Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y coordinador
Suplemento Tres mil
Escribir enfermo o con presión es todo un reto. De por sí la página en blanco es algo que nos da bastante problema, ya no se diga escribir aquejado por alguna enfermedad o con la presión de alguna jefatura o del tiempo. Sin embargo, son cosas con las que tendremos que enfrentarnos en nuestro camino como escritores.
No sé cuántas veces he tenido que escribir preso de algún resfrío o de una alergia de esas que encaman. Recuerdo en especial una de ellas, cuando trabajaba en un matutino. Por lo general el ambiente periodístico no da lugar para dedicarse a los escritos creativos (poesía, cuento, etc.) cuando no se tiene método ni organización, casi siempre es maquilación de notas. Así que por las noches y las madrugadas nos tomamos la tarea clandestina de escribir y revisar nuestros materiales.
Y sintiendome todo un guerrero de la palabra, un día en que se me complicó una alergia tuve la osadía de ponerme a revisar un poemario que había trabajado un par de años. No me sentía bien, y era evidente que debía reposar, en suma nada de eso me importó, me senté frente al monitor. Y revisé página tras página durante la mañana, cuando de repente no sé que equivocación cometí que borré el poemario completo y no había forma de recuperarlo. Solo podía ver lo blanco de la hoja virtual que me mostraba la pantalla. Era el único documento que tenía, no había impreso borradores ni tampoco tenía algún soporte. Enorme error. Quizá esa fue la mayor lección que saqué en cuanto a tener respaldo de los materiales que uno escribe. Y como era de esperarse la alergia se me complicó aún más con esa experiencia. Pero no había nada que hacer, así que resignado regresé a la cama con el poemario en mente. No creo haber logrado recordar ninguna de esas ideas, es posible que hasta bloqueara de mi mente toda evidencia. Cosas que pasan, me dije.
La vida sigue. Poco a poco comprendí que la vida está llena de esas experiencias y que si no me siento en condiciones mejor no escribir o hacerlo tomando las medidas adecuadas.
El periodismo tiene sus cosas de sueño y como me recomendó Rafael Menjívar Ochoa terminaría siendo una enorme escuela, y así fue también me enseñó a que debía de ser rápido y organizado. Los editores no pueden estar esperando todo el tiempo del mundo por las notas. Aún recuerdo la cara de sorpresa de Rodrigo Baires, quien era coeditor de deportes en un matutino donde trabajé. Llegó a preguntarme por una nota, y yo bien fresco le respondí que la estaba dejando reposar. Abrió sus ojos tanto que intuí lo peor.
Claro, no podía hacer eso. Debía ser lo más rápido posible. Tener una estructura y definirla de ser posible antes de llegar al periódico y digitarla. Aprendí a hacer eso con muchas ideas de historias, lamentablemente muchos de esos chispazos se han quedado en anotaciones que aún “reposan” en espera de que me digne a darles forma.
No sé que tan conveniente sea escribir enfermo, muchas personas lo hacen. Uno no puede dejar de escribir como lo dice Rainer Maria Rilke y Mario Vargas Llosa, es como si también fuera una enfermedad crónica aunque placentera.
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