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Esas cuentas de diciembres

Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y coordinador

Suplemento Tres mil

 

No me aguantaba porque pasara rápido el año, cuando era un infante. Quería que fuera dos de diciembre, por esa ilusión de niño de tener una piñata, una fiesta, un regalo o una muestra de afecto. Y esta se difuminaba poco a poco cuando mis familiares paternos me decían: ¿Querés regalo de cumpleaños o de navidad? Y al ver mi entrecejo fruncido, me decían: Así les pasa a los que nacen en diciembre.

Así que la espera del día no tenía tanto que ver con lo material. Total, sabía que por haber nacido cerca de las fiestas era seguro que  los regalos escasearían por esos lados. Pero me gustaba esa sensación de cumplir un año más, de sentirme cada vez “más grande”.

Mi mamá es una mujer especial, de esas que bregan contra la corriente y tiene sus detalles maravillosos. Ella se encargaba de hacerme siempre una fiesta. Me levantaba por la madrugada con un beso y un abrazo para felicitarme y recordarme que ese día yo me gradué de hijo y ella de madre, decía. Tuve la suerte de reventar al menos unas ocho piñatas, pueden ser más. Ella preparaba todo con devoción.

Edad

Me extrañaba que algunas personas fueran negando su edad y evitando decir que pasan de los 30 porque les hace sentirse ancianos. Por eso creo que tengo alma vieja, porque desde pequeño me atrajeron las canas, las barbas largas, la sabiduría que irradian los ancianos. Y personas mayores fueron muy buenos amigos y consejeros para mí. Muchos de ellos ya no se encuentran entre nosotros. Por eso no me complico, la edad va a llegar y si me anda correteando porque me le escondo, vamos a quedar cansados los dos; así que gustoso la espero llegar.

Ya me voy tirando al hombro 38 diciembres.  Parece fácil, pero en un país como el nuestro sumar es toda una proeza. Y sinceramente siento que esas décadas no han pasado, aunque el cúmulo de experiencias van copando espacio en mi mente y de vez en cuando se me escapa alguna, han sumado para darme buenas cuentas.

Y a mis dignos 38 no sumé las canas que me auguraban, ni se me cayó el cabello (mi familia es muy canosa). Me acuerdo que veía a los señores que se pintaban la cabellera y me decían que lo acostumbraban para verse más jóvenes. ¿Verse más jóvenes? ¿Para qué? Bueno, es la cultura que existe, tan arraigada de pensar que lo joven es mejor, que lo nuevo aplasta lo viejo.

Creo que yo no me pude amoldar a esa idea y considero que ambos tienen su momento y su razón de ser. La vida nos pone acá para vivirla.

Al final de cuenta esos años han sumado en mi lo que soy, sin importar las cosas malas o buenas que transité, sino lo que me dejaron, lo que aprendí. Total la vida no tiene sentido si no se lo damos, y ahora a partir de la 1:45 de la tarde comenzamos la cuenta para tener cuarenta en un par de años.

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