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Escribir, el maravilloso oficio

Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y Editor suplemento Tres mil

El oficio de escritor es solitario. Sin intermediarios ni ayudantes, es uno luchando contra la página en blanco y la exigencia de hacer algo que deseamos hacer: escribir.

Claro que para llegar a esta conclusión se debe de bordar un sinfín de conflictos y aventuras que comienzan con el genuino hecho de desear ser. Acción que puede contender con el verdadero deseo de alguien, que no siempre tiene que ver con nuestra verdadera vocación.

Escuché al escritor Geovani Galeas, quien afirmaba que si no era alguien realmente bueno en la literatura entonces mejor que escogiera ser médico o carpintero, cualquier cosa. Sin embargo, su comentario no dejaba fuera que cualquier individuo con el talento necesario podía llegar a convertirse en escritor. Y fue así que dejé ver el oficio de escritor como algo de iluminados, y lo vi como lo que es: un oficio que requiere compromiso.

Siempre que exista el deseo genuino y la capacidad, el viaje estará hecho. El resto es pura disciplina y trabajo, como para tocar el violín. Se aprende porque se tiene la vocación y un poco de talento, el resto es dedicación y constancia. Algo que nos cuesta entender, porque la comodidad siempre va primero.

Por lo general este oficio de labrar palabras goza del desaliento de los familiares y amigos, además de la ignorancia del resto de personas que tenemos a nuestro alrededor porque se preocupan más por lo inmediato. No siempre tenemos la fortuna de tener algún perito en el tema, por lo general la gente sólo dirá: “está bonito”, entre sonrisas y luego a olvidar el tema.

En mi caso, a pesar de ser hijo de un escritor, sólo mi abuela materna tenía la convicción de que sería escritor, aunque me desalentaba al decirme que de escritor no se vive. Considero que ser escritor es mi esencia, y escribiendo es cuando en verdad vivo. Pero, por fortuna, ella se dio a la tarea de guiarme en la primera jornada como legionario de las letras, además de compartirme su biblioteca casi como si fuera la mía. El resto, pues nada. Se sumaron cuando el camino comenzó.

No puedo dejar de pensar en el ofrecimiento que me dio una vez mi abuela paterna cuando me cuestionaba sobre qué era lo que deseaba ser. Ellos querían que fuera abogado o médico. Yo estaba empecinado con ser escritor, así que al ver mi convicción ella me ofreció adecuar una habitación para el oficio, que llenaría de libros y lo necesario, pero con la condición de que fuera el mejor del país. Ante tremenda propuesta y, en mi rebeldía y bohemia, le dije que no, que iba a estudiar. Primera gran falla en mi carrera, aunque me gradué en Ciencias Jurídicas, siempre he dedicado más tiempo a la literatura que al Derecho. A veces me pregunto si estoy en un error y si debería dedicarme a ganar dinero como el resto. Pero es acá cuando nos damos cuenta que un escritor puede tener un oficio o una profesión y alternar ambos caminos.

¿Y los premios y certámenes? A veces creo que no me aliento lo necesario para participar, como no considero un premio un termómetro de calidad, aunque otros sí. El poeta Carlos Santos afirmaba que la gran mayoría de premios estaban amañados. En lo personal creo que esa opinión que escuché me sigue calando aunque me quieran convencer de lo contrario. Sólo he participado en algunos certámenes, y en par obtuve mención de honor. Ya veré si me convenzo en participar, porque la prioridad de un escritor no está en ganar premios o vender libros, está en escribir.

El escritor escribe, así que esa es mi dedicación principal. Escribir. Escribir. Escribir. Además de leer. No me dedico a publicar todo lo que escribo, es más lo que he publicado no llega a sumar ni el uno por ciento de lo que escribo. Pero estamos pensando que lo iremos publicando, nada se pierde. Claro que será a su tiempo, mientras seguiremos en este oficio maravilloso de escribir.

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