Caralvá
Fundador
Suplemento Tres mil
El ejercicio de la Libertad de Imprenta es un preciado logro de la humanidad, sick pero en nuestra nación parece que es un pecado hacer uso de este derecho, todo ciudadano puede con voluntad y esfuerzo publicar su pensamiento bajo este concepto, no obstante algunos personajes del siglo pasado aún se empeñan en autonombrarse censores de la cultura, esos pobres temen el avance de las nuevas generaciones y la renovación cultural del siglo XXI. En el libro: Papeles Inesperados /Julio Cortázar, Carlos Álvarez Garriga en su prólogo cita un elemento notable: “Cortázar contó en: Salvo el crepúsculo que hacia 1956 había comprado un mimeógrafo en un remate de la UNESCO y que con esa copiadora manual hizo pequeñas ediciones privadas, “copias muy bonitas que yo abrochaba pulcramente y guardaba en un armario, razón por la cual casi nadie se enteró de su existencia aparte de una que otra laucha”. Pág 22. La actitud de Julio Cortázar es la respuesta a la adversidad editorial, es el coraje de un autor que proclama su libertad para preservar su obra, ¿qué hace un autor con su obra en un baúl, CD, USB o en las nubes? ¿Qué destino pueden tener sus poemas, ensayos o novelas bajo la cama y llenos de polvo?, ¿debe morir esperando que le publiquen por la venia de una instancia benefactora, estatal o de caridad?… un autor no debe conformarse con el infortunio de su tiempo, debe por el contrario luchar contra la adversidad con toda la voluntad propia de un comunicador, un genuino escritor debe publicar aunque sea en las piedras, así es la historia de multitud de autores que encontraron la forma de preservar su obra a cualquier costo. Julio Cortázar nos muestra un brillante ejemplo de dignidad y autogestión. ¿Imaginen a este notable autor pidiendo permiso para comprar una imprenta y luego solicitando la venia de los autonombrados obispos de su época para divulgar su obra?; la discusión no es estéril, es un llamado a: “escribir y publicar”… en otro libro Cartas a Jonquières/Julio Cortázar. Edición Aurora Bernárdez y Carlos Álvarez Garriga, Alfaguara; Ed. Santillana, 2010, pág. 358, el gran autor argentino anota: “Ahora que creo que podré juntar unos francos (si el precio de las entrecôtes nos lo permite) estoy decidido a comprarme una minerva o una pequeña imprenta de segunda mano, y tomarla como hobby para hacer libros. Aprovecharé para editar esos poemas (editar significa tirar unos pocos ejemplares y mandárselos a los amigos) y además haré libros con cosas de otros, por ejemplo tú si quieres. En casa no hay demasiado espacio, pero encontraré un rincón donde montar el artefacto y hacerme el Gutenberg”…
Así como en el siglo pasado, el manifiesto de la pequeña obra es el fiel testimonio de un autor, ese producto responde a la realidad que le niega ésta maravillosa oportunidad. A pesar que las redes sociales junto a la revolución de los documentos digitales han transformado a la literatura y el arte, el humilde libro impreso continúa vigente entre nosotros, no es posible que las antiguas inquisiciones limiten a muchos autores nacionales… de todos modos es mejor morir en el intento que esperar una publicación postmorten de aquellos directores de capillas que niegan a las nuevas generaciones su derecho a preservar su creación. La mejor respuesta: Escribir y Publicar
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