Miguel Ángel Dueñas Góchez*
Conozco dos casos muy diferentes, sales aunque similares. Se trata de una mujer que se dedicó al cuido de sus sobrinos (mujer y hombre), porque su hermana trabajaba todo el día y no podía atenderles ni tenía confianza en contratar a alguien para que lo hiciera, al final murió su hermana, quedando sus sobrinos completamente a su cuidado. El caso es que su sobrina tomó un rumbo equivocado y, al involucrarse en actividades ilegales, fue privada de libertad; luego la tía, ya mayor de sesenta años, tuvo que dejar la casa y buscar el apoyo de una familiar.
El otro caso es el de un hombre, mayor de cinco hermanos (todos hombres), quien nunca procreó, igual que en el primer caso. Aunque se dedicó al cuido de su madre, ella murió y él, un hombre de sesenta años, ahora dice no sentirle sentido a la vida, aunque se nota un nuevo brillo en su semblante.
¿Pero por qué se tiene esa perspectiva “perfecta” de la paternidad o de la maternidad? Una explicación posible, según Daniel Gilbert (2006), sería que la creencia en que los “niños o niñas traen la felicidad” se transmite mucho mejor de generación en generación que la creencia de que “los niños o las niñas traen la desdicha”.
Tendemos, por tanto, a centrar más la atención en las cosas buenas que trae la maternidad, y menos en las malas; las primeras, según otro estudio realizado en 2008 (Clark y colaboradores), se producen más en el primer año de vida del (de la) bebé.
Al parecer, tanto hombres como mujeres, presentan un significativo aumento de su satisfacción vital el primer año tras el nacimiento de su bebé, pero a partir del primer año, y durante los cuatro años siguientes, ambos experimentan una reducción significativa de su felicidad.
Por otra parte, ¿qué sucede si el hijo o hija no es del sexo que sus progenitores esperan? O ¿cuál es el número óptimo de hijos/as que hay que tener para no minimizar el bienestar del padre y madre? El autor –que no tiene hijos o hijas– señala que todavía queda mucha investigación por hacer en esta área para entender a fondo la cuestión.
*Licdo. en Relaciones Internacionales.