Álvaro Darío Lara
Escritor y docente
No es fácil escribir sobre la esperanza, en estos últimos tiempos de gran avance tecnológico, pero también de un deterioro profundo de la espiritualidad humana. Y cuando decimos espiritualidad nos referimos no exclusivamente a aquello que se encuentra vinculado con lo religioso. Hablamos de los valores esenciales al ser humano, de los ideales, de las creencias, de los principios, de la fe y de los sueños, que vertebran, ineludiblemente, el carácter y la fuerza de las personas. Por ello, cuando sobreviene la crisis, los obstáculos, los pesares connaturales de la vida, sino tenemos internamente esa fuente, esa cantera espiritual, de la cual asirnos, de la cual extraer las energías necesarias, nos derrumbamos con facilidad.
Leyendo recientemente un fabuloso devocional cristiano, que me acompaña en las horas felices y difíciles de mi existencia, he encontrado este bálsamo reparador.
Lo comparto entonces: “El verano pasado tenía en el jardín de mi casa de campo una bellísima capa de flores extendida por todo él ¡Con qué lozanía florecieron! Fueron plantadas muy tarde. Por los alrededores del jardín, aún se alzaban flores nuevas, florecientes, mientras que las del centro se habían convertido en simiente. Vinieron las heladas tempranas y un día encontré que aquellas bellísimas filas de belleza radiante habían sido marchitadas, y dije: ‘Este tiempo es demasiado duro para ellas; han perecido’, y me despedí de ellas. Me disgustaba ir y mirar al lugar donde habían estado las flores. Parecía como si fuese a un cementerio de flores. Pero hace cuatro o cinco semanas uno de mis empleados me llamó la atención al hecho de que en el mismo lugar estaban naciendo una infinidad de flores. Miré y vi que por cada planta que yo creí que el invierno había destruido, se habían plantado más de cincuenta plantas ¿Qué es lo que habían hecho aquellas heladas y vientos tempestuosos? Agarraron mis flores, las mataron, las arrojaron al suelo, las pisotearon con la nieve de sus pies, y al terminar su obra, dijeron: ´Este es vuestro fin´. Y la próxima primavera, por cada raíz se levantaron más de cincuenta testigos y dijeron: ´Por la muerte vivimos` (…) Con el derrumbamiento, vino la victoria. No tengas miedo al sufrimiento. No temas el ser derribado”. (Fragmento de “Manantiales en el desierto” de Mrs. Charles E. Cownan).
La sociedad actual rinde culto al éxito, al triunfo… conceptos casi siempre ligados a la prosperidad material. De tal forma, que, cuando cambia nuestra suerte en este ámbito, nos deterioramos en todos los sentidos: personal y familiarmente. Nos sobreviene, la angustia, la desesperanza. Nos llenamos de fatalidad, creemos que nunca terminará ´nuestra mala suerte`.
Sin embargo, así como las flores de la historia, que parecían totalmente aniquiladas, pero que al llegar la primavera milagrosamente resucitaron. Así, nosotros, debemos tener la plena certeza, que también resucitaremos a la luz y al amor, ¡hay que pedirlo a lo Alto, y nunca desfallecer! ¡Hay que esperar, con esperanza!