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César Ramírez Caralvá
Escritor y Fundador Suplemento Tres mil
El 14 de octubre de 2018 abre las puertas de la justicia espiritual, es un reconocimiento de la Iglesia Católica que rescata la vida de un hombre justo, elevando su dignidad a un sitio fuera de tiempo, su ejemplo es el máximo nivel de la cristiandad histórica como Jesús de Nazaret; Monseñor Romero imita a Cristo en su dimensión evangélica y no abandona su vida terrestre, tiene un profundo sentido de solidaridad ante el sufrimiento colectivo, se enfrena al vilipendio, la calumnia, las amenazas extremistas, etc., a pesar de todo es capaz de sentir amor por el pueblo y predicar la paz en plena dictadura autoritaria.
El 14 de octubre de 2018 una multitud acompaña en pantallas gigantes el evento transmitido desde el Vaticano, una misa solemne presidida por el Papa Francisco que amplía el catálogo de santos universales pronunciando sus nombres: Giovanni Battista Montini (Papa Paulo VI), Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús, Vincenzo Romano, María Caterina Kasper, Francesco Spinelli, Nunzio Sulprizio, Oscar Arnulfo Romero… al escuchar su nombre una ovación prolongada se escucha en la plaza, la madrugada permite observar en el cielo luces de bengala que explotan en racimos de colores.
Asistimos a un evento trascendental, un genuino cristiano es elevado al máximo honor terrestre que la Iglesia Católica puede ejercer, en aquella plaza la alegría era contagiosa, el pueblo percibe que uno de ellos es reconocido entre los mejores, como si Monseñor Romero abrazara a cada uno de los presentes en ese momento; me parece que la palabra de Monseñor ha creado nuevos cristianos del Siglo XXI, porque un Jesucristo transformado ha renovado a los cristianos por medio de sus ministros, es una enorme victoria del amor por los pobres del mundo.
Existe una bella teología en la vida de San Óscar Arnulfo Romero, su teología de los sin voz, él proclama la justicia, imita al Jesús Histórico en la tierra, desafía el infierno autoritario con su palabra, envía un claro mensaje a los malvados para que abandonen su estado diabólico; en aquella época sangrienta ellos olvidaban a Dios, se nombraban Caín, Satán, Lucifer, Espada de Luzbel, estaban cegados por el odio a Jesucristo y sus ministros, a pesar de todo aquél hombre ordenó cesar la represión… hemos contemplado la gracia del Jesús Histórico en la esencia de Monseñor Romero, su discípulo más pobre.
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