Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y coordinador
Suplemento Tres mil
El odio es irracional. Tan irracional y común al mismo tiempo, que asusta. Toda una forma de vida que va pesando en los seres que lo sienten y viven.
He visto manifestaciones de odio que apenas logro explicarme. Como si no fuera posible respetar o tolerar lo que es diferente y hay que destruirlo sin discusión. Odio por religiones, pensamientos ideologías contrarias a otras que piensen diferentes a ellos. Guerras mundiales, holocaustos, masacres, guerras de larga duración que nunca fueron declaradas pero que quien odia no necesita más razón que odiar para destruir al prójimo, mientras quien es víctima lo único que puede hacer es defenderse. ¿Acaso no es lícita la legitima defensa? ¿Qué hubiera sido de los revolucionarios o los defensores de los derechos humanos si no se hubieran defendido? Seguramente habría sido noble verlos bailar con la música de los violines como lo muestra Leonard Cohen en su canción Baila hasta el final, pero para mí era necesario defenderse.
Mi papá fue asesinado por odio, odio a sus ideas y a su ideología. No sé quien lo secuestro y se lo llevó para torturarlo y asesinarlo. No sé quienes estafaron a mi mamá para quitarle su dinero sin importar arruinarla y hacerla vivir en una falsa esperanza, tal como hicieron con miles de familias que sufrieron la desaparición forzada de sus familiares y de igual forma fueron engañadas como le pasó a Carlos Cordova. Fueron desapareciendo y asesinando a personas valiosas como el titiritero Roberto Franco, y muchos fueron huyendo.
Y así vivimos en un país donde el odio terminó volviéndose único de cualquiera de los lados. Y el resentimiento, el dolor sigue dejando huella y siendo la brújula de todo. Y mientras no exista conocimiento de la verdad jamás habrá reconciliación.
En la posguerra creí que la situación sería diferente, pero entonces vinieron los grupos delicuenciales y luego las víctimas comenzaron a sentir odio. Como si se tratara de un virus que no deja nada a su paso. Al final de cuentas el odio solo trae la destrucción del que odia y del que es odiado. Quien elige odiar, escoge destruirse y destruir.
Total, la humanidad lo ha sentido siempre y deja que sea la forma de vida. Se han creado obras literarias excelsas que hablan mucho de eso, que nos muestra tal y como somos. Mostrando que el odio está ahí, no se termina. Y se va haciendo cada día más grande, mientras que el amor, el perdón y la reconciliación se va ahogando en el silencio.
Hace algunos días observé la historia de una anciana de 112 años que afirmaba que el secreto de su longevidad era precisamente no odiar. ¿Por qué la gente no deja de odiar? Es la voluntad de cada uno, y depende de que tan fuerte puede ser ese sentimiento en cada uno de nosotros. Mientras el odio sigue moviendo los hilos del mundo.