German Rosa, s.j.
3º) El sueño de una Centroamérica verde, reserva de la biodiversidad y de los ecosistemas
A la par del crecimiento demográfico constante de la región, nos percatamos que hay un incremento del deterioro medioambiental, la deuda ecológica es parte de la deuda social; nos percatamos que existe un crecimiento urbano expansivo, un limitado control de las fuentes de contaminación del agua y de los residuos sólidos y líquidos, la afectación del suelo por actividades agrícolas tecnológicamente rezagadas, así como la apuesta por actividades de alto impacto ambiental y gran conflictividad social, como es el caso de la minería, en especial en territorios indígenas (Cfr. Programa Estado de la Nación – Región, Cuarto Informe Estado de la Región en Desarrollo Humano Sostenible 2010, Op. cit., p. 82).
También hay una pérdida notable de los bosques y ecosistemas, poniendo en riesgo, la biodiversidad y aumentando el número de especies en peligro de extinción. Esto se demuestra por la disminución de las áreas inmensas de bosques en el Istmo:
a) En veinticinco años, desde 1980 hasta 2005, la región perdió 248.400 hectáreas de humedales, a un ritmo promedio anual de 9.936 hectáreas. La pérdida acumulada en ese período representa un 34,8% del total que existía en 1980 […]
b) Entre 2005 y 2008 la superficie agrícola de la región se redujo en 7,4%.
c) De 2005 a 2010 el área boscosa del Istmo disminuyó en 1.246.000 hectáreas. El ritmo de esa pérdida, sin embargo, ha bajado; entre 1990 y 2000 la tasa era de -1,6%, y en el período 2000-2010 fue de – 1,2% (Cfr. Ibídem., p. 83).
El Programa Estado de la Nación explica que la vulnerabilidad ecológica afecta directamente a los que viven en situaciones precarias. Al cierre de la primera década del siglo XXI, alrededor de 3,3 millones de hogares (17,2 millones de personas) en el Istmo subsisten en condiciones paupérrimas, con accesos nulos o precarios a los mercados de trabajo y bajísimos niveles de instrucción pública. Esta situación les impide a esas personas -y les impedirá a sus hijos- optar por mejores empleos y acceder a la seguridad social, lo que a su vez las condena a vivir con exiguos patrimonios, expuestas a muertes prematuras y a elevados y crónicos riesgos a su integridad. Las personas afectadas por la pobreza y la exclusión social viven expuestas a las catástrofes naturales, habitan con frecuencia en zona de alto riesgo y vulnerabilidad ecológica. Muchos de estos hogares han sido doble y simultáneamente abandonados por el mercado laboral y por el Estado, y en consecuencia, sufren directamente el impacto de los huracanes, las inundaciones y los terremotos. Construir el sueño de una Centroamérica verde no es una labor de un día, un año o un proyecto de un gobierno aislado, ni de un corto período, es una empresa de largo plazo y se podrá concretar con aciertos y errores.
4º) El clamor de una sociedad política centroamericana que logre extirpar la corrupción
Históricamente los electores centroamericanos se han despertado con frecuencia escuchando la radio, leyendo los periódicos, viendo los noticieros de la televisión y también conectados a las redes sociales informándose sobre casos escandalosos de corrupción en los gobiernos de turno. Algunas veces infundados y otras acertadamente.
Si queremos realmente vivir procesos democráticos que respondan a las esperanzas de los pueblos centroamericanos, una de las cosas fundamentales es extirpar la corrupción que muchas veces se ha convertido en un cáncer en el quehacer político. Así los ciudadanos sabrán que sus esperanzas no van a continuar siendo defraudadas. Según el Índice de Percepción de la Corrupción del año 2016 que edita la Organización No Gubernamental de Transparencia Internacional, que registra 176 países del mundo, Costa Rica es el que está mejor posicionado en la región centroamericana en el Índice de la Percepción de la Corrupción. El índice califica a los países entre 100 (percepción de ausencia de corrupción) y 0 (percepción de muy corrupto). Costa Rica estaba posicionada en el lugar número 41 con nivel de transparencia de 58 puntos. Panamá estaba en la posición 87 con el nivel de transparencia de 38 puntos; El Salvador en la posición 95 con un nivel de transparencia de 36 puntos; Honduras en la posición 123 con un nivel de transparencia de 30 puntos; Guatemala en la posición 136 con un nivel de transparencia de 26 puntos; y Nicaragua en la posición 145 con un nivel de transparencia de 26 puntos (http://transparencia.org.es/wp-content/uploads/2017/01/tabla_sintetica_ipc-2016.pdf).
En Centroamérica existe un movimiento creciente de ciudadanos que claman cada vez más que se acabe con este flagelo de la corrupción.
Después de tratar a fondo el problema de la corrupción de nuestros países, se podrá hablar de una verdadera reforma fiscal progresiva que sea equitativa para que los Estados centroamericanos tengan los fondos suficientes para afrontar las necesidades reales de la salud, la educación, también salir al paso a los problemas graves de la emergencia alimentaria y las consecuencias de las catástrofes naturales. La corrupción es la causa del despilfarro y de la malversación de fondos, lo que crea desconfianza en la administración pública, y en consecuencia la población se resiste al pago de los impuestos porque sabe que sus contribuciones no están bien empleadas. Al contrario, el contribuyente sabe que sus aportes sirven para financiar actividades ilícitas que no tiene nada que ver con la buena administración de los recursos públicos, ni contribuye al bienestar de la población como debería ser. La pobreza, la exclusión, la marginalidad, el desempleo y sus consecuencias, la vulnerabilidad ecológica y la corrupción, son males sociales ampliamente extendidos. Todos estos males afectan a las personas y a los pueblos centroamericanos que los sufren directamente. Les afecta integralmente, es decir, física, corporal y moralmente. Un ejemplo de esto es cómo las catástrofes naturales destruyen bienes, relaciones humanas, la ecología social, etc. Las catástrofes naturales tienen impactos generales en las sociedades, y sus consecuencias se convierten en un mal común. La política bien entendida puede desencadenar una práctica en nuestro contexto centroamericano que revierta estos males históricos dando lugar a dinamismos que propicien el bienestar de los ciudadanos. Hoy la política es una mediación fundamental para encontrar las posibles soluciones a estos males comunes extendidos en nuestros pueblos centroamericanos con la perspectiva de lograr el bien común. El bien común es concreto y también personal. El bien común no es posible lograrlo sin el bien integral de las personas, pero también el bien común es comunitario y social. Y ahora el bien común tiene como horizonte el reto de lograr el bien global. Y en Centroamérica, el horizonte inmediato del bien global es de carácter regional.
En la política hay que tener sueños, aunque inicialmente parezcan muy distantes como las estrellas. Los sueños no son tan intangibles como parecen. ¡Qué tristes serían los caminos de nuestros pueblos si no fueran iluminados por la luz de las estrellas! Una práctica política que recoja las esperanzas y los clamores, los sueños de nuestros pueblos centroamericanos, es un buen principio para escribir la historia esperanzadamente y con un horizonte que no los defraudará.