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Es tiempo de reflexionar y ayudar

Vanda Pignato

El tremendo impacto mundial de esta pandemia que nos azota debería llevarnos a reflexionar sobre lo que nos está ocurriendo como personas y como sociedad desde la llegada del COVID-19 a nuestras vidas.

La realidad de hoy, con las medidas extremas y necesarias para enfrentar al coronavirus, nos obliga a cambiar nuestras actitudes y nuestra forma de convivencia social. Podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que ya nada es igual y tampoco lo será cuando haya pasado la pandemia.

No solo en El Salvador, sino también en todo el mundo, vivíamos hasta ayer una situación de completa apatía en torno de las relaciones familiares, principalmente en lo que respecta a los adultos mayores.

Nos habíamos olvidado por completo de lo que es vivir en familia. Independiente de cómo está compuesta nuestra familia. El individualismo extremo que se fue imponiendo en las conductas hizo que lo normal fuese que prevaleciera la utilización del celular —de internet en todas sus formas— como modo de relacionamiento.

Hoy, en esta ola disruptiva que está azotando al planeta, lo que vale es la solidaridad, estar presente día a día en lo que ocurre en nuestras familias, en lo que pasa en nuestro país y en el mundo.

Es tremendamente triste ver la escenas que nos muestran que en un solo día más de 700 personas perdieron su vida en Italia. Y al mismo tiempo que el miedo y la necesidad de cuidarnos nos obligan a una cotidianidad totalmente diferente, comenzamos a ver actitudes que ya habíamos olvidado que nos hablan de uno de los valores fundamentales en la vida de los pueblos: la solidaridad.

Vivir en tiempos de COVID-19 es estar en guerra, una guerra silenciosa y trágica, una guerra que, como tantas otras, quienes más la sufren son los más pobres, los excluidos, los marginados, la población que vive en las calles y, particularmente, los adultos mayores. También me preocupa muchísimo quienes viven en las calles, las vendedoras ambulantes y la empleadas domésticas.

Es momento de detenernos y reflexionar sobre qué debemos hacer para colaborar en esta guerra, desde ayudar a nuestros hijos a que entiendan el espíritu de la solidaridad y vean con sus propios ojos lo que es una pandemia, a cómo debemos cuidarnos y cuidar de las personas que están a nuestro alrededor, así como estamos aprendiendo a cuidar la naturaleza

Es momento para que en los hogares salvadoreños hablemos de cómo ayudarnos a convivir y aprovechar este tiempo en cuarentena para hacer de nuestras vidas algo más que solamente esperar que haya pasado la pandemia y continuar como si nada hubiera ocurrido.

Si rescatamos la solidaridad como vínculo mayor de las relaciones, también podemos aprovechar la coyuntura para rescatar otros valores que la sociedad de consumo ha dejado de lado.

Por ejemplo, podemos hablar de la historia del país con nuestros hijos, no la historia como una ciencia. La historia que nos ha marcado como personas, como familia, como sociedad. Pienso en el conflicto armado que tantas vidas nos costó, en la importancia de la vigencia plena de los derechos humanos, en las diversas formas de lucha que tenemos para salir de la pobreza, para ser solidarios con los que padecen, para construir un nuevo El Salvador sin peleas, sin enfrentamientos; una patria unida.

Esta crisis es oportunidad. Esta crisis —como enseña la tragedia griega— nos dice que ya nada puede ser igual si queremos un mundo justo, un planeta resguardado, un mundo sin discriminaciones, partiendo de la cuestión de género.

Estamos aprendiendo a la fuerza que nadie se salva solo, que el individualismo no cuenta, que es un enemigo en momentos de crisis.

También es necesario pensar en la salud mental de nuestra población. Primero, en aquellos que están trabajando arduamente en la contención de esta pandemia. Pensemos en los médicos, enfermeros y trabajadoras de la salud y en sus familias. Oremos por ellos, pues muchos de ellos también serán víctimas.

Una preocupación personal que no puedo dejar de señalar es que en circunstancias tan complejas, de cuarentena, con miedos que se apoderan de nosotros, se incrementen los casos de violencia de género e intrafamiliar. Ruego a Dios que no ocurra, porque esta violencia de género provoca, al día de hoy, más muertes que la pandemia.

A la vez, la salud mental de la población puede ser tratada con esparcimiento, aún en el seno de la familia. El Ministerio de Cultura y los artistas en general podrían montar un proyectos para que en nuestras casas se pueda aprender y valorar más la cultura, la historia, la democracia de El Salvador.

Sería muy oportuno y valioso que hubiera artistas que se dediquen a contar historias, a leer poemas, a mostrar imágenes artísticas, a través de las redes que tanta penetración tienen y canales de televisión.

Y también es una oportunidad para que esencialmente las madres, pero también los padres, enseñen a sus hijos varones a realizar las tareas domésticas, históricamente destinadas solo a la mujer. También es importante que las parejas hagan una división, de verdad, del trabajo doméstico para no sobrecargar a las mujeres.

Contamos con muchas herramientas para utilizar en estos momentos críticos que pueden ayudar a hacer de nosotros/as mejores personas, así contribuir para que en esta guerra haya menos muertos y menos personas que después que todo haya pasado, queden solos, sin nadie.

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