Por Osvaldo Cardosa
Brasilia/Prensa Latina
El cine brasileño exhibe una historia extensa y diversa, pero realmente poco se conoce de la fuerza de mujeres que ayudaron a construir y consolidar valores en el séptimo arte nacional con talento y creatividad.
Cientos de directores y profesionales nacidos y/o viviendo en el país, forman parte de los más de 100 años de la rica cinematografía nacional.
La totalidad de las investigadoras demandan que, junto a íconos como Glauber Rocha (1939-1981) y Rogério Sganzerla (1946-2004), se debe colocar a Helena Ignez, quien fue esposa de ambos genios e inspiración del llamado Cine Marginal.
Esta tendencia se propagó entre 1968 y 1973, tras romper con el Cinema Novo de Rocha se le asoció con la guerrilla.
De igual manera, si se evoca la vida y obra de Luis Sérgio Person, absurdo sería no recordar a Marina Person.
Cada una de estas figuras, con su estética e invaluable perspectiva, contribuyó a crear un mercado audiovisual más representativo y plural.
De una u otra manera, la mujer siempre estuvo presente en el cine brasileño, en los primeros momentos actuando como actriz, pero también en diferentes funciones en la industria.
“La mujer realizadora siempre existió. La francesa Alice Guy-Blaché en 1896 fue uno de los primeros directores en hacer una película narrada, pero la historia del cine solo cita a los hermanos Lumière como los pioneros de las imágenes en movimiento”, afirmó la cineasta Lucila Meirelles a Prensa Latina.
Estudios aseguran que la olvidada Guy-Blaché hizo cientos de filmes entre 1896 y 1920 y, a pesar de ello, resulta alarmante lo poco que se estudia y valora su trayectoria y obra.
La realizadora gala es vista como visionaria en el uso del gramófono de la compañía Gaumont para la sincronización de sonidos, el color y el uso de efectos especiales.
Algunos especialistas destacan que realizó la primera película con relatos en la historia: La Fée aux choux (El hada de los repollos) que la distinguió como pionera del cine narrativo.
Para Meireles, el protagonismo de las mujeres en el mundo del cine permaneció subrepticio, invisible dentro de un sistema patriarcal y machista.
“Nadie puede decir que no hubo grandes mujeres cineastas. Tal vez lo que no reciben destaque o el mejor de los tratamientos en los medios de comunicación”, argumentó la máster en Artes Visuales.
Algo de historia
Cléo de Verberena -nombre artístico de Jacira Martins Silveira- es considerada la primera mujer que dirigió un largometraje en el país: O Mistério do Dominó Preto (1931), también producido y protagonizado por ella.
Tras casarse con César Melani fundó el estudio Épica Films, en Sao Paulo, pero la empresa cerró después de la muerte de su compañero en 1934 y la atrevida De Verberena nunca terminó su segunda película, Canção do Destino.
Otro nombre poco conocido es el de la inmigrante portuguesa Carmen Santos (nacida Maria do Carmo). Su primer trabajo fue como protagonista de la película Urutau (1919), de William Jansen, al servir un anuncio de revista en busca de actrices.
En la década de 1920, la lusitana se involucró en dos proyectos controvertidos: las adaptaciones de A Carne, de Julio Ribeiro (completada muchos años después, pero nunca estrenada), y el Cine Melle, de Benjamim Costallat.
Luego de actuar en Sangue Mineiro (1929), de Humberto Mauro, y en Limite (1931), de Mário Peixoto, el cineasta comenzó a producir Onde a Terra Acaba, un ambicioso proyecto en colaboración con Peixoto, que no se terminó hasta 1933 y se estrenó sin mucho éxito.
También fue una pieza clave en la fundación de Brasil Vox Filmes, que más tarde se convertiría en Brasil Vita Filmes, responsable de la producción de innumerables películas mudas en el país y crucial para el desarrollo del cine sonoro nacional.Suzana Amaral también figura como otra de las grandes cineastas del país. Su carrera en el cine comenzó solo a finales de la década de 1960, cuando tenía ocho hijos y decidió entrar en el curso de cine de la Escuela de Comunicaciones y Artes de la Universidad de Sao Paulo, para luego graduarse en la Universidad de Nueva York.
