del mes de abril, uno de cuatro seguidores de Sanders dijo que no votaría a Hillary Clinton, de manera que la izquierda independiente tiene una gran oportunidad en 2016 para reclutar nuevas fuerzas significativas a favor de una política de izquierda independiente. El primer paso inmediato consiste en animar a estos “sanderistas” a apoyar la campaña del Partido Verde a favor de la candidata Jill Stein. Hasta cierto punto, la campaña de Stein seguirá defendiendo las reivindicaciones de Sanders, y otras más, en las elecciones generales. No obstante, cualquiera que sea la influencia que pueda tener la campaña en el debate político en 2016, también hay que tener en cuenta el objetivo más duradero y muy práctico de asegurar la posibilidad de presentar candidaturas en más Estados. Esto sentará las bases para futuras campañas locales en elecciones municipales, comarcales, estatales y federales, en las que la “revolución política” pueda continuar con candidatos en las listas de los Verdes para incidir en el debate y muy posiblemente salir elegidos.
El Partido Verde comenzó la campaña con listas en 21 Estados. Espera que el final cuente con listas en más de 40 Estados donde reside más del 85 % del electorado. Este partido ha participado en sendos juicios en Georgia, Oklahoma y Pensilvania, donde ha logrado rebajar el número de firmas necesarias para presentarse este año a las elecciones en dichos Estados. Contar con una lista en Georgia supondrá un importante avance para la izquierda en el sur de EE UU. En Carolina del Norte es donde hoy por hoy el listón está más alto, pues hacen falta 89 366 firmas. Los Verdes no escatiman esfuerzos para conseguir las firmas, o al menos para reforzar la base de apoyo en su juicio contra los requisitos injustos para presentarse a las elecciones.
Un 5% de los votos en la elección presidencial federal supondría que el Partido Verde recibiría unos 10 millones de dólares de financiación pública para la elección presidencial de 2020. Si los Demócratas representan aproximadamente a la mitad del electorado Demócrata, y si el 20% de los seguidores de Sanders votan por Jill en vez de Hillary, los Verdes pueden obtener el 5% de los votos de todo el país. La obtención de financiación pública y la proliferación de listas de los Verdes son objetivos prácticos que están a nuestro alcance y que vale la pena perseguir.
El paso siguiente, más allá de 2016, consiste en transformar los comités de campaña de Stein que no están basados en organizaciones del Partido Verde en partidos locales que intervengan en asuntos locales y presenten candidaturas independientes. Un partido de masas de izquierda no comenzará con una gran conferencia fundacional nacional. Este será el paso final para unificar un movimiento por un tercer partido que se construirá ciudad a ciudad, pueblo a pueblo, comarca a comarca y Estado a Estado. Los Verdes, otros terceros partidos de izquierda y, desde luego, la carrera de Bernie Sanders anterior a este año, demuestran que esto es posible y puede replicarse en la base por todo el país.
Llenar un vacío
La mayoría de terceros partidos que han tenido éxito se han formado en zonas con una amplia clase media progresista, basados en las “profesiones propicias”, como maestros, trabajadoras sociales y enfermeros en ciudades universitarias (Madison) o escoradas a la izquierda (Kshama Sawant en Seattle), Estados progresistas (Partido Progresista de Vermont) y la mayoría de las ciudades grandes y pequeñas en que más de 100 Verdes ocupan cargos electos en todo el país. Esta base demográfica es el principal factor que explica el apoyo a los Verdes en Europa, donde movilizaron a muchas personas en torno a reivindicaciones pacifistas y ecologistas cuando la izquierda socialdemócrata abandonó este terreno y se derechizó en cuestiones de política económica en la era neoliberal.
Los Verdes estadounidenses también han demostrado que son capaces de llenar un vacío derivado de la ausencia de un partido socialdemócrata en EE UU, además del vacío dejado por la actitud antiecológica y militarista de Demócratas y Republicanos. En Richmond, California, Gayle McLaughlin, miembro de la Alianza Progresista de Richmond, es concejal por los Verdes desde 2004 y ha sido alcalde en una ciudad obrera en la que más del 80 % de los habitantes son negros, derrotando a los candidatos Demócratas financiados por la petrolera Chevron, que tiene una gran refinería en la ciudad.
