Marlon Chicas
El Tecleño Memorioso
Una de las profesiones más sacrificadas y poco reconocidas por la sociedad, es la relacionada a la enfermería, palabra del latín “infirmus”, (los menos fuertes), esta carrera es tan antigua como la humanidad, ya que siempre se ha necesitado de las enfermeras cuando se está delicado o herido.
Existen varias teorías sobre el aparecimiento de esta función en la Edad Media; la que en su mayoría fue realizada por mujeres sin ninguna formación, que ayudaban a traer niños al mundo o se dedicaban a nodrizas. Por otro lado, el cuido de los enfermos estuvo asociado en un tiempo a las monjas; con mayor formación y votos religiosos que atendían a los enfermos. En 1259, los Hermanos de Alexian entablan el ministerio de cuidar enfermos y hambrientos; en 1950 se formó en España la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios; fue hasta 1633 que San Vicente de Paul fundó las Hijas de la Caridad, donde las mujeres jugaron un papel importante en la enfermería organizada.
Las guerras de los últimos tiempos aumentaron la necesidad de enfermeras, las que tuvieron gran influencia en la evolución de esta profesión. Fue Florence Nightingale, considerada la madre de la enfermería moderna, quien se destacó por sus servicios en la guerra de Crimea de 1853 a 1856, fundó la Escuela Florence Nightingale para enfermeras en Londres, en 1861 estas expertas de la salud comenzaron a usar uniforme.
En Santa Tecla de acuerdo con la memoria de doña Gloria Rivera v de Magaña, existió una gran profesional de la enfermería que se ganó el cariño y respeto de sus ciudadanos por su altruismo y solidaridad; doña Blanca Esperanza Rivera Valle (+ 2012) conocida por los tecleños como doña Esperancita, hija de Pastor Rivera Rivas (+) y Angela Valle de Rivera (+).
Doña Esperancita realizó sus estudios de primaria a bachillerato en el Colegio Santa Inés de esta ciudad, ingresó a la extinta Escuela Nacional de Enfermería donde se gradúo de dicha profesión, ejerció su vocación de enfermera de forma independiente en su casa de habitación, de igual manera fue su costumbre realizar visitas domiciliares donde era requerida.
Aún se le recuerda manejando su inseparable Volkswagen color naranja por las calles de la ciudad en la que visitó a sus pacientes, el que meses más tarde fue conducido por don Federico Zepeda Rafailan. Fue la enfermera de cabecera de las familias Guirola, Gallardo entre otras, con las que viajó a Estados Unidos y Europa atendiendo sus necesidades de salud; ejerció la labor de partera de forma ocasional.
Era característico en doña Esperancita, esterilizar su caja de jeringas de vidrio con un mechero de gas, ya que en ese tiempo se carecía de las descartables. Siempre exoneró del pago de sus servicios a personas de escasos recursos, así como de los medicamentos que recetó; nunca negó su ayuda al que no podía pagarle en el momento; ya que no hizo de su profesión un negocio ¡Doña Esperancita Rivera, una enfermera por vocación!
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