Por: Rolando Alvarenga
Mucha polvareda, a favor y en contra, ha levantado el reciente anuncio de Lionel Messi sobre no querer seguir integrando la Selección Mayor de Argentina. Y hay varios factores por los que, personalmente, estoy de acuerdo con él. El de mayor peso tiene que ver con los “fracasos deportivos”. Y es que, cuando a uno profesionalmente le encomiendan una misión, tiene que cumplirla y, si no, mejor que se dedique a otra cosa.
En el caso de la “Pulga”, la misión específica es: imponer su jerarquía futbolística para hacer campeón del mundo o de la Copa América a su querida Argentina. Justo lo mismo que hace en el Barcelona a punta de goles y jugadas para todos los gustos. La diferencia es que con el equipo culé Messi cumple al pie de la letra la misión con show incluido.
Mucho se dice sobre que entre el Barcelona y la Selección de Argentina las cosas son diferentes por la clase de compañeros que juegan para él, abasteciéndolo de balones para que hale el gatillo y dé el tiro de gracia.
Algo de razón puede existir en la apreciación anterior, pero yo creo que tanto en el equipo como en la Selección, Lionel quiere ser amo y señor del espectáculo. Y en esa ambición, en varios pasajes de los juegos, Messi peca de individualista, falla goles ya cantados, los porteros logran hacer su trabajo o simplemente no le sale la bruja.
Pero, además de lo antes expuesto, también debemos tomar muy en cuenta que los genios o fenómenos también se casan o se les acaba la magia. Y es justamente el caso de Lionel.
Y no es que necesariamente se le hayan agotado las pilas, porque, a sus 29 años, está en su propia etapa fértil. Lo que pasa es que este tipo está saturado de fútbol, sus estadísticas sobre su actividad profesional rebasan todas las expectativas y, obvio, su concentración no es la misma. Juega más por inercia y compromiso que por disfrutar el fútbol y aportar un rendimiento efectivo en goles.
Además, hay que tener presente que en el mundo entero existen jugadores de selección y jugadores de equipo. Y de acuerdo a los resultados, Lionel podrá ser un crack fuera de serie en el Barcelona, pero en la Selección Argentina le falta mostrar el hambre y orgullo que expusieron Gabriel Omar Batistuta y Diego Maradona, cañoneros de pura sangre que se partían el alma a la hora de entrar al área.
Entonces, ¿qué tal si en la ruta al Mundial de Rusia 2018 le tomamos la palabra a Lionel (que se vaya) y empezamos a trabajar con otras opciones en el ataque? Opciones no necesariamente relacionadas con fútbol espectacular. Tendrían que ser jugadores efectivos a la hora de dar el tiro de gracia, aunque su producción futbolística no guste a las graderías. Algo así como lo que hizo Brasil hace un resto de años, que renunció al “jogo bonito” y pasó al juego de resultados, con buen suceso.
Finalmente, en esto de la eterna polémica sobre quién fue o quién es mejor entre los grandes de todos los tiempos (Pelé, Di Estéfano, Cruff, Zidane, “El Mágico”, Maradona, Cristiano o Messi), yo me quedo con Pelé, por sus más de mil goles, sus tres copas del mundo y sus tantos títulos nacionales e internacionales. Si alguien me presenta un récord mejor que el de Edson Arantes Do Nacimiento, en una época muy dura para jugar al fútbol, empezando por la pelota de cuero, podría cambiar de opinión. Un tipo cuya calidad futbolística cumplió al pie de la letra con su misión al servicio del Santos y de Brasil. ¡Inolvidable!