Según el Catálogo de Documentales Brasileños, en ese periodo comenzaron a aparecer los primeros documentales dirigidos por féminas en Brasil.
Llama la atención que, realizados exclusivamente por mujeres, solo aparecen ocho títulos. Sin embargo, el mismo archivo señala que en esa etapa se registran 225 documentales bajo dirección única de hombres.
Realizadoras prominentes
Para algunos, Helena Ignez encabeza la lista de artistas y realizadoras prominentes en el cine brasileño.
Nacida en Salvador en 1939, se convertiría en actriz a la edad de 20 años cuando actuó en los largometrajes, de su entonces marido y maestro Rocha, Scomo O Pátio (1959), Assalto ao Trem Pagador (1962) y O Padre e a Moça (1965).
Junto a Sganzerla, creó personajes icónicos como Janete Jane, Sonia Silk y Ângela Carne e Osso.
Se pasó al otro lado de las cámaras en la década de 1970, filmando La señorita y el dinosaurio, un cortometraje que solo se finalizaría y estrenaría en 2005. Dirigió además Canção de Baal (2007), Luz nas Trevas: A Volta do Bandido da Luz Vermelha (2010), Ugio, Eu? (2013) y Ralé (2016).
La crítica asegura que sus películas muestran el fuerte compromiso político de la mujer de Bahía y sus personajes están al margen de la sociedad, pero conscientes de su posición.
Su estilo cinematográfico presenta un narrador en primera persona y actuaciones teatrales. Sus influencias del pasado ganan vigor actual por la mezcla de elementos de diferentes épocas.
En las décadas de 1960 y 1970, el Cinema Novo fue un importante movimiento que marcó la producción audiovisual brasileña, con énfasis en las cuestiones sociales para desafiar la situación política del país.
Sobresale la única mujer de producción significativa en ese período: la cineasta Helena Solberg, cuyo primer trabajo fue el cortometraje A Intervista (1966).
“Mis dos primeras películas tienen una curiosa mezcla de documental y ficción. Siempre me gustó experimentar con estos dos elementos y desdibujar los límites”, indicó Solberg en una ocasión.
La cineasta Tereza Trautman se destacó en la etapa por realizar una especie de cine contestatario, basado en un concepto de crítica cinematográfica feminista que surgió cuando la investigadora británica Claire Johnston pidió a las mujeres, en 1973, “que se apropiaran de las cámaras para hacer un contracine, de forma subversiva, haciendo que la obra cinematográfica se vea claramente en la pantalla como una construcción”.
Entre otras películas, Trautman escribió y dirigió los provocativos The Men I Had (1973), en el que la libertad sexual de los personajes hizo que la obra fuera censurada durante varios años, y Girl Dreams (1988).
Empezando a cambiar
Si ser mujer resulta embarazoso, más lo es si eres negra y Adelia Sampaio, hija de una empleada doméstica, triunfó en el séptimo arte pese a su raza.
En 1984 presentó el primer largometraje dirigido por una mujer negra: Cursed Love, que contó el caso real de los enfrentamientos de una lesbiana con la Justicia.
La década de 1990 fue una época en la que muchas mujeres emergieron en el escenario audiovisual del país. Después de una exitosa carrera como actriz de cine y televisión, Carla Camurati se convirtió en directora, productora y guionista.
Su largometraje Carlota Joaquina, Princesa de Brasil (1995) es considerado un hito en el renacimiento del audiovisual nacional, llegando a cerca de 1,5 millones de espectadores gracias a una iniciativa de distribución independiente de la propia directora.
En 1997 Camurati dirigió, escribió y distribuyó el largometraje La Serva Padrona, la primera película de ópera de Brasil.
De acuerdo con la Agencia Nacional de Cinematografía (Ancine), más del 70 % de la producción audiovisual brasileña en 2018 fue dirigida por hombres.
Sin embargo, la mutación del cine al formato digital favoreció el acceso de las mujeres a los medios de producción cinematográfica.
Petra Costa, directora de 36 años, es el nuevo nombre del cine brasileño actual, cuya proyección tuvo lugar cuando fue nominada al Óscar al mejor documental, en 2020, con Democracia en Vértigo (2019).
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