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Esencia de Monseñor Romero, Rutilio Grande, Ignacio Ellacuría, 14 de octubre 2018 Intimissimun (XI)

César Ramírez Caralvá

Escritor y Fundador Suplemento Tres mil

Ignacio Ellacuría

(fragmento)

Aquél pueblo de Vizcaya España, se llama Portugalete, el nombre recuerda una ciudad pluvial, un puerto amplio que desemboca en el Golfo de Vizcaya en el Atlántico, un día 9 de noviembre de 1930 nací como todos los chicos en una larga familia junto a cinco hermanos, del cual fui el cuarto, en algo debió influir el ejemplo de mis hermanos que optaron por el sacerdocio y el encuentro con lo sagrado.

En un principio mis estudios fueron en un colegio laico, pero mi padre me envío después a un colegio de jesuitas en Tudela.

Siento pasión por la lectura, el universo puede resumirse en un libro que contiene todos los libros, para cada humanidad puede ser elegible (La biblia, Mahabarata, Ramayana, Talmud, Tora, Corán… etc) cualquiera de ellos es fácil de encontrar y al alcance de todos, ellos son los libros sagrados, que en muchos casos refieren la forma devocional que tiene admirables formas de expresión, mientras otro componente se manifiesta en forma física es el cuerpo de ese ser, una materia que refleja el mundo no visible, su espíritu en su persona que es una especie de novela pero de carne y hueso, al cual podemos leer de otra forma.

Veo los libros con sus magníficas palabras, el olor de los bosques, las distancias, el horizonte de las humanidades, palabras que encierran conceptos, mientras en mi pensamiento la obra consigue expresarse con múltiples referencias de mis lecturas.

He decidido ingresar al centro de estudios sacerdotales, al igual que mis hermanos entregados a Dios y a la vida espiritual.

Unos meses después me enviaron junto a otros estudiantes a un lejano país, un sitio que ni remotamente soñé conocer llamado El Salvador, ubicado en Centroamérica, pequeña nación agraria, con personas amables, los superiores han mencionado que iniciaríamos una escuela de aspirantes jesuita.

Había dejado aquél pueblo español donde mis padres conformaron mis largas tradiciones católicas, poco me motivó a leer otras realidades que no fueran las clásicas de filosofía, porque era una cuestión esencial saber qué originaba mis más profundos razonamientos.

Aquello era entrar en una esfera de estudio y más estudio al observar las bibliotecas de la ciudad.

Una forma de encontrar a Dios es imitar en cuerpo y alma a Jesucristo, ¡humanizarlo! de tal forma que el pensamiento sea la unidad que exprese nuestra concepción. Volver a nacer es comprender en vida la opción de un pasado con un presente diferente.

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