César Ramírez Caralvá
Escritor y Fundador Suplemento Tres mil
Algunos afirman que es una pérdida de dinero, tiempo, amistades etc. ello no impide que los libros continúen imprimiéndose a discreción.
Los que se quejan olvidan que el mundo occidental gira entorno a un solo libro: “La Biblia” con cientos de millones de ejemplares publicados, de no ser por la palabra escrita, ese oficio humilde, artesanal y silencioso, cumpliría la sentencia de los pesimistas.
Escribir un libro es un acto maravilloso, he visto como hijos publican las memorias de sus padres, algunos padres han impreso los libros de sus hijos (Alfredo Espino); otros solo escriben para su pequeño círculo familiar Emily Dickinson; existen libros antifascistas en plena persecución fanática (Ana Frank), mejor las palabras de Antonio Machado en Retrato “Y al cabo, nada os debo; debeísme cuanto he escrito. /A mi trabajo acudo, con mi dinero pago/el traje que me cubre y la mansión que habito, /el pan que me alimenta y el lecho en donde yago…
La acción de escribir un libro también puede ser un “negocio” sino díganselo a Randon House, Harper Collins, Grupo Planeta, Grupo Anaya, y otras.
Veamos el punto del escritor ante su obra, desde su autogestión… camino original y genuino.
El deber de un escritor es publicar, así sea en el mar, cielo, infierno, muros, cuarteles, prisiones, veredas, paredes, vegetales, servilletas o rocas, etc. en cualquier parte que signifique comunicar.
El escritor es la respuesta a su sociedad, por eso no puede estar silencioso.
Imaginar un libro únicamente como negocio, solo conduce a la codicia “inalcanzable”, en realidad hace veintiún siglos no existía el capitalismo, pero existían obras como: La Ilíada, Odisea, Diálogos de Platón etc.
Si el autor en el Siglo XXI escribe, corrige, edita y además paga el importe del libro ¿qué puede impedirle la felicidad?
Un libro es un trabajo de autoconsciencia ¿Qué tal si no coincide con el capitalismo? ¿acaso no ha sido esa la revolución de la contracultura? Mucha de esa contracultura años después se vuelve más comercial que las series de televisión norteamericana.
Escribir un libro con los ahorros propios, el capital del presupuesto familiar, la indemnización laboral, la pensión, la herencia, los salarios acumulados… es lo mismo que creer en la obra, invertir en la propia palabra es no fallarle a nadie, porque en ello reside la verdad ¿cuál es el temor de invertir en su propia obra?
Al final nada es comparable a publicar un libro, es un momento feliz para toda la vida.
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