Syracuse, donde vivo yo, es una ciudad industrial en la que, como en la mayoría de ciudades, mandan los intereses inmobiliarios a través de una maquinaria Demócrata favorable. Debido a una fuerte segregación racial y de clase, Syracuse tiene la mayor concentración de negros y latinos pobres y la quinta mayor concentración de blancos pobres de todas las áreas metropolitanas de EE UU. Allí hasta hace poco no había salido elegido ningún Verde, pero yo obtuve el 48 % de los votos en unas elecciones municipales y en 2015 los cinco candidatos Verdes obtuvieron entre el 25 % y el 35 % de los votos. Los Verdes son ahora el segundo partido del municipio, la principal oposición a los Demócratas.
Los obstáculos estructurales a que se enfrentan los terceros partidos –escrutinio mayoritario, elecciones municipales apartidistas, dificultades para poder presentar listas, financiación privada, medios de comunicación en manos de las empresas, lealtades heredades a los principales partidos– son reales, pero nada que un núcleo relativamente pequeño de activistas no pueda superar, como demuestran los logros de partidos terceros en todo el país. En efecto, podemos dar la vuelta a estos obstáculos y convertirlos en ventajas. Las elecciones apartidistas fueron promovidas a comienzos del siglo XX por reformadores municipales, apoyados por las empresas, para cerrar el paso a los avances del Partido Socialista y las maquinarias corruptas de los grandes partidos. Querían despolitizar la política local a favor de la eficiencia tecnocrática y gobernar en nombre de los intereses “modernizadores” de los empresarios.
En las elecciones apartidistas actuales, las tradicionales lealtades a los grandes partidos dejan de ser un obstáculo tan grande. Kshama Sawant, Gayle McLaughlin y la mayoría de candidatos del Partido Verde en todo el país han resultado electos en este tipo de comicios. Hoy en día se celebran elecciones locales apartidistas en 27 Estados, y en otros 8, en algunas comarcas. En los 23 Estados y el Distrito de Columbia en los que las elecciones municipales son partidistas, la mayoría de distritos electorales son efectivamente distritos unipartidistas debido a las maniobras de los partidos con escaños seguros. En la mayoría de estos distritos electorales, el principal partido minoritario no compite seriamente, lo que deja la puerta abierta a un tercer partido de izquierda para convertirse rápidamente en el segundo partido del distrito, en el principal partido de la oposición que pugna por convertirse en el primero.
El papel de los socialistas
Los socialistas ejercen en muchos casos el liderazgo en el movimiento obrero, vecinal, pacifista y ecologista. Deberían hacer ahora lo mismo en la construcción de partidos políticos locales independientes que proporcionen a las reivindicaciones de estos movimientos una plataforma de expresión incondicional en las elecciones. Algunos socialistas objetan que los Verdes, el Partido Progresista de Vermont o Dane Progresista tienen programas progresistas populistas que no son explícitamente socialistas. Yo les recordaría que Marx y Engels aconsejaron a sus seguidores socialistas en EE UU que trabajaran dentro de los partidos populistas campesinos y obreros de la época porque habían dado el paso decisivo: la independencia de clase con respecto a los partidos capitalistas. Esta experiencia en la lucha contra los capitalistas por reformas inmediatas les llevaría a asumir con el tiempo una perspectiva plenamente socialista.
No existe actualmente una mayor receptividad al pensamiento socialista que entre los activistas de terceros partidos que luchan contra los partidos capitalistas y por su genuino derecho a presentar candidaturas independientes frente a ellos. Una perspectiva que podrían defender los socialistas que favorecería en particular la construcción de un movimiento por el tercer partido es la de una estructura de partido de masas basada en afiliados que cotizan, organizados en agrupaciones locales. Esta idea de la izquierda obrera y socialista del siglo XIX permitió crear partidos de los trabajadores que contaban con dinero suficiente y una organización capaz de competir con los partidos capitalistas organizados de arriba abajo y creados por los ricos para que los representen.
Los Verdes se apartaron de esta estructura cuando comenzaron a asegurar listas electorales a finales de la década de 1990 y adoptaron las mismas estructuras que los Demócratas y Republicanos, adaptadas a unas elecciones primarias en que los candidatos son preseleccionados por las entidades donantes de fondos y se proponen a continuación a votantes atomizados que carecen de toda estructura local en que puedan discutir sobre las cuestiones, elegir a sus líderes y nombrar candidatos.
Una red de partidos locales basada en una estructura partidaria masiva no sería un partido de masas desde el principio, pero contaría con financiación, organización y portavoces elegidos localmente para ofrecer un refugio realista a los Demócratas progresistas cada vez que –como ha ocurrido este año con la campaña de Sanders– las diferencias entre candidatos progresistas y procapitalistas empedernidos en el seno del Partido Demócrata se vuelven demasiado agudas para que los progresistas sigan tolerándolas.