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Es octubre, dos años sin Humano

 

Tania Primavera

Terminé de almorzar una ensalada que me preparé, con lechuga, tomates, chile morrón, vinagreta, con queso majado, y después me siento en mi escritorio, casualmente en Spotify me sale la música del “Nocturne in C Sharp Minor No. 20” de Fréderic Chopin. Esa música, me hace re-cordar que ya casi cumplís dos años de haber partido para siempre, y aunque estés en los pensamientos, no es lo mismo. A dos años sin Humano, el tiempo corre.

Los recuerdos quedan, Ricardo Aguilar “Humano” (1940-2021), amigo, otro pintor desconocido, el rescatista del legado de Salarrué. Con aquellas risas que inventaste al estilo marioneta, mejor reír me decías, así, haciendo el gesto con el brazo tipo de madera como los títeres. Acordándome, que hay pocos amigos en la vida, y la gente es pasajera. Pero vos no. Te conocí en 2003, vestías con sandalias, ropa de lino claro, tu cabello sedoso y gris hasta los hombros, entregando el archivo del Salvador Salazar Arrué, el Sagatara de Cuscatlán, al MUPI, hace ya muchos años.

Hablábamos siempre. Y durante los últimos años, llamabas muy seguido a mi casa, y mi mamá contestaba, – ¡Buenos días señora! ¿Cómo esta? Después, cuando me llamaba ella para contestar, vos me regañabas.

– ¡A la púchica vos, nunca contestas el celular!

-Es que siempre lo ando sin volumen-. Le decía. -Un gusto. ¿Cómo estás?

– Aquí, viejito. ¡Ah vaya, pero púchica! Saludos eminencia, ¡Ponele coco! A ver cuando te asomás para platicar. Yo aquí paso, pintando, aquí no viene nadie, no salgo. Escribí, vos escribís bien, seguí, seguí.

-Ni yo, tampoco salgo. Solo al museo.

En octubre, es cuando son los aniversarios. El tuyo, de tu muerte que fue el 16 de octubre de 2021. El mío, mi cumpleaños el 18. El cumple de Salarrué el 22, y que tantas veces fuimos a su tumba en Cementerio Los Ilustres, este año pienso que hay que ir a pintar o “al menos a estar” pero no tengo dinero para las pinturas. También en octubre, es el aniversario del deceso de la pintora, esposa de Salarrué, Zelié Lardé, que fue el 27 de octubre 1974.

Es octubre

otra vez

Recordando también, aquella Real Orden de los Locos de Octubre, pero quedaron cosas sin contar, sin registrar, porque no tengo claro los nombres de quienes la integraban, sé estaban tus amigos, los pintores Manuel Elías, Antonio Bonilla, entre otros, y alguien a quien llamaban Ma-ri-po-sa, pero no sé su nombre.

Un día, cuando dimos una conferencia en la casa de Salarrué, en Los Planes de Renderos, y eso fue de chiripazo que nos invitaron, porque con las quejas que teníamos de que la Casa del Escritor (-puede ser en “cualquier casa”-), y que esa es “La Casa de Salarrué”, (más bien de Los Salarrué-más familiar-, incluyendo a sus hijas y esposa), era algo que no dejaste de decir desde 2003 (y sigue siendo lo mismo, con ese sobrenombre, no es aun el verdadero Museo Salarrué que aspiramos), en fin, That´s It, como me decías, eso es todo, y así sigue aun…Y bueno, esa vez, te dije, ¿me invitas a ser parte de la “Orden”?. Y dijiste, – sí, estás apta, sos burra con la cultura como nosotros. Los burros me gustan, son bonitos, son nobles, y rebuznan bien.

Ahora mismo, recordando todo eso, me río, ¡Y también me salen lágrimas! Y escucho mientras escribo esto “Air on a G String” de Johann Sebastian Bach. Me acuerdo bien, que te gustaba mucho Chopin, quizás te recordaba el tiempo cuando viviste en la isla española de Mallorca, ya que ese pianista polaco vivió un invierno ahí con la escritora francesa George Sand. Chopin, la escritora y los hijos de ésta vivieron del 15 de diciembre de 1838 al 11 de febrero de 1839, una experiencia que Sand relata en su libro «Un invierno en Mallorca». Algo en común Humano, tal vez, te recordaba ese lugar entre el mar, y otros aires. Yo transcribí tus diarios escritos en Mallorca cuando viviste ahí, a inicios de los años noventa o antes si no me equivoco, porque no me quedé con copias de ese trabajo, hice las transcripciones en tu laptop. Eso me lo pediste, meses antes de tu muerte. Y me sorprendía, porque en ellos, leí las carencias que pasaste, los dibujos simples que plasmaban con gritos de angustia, el momento difícil, no tenias ni cinco. Y después, que pediste posada un tiempo a una amiga estadounidense, Bárbara, que vivía con su hija en un apartamento. Es ahí, cuando escribes los “mensajes recibidos” que después convertiste en tu libro “El Camino del Ser” (“The Way of Being”).

Los textos escritos a mano en Palma de Mallorca, en esos diarios de vida tuyos, son tremendas vivencias que quedaron en un documento en esa computadora.

A dos años sin Humano. Al partir vos, aquel fatídico día del 16 de octubre, cuando vi tu mensaje tarde porque me habías escrito la noche del 15 diciendo que te sentías mal, a alta hora de la noche, ¡y yo no lo vi! Por tener sin volumen mi celular. Tu hermana María Eugenia, con quien vivías, me llamó para contarme la noticia.

Esa mañana temprano, me duché, me vestí con mi vestido negro, y me fui, casi de inmediato, con Alice, mi mamá, a la casa donde ya no estabas, y estabas, compré un girasol y dos rosas blancas. Al llegar, aquel silencio de tu hermana, decían todo. Aquel silencio de la casa. El olor exquisito a incienso de rosas y jazmín. Y en tu cuarto, tus cosas, tu ropa, tus libros, tus adornos, las tres máscaras de rostro de burro en madera. Al salir a la terraza del segundo piso, me tiré al suelo en tu petate, tu silla de trabajo, tus rótulos con frases místicas y real-istas, la terraza que habías tomado de estudio, con todo tu legado de ese presente, donde no dejaste de pintar. Y me sorprendió tu autorretrato sin terminar.

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Fotos: Max Rodríguez.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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