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Escribir en El Salvador

ESCRIBIR EN EL SALVADOR

Por Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y editor suplemento Tres Mil

Las cosas deben tener alguna utilidad, al menos las fundamentales en la vida. ¿Pero, qué sucede cuando no la tienen? Es decir, no existe una utilidad práctica para tenerla o para desempeñar. Sabemos que la literatura estimula la imaginación, el buen uso del idioma y el pensamiento crítico. Sin embargo, ¿de qué sirve escribir en un país como el nuestro?

La gente se alimenta y se viste, por ello busca un empleo que le garantice saciar esa necesidad junto a la imperante obtención de la renta para pagar un techo. De ahí todo resulta superfluo, semejante al pago del cable y del internet que no resulta fundamental para la vida. Así que podemos comprender que la mayoría de asuntos que se tienen o hacen son guiados por la urgencia de saciar un gusto.

Entonces, ¿el acto de elaborar obras literarias podría ser eso? ¿Un gusto? Hace un par de días me reuní con un amigo que también tiene la afición de redactar y entre el cúmulo de conversaciones surgió la gran pregunta ¿Sirve de algo escribir en nuestro país? A primera vista es algo sin sentido, que puede compararse a arar en el mar. Los literatos deben emplearse en cualquier materia para obtener su alimentación y por ahí vemos el ejemplo de profundos poetas vendiendo libros usados, mercadeando ropa usada, trabajando de asistentes administrativos en el gobierno, y dedicando sus horas a situaciones a lo Sísifo, aquel mito griego de un individuo que desafía a los dioses y es castigado a emprender un trabajo que al concluirlo debe volver a comenzar para repetir el ciclo por toda la eternidad. Ya no se diga a los narradores que se ven obligados a vender quesadillas, impartir talleres literarios y trabajar para los medios de comunicación. Bien dice un principio religioso: “el que no trabaja que no coma”. Porque lo que hacen los escritores es considerado una afición, un pasatiempo, algo inútil.

En tanto, no podemos olvidar que nuestra sociedad se ha construido a partir de la palabra, un libro es el responsable de nuestra supuesta ética en occidente: La Biblia. A partir de estas páginas surgen valores y comportamientos. Conocemos a la Grecia antigua y sus creencias gracias a que un señor ciego lo cantaba en la Ilíada y la Odisea. Las letras han dejado su huella en la sociedad y se han transformado en canciones y en películas. Y algo que trascienda tanto no puede ser nimio.

Quizá en El Salvador el ambiente para los autores sea complicado. Pero la vida así es, un cúmulo de pruebas que deben de superarse. Escribir en El Salvador es más demandante que en otros puntos geográficos del planeta (no siendo el único, ser artista no es tarea fácil en ningún lado) porque solo existe una editorial nacional, la Dirección Nacional de Impresos (DPI), que no publica a los autores nacionales y tiene una deuda editorial altísima, de la cual solo publica las obras ganadoras de Juegos Florales en un compendio antológico. Hasta marzo del año pasado el suplemento cultural Tres mil de Diario Co Latino era la única publicación impresa destinada para prosistas y versificadores, y aunque ahora lo continua haciendo de forma digital no es lo mismo. Y así las posibilidades de publicar cada vez son menores. Por eso la mayoría crea sus propios sellos editoriales ante las editoriales por encargo y pago. Escribir en El Salvador no es tarea fácil.

¿Para qué seguir escribiendo? Sí, la situación no es fácil. Y no resulta sencilla porque mecanografiar de verdad requiere estudios y experiencias. Los estudios de forma autodidáctica o por medio de talleres y cursos que alimenten las técnicas y escuelas literarias que de forma sosa se ven en los salones de clases, adquirir libros en ventas de usados y de vez en cuando invertir en un libro en esas librerías que desangran a los lectores con precios de $14.95 dólares o más en un paisito que la mayoría de la gente sobrevive con $300 dolares mensuales con suerte (algunos lo hacen con $1 dólar al día) y que a partir de este año ha visto el alza de precios en todo y no existe esperanza de que el futuro mejore.

Escribir en El Salvador es para valientes, para personas que lo hacen para satisfacer su espíritu, para compartir su alma, para ayudar, por generosidad. Definitivamente, crear en un país como el nuestro en que el odio, el resentimiento y la venganza son las motivaciones de la sociedad resulta algo esperanzador. Escribir es un acto de esperanza.

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