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Los Gobiernos de España, Irlanda y Noruega emiten simultáneamente su reconocimiento oficial. Tel-Aviv escala en respuesta la tensión diplomática a un nivel inaudito, pero Madrid no cuestiona la relación. El reconocimiento español es positivo, pero apenas tendrá aplicación práctica y entraña un cálculo político de doble moral, afirman los analistas.
El Gobierno de España, tras hacerse eco del «sentir mayoritario» de la población española y consensuar la decisión entre los dos partidos que forman la coalición gubernamental, PSOE y Sumar, ha hecho efectivo el reconocimiento del Estado de Palestina mediante su aprobación en la reunión del Consejo de Ministros.
La decisión ha sido anunciada por el presidente Pedro Sánchez mediante una declaración institucional efectuada en el Palacio de la Moncloa, primero en español y luego en inglés. Sánchez ha explicado que «la única manera de avanzar hacia una solución que todos reconocemos como la única posible: la de un Estado de Palestina que conviva junto al Estado de Israel en paz y en seguridad».
«No es una decisión que adoptamos contra nadie. Es una necesidad perentoria para alcanzar la paz».
En España, la potestad de ejercer el reconocimiento de un Estado es exclusiva del Gobierno y no depende del arbitrio de ningún organismo internacional. El artículo 97 de la Constitución del país faculta al Ejecutivo a dirigir la política exterior, aunque el Parlamento puede instarle a adoptar medidas en la materia. Así pasó en 2014, cuando el Legislativo aprobó una proposición no de ley presentada por el PSOE en la que se pedía reconocer a Palestina «como Estado y sujeto de Derecho Internacional».
En su comparecencia el día 22 en el Congreso para anunciar tal decisión, Sánchez no llegó a precisar qué acciones seguirán a la asunción de la estatalidad de Palestina.
Para Irlanda, España y Noruega, el reconocimiento simultáneo entraña de inicio un carácter simbólico, dado que Madrid auspició la Conferencia de Paz para Oriente Medio en 1991 y en Oslo se firmaron los acuerdos de paz de 1993 entre palestinos e israelíes. Para Irlanda, la decisión es acorde al sentimiento que emana del propio pueblo irlandés a lo largo de la historia.