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Esta globalización nos mata

Iosu Perales

La globalización actual presenta numerosas aristas conflictivas. Una de ellas es la exigencia sobre los países pequeños y los en general empobrecidos para que se incorporen abiertamente a los mercados libres, abandonando toda medida proteccionista. Sobre estos países, por ejemplo los centroamericanos, se  ejerce presión por parte de quienes imponen el libre cambio, una vez que ellos mismos han hecho un recorrido de desarrollo poniendo en práctica medidas que ahora combaten.

Es cierto que los países más entusiastas del libre comercio que ahora señalan como el pilar de su prosperidad, durante mucho tiempo, en sus primeras etapas de desarrollo, protegían su tejido industrial y agrícola, aplicando a las importaciones aranceles y tasas aduaneras, al tiempo que implementaban ayudas estatales a la exportación, mediante créditos blandos y otras medidas. Grandes potencias como Estados Unidos y China si pueden abrir una guerra comercial con las armas del proteccionismo, pero los países como los nuestros y de la mayoría del planeta lo tenemos prohibido.

Una conclusión es que en esta globalización unos ganan y otros pierden, o dicho con juego de palabras unos están más globalizados que otros. La jugada es maestra: los países más desarrollados que han escalado la montaña, cortan los caminos y las cordadas para que los otros no puedan hacerlo. Claro que hay que recordar que los países más desarrollados tuvieron como una de las palancas, un colonialismo que les permitió acumular grandes riquezas.

Para dotar de prestigio a la globalización se nos presenta como una estructura social muy moderna lograda por la ruta del progreso. En realidad la globalización solo significa libertad real para los más fuertes con potencionalidad económica. Estos grupos dominantes quieren erigirse en orientadores de la economía mundial, pero también de las economías nacionales, imponiendo lo que los países en desarrollo debemos de hacer. Consideran que solo el liberalismo puede reducir la pobreza, pero en realidad su neoliberalismo trae como resultado la mayor concentración planetaria de las riquezas y del poder económico.

El caso es que la globalización es imparable y no dejará de tratar de imponer las reglas dictadas por los amos del mundo. De ahí que países como el nuestro, El Salvador, no pueden declararse fuera de la realidad y desplegar una nueva autarquía. No podemos vivir encerrados en nuestras fronteras y salirnos de los mercados internacionales practicando un proteccionismo inviable, pero tampoco abriéndonos a los mercados sin mecanismos de autodefensa.

Pero, ¿se nos ha ocurrido que podemos dar muchos pasos interesantes hacia modelos alternativos que pueden asentarse y convivir con la realidad general?, ¿se nos ocurre imaginar que fuera del tablero de la globalización y sin esperar a la derrota del neoliberalismo hay otros tableros en los que podríamos alentar un desarrollo propio? El exitoso cooperativismo en muchos países nos muestra un camino. Señalo seis principios básicos para abrir nuevos caminos de economía social, solidaria, popular: 1) El desarrollo como construcción interna. Esto es lo que llamo Desarrollo Endógeno Participativo, que sitúa la economía popular, social y solidaria en el centro de la intervención, lo que constituye no una técnica sino una opción política; 2) La población joven y el principio de su empoderamiento del desarrollo mediante escuelas de formación profesional enfocadas a la producción territorial; 3) El principio de asociación entre socios locales y territoriales, públicos y privados. Ellos deben establecer una relación entre iguales, no jerárquica; 4) El impulso de mercados nacionales y territoriales que animen y fortalezcan procesos productivos rentables; 5) El impulso de la democracia en todas las dimensiones de la cooperación territorial; 6) La igualdad de género como principio de una política transversal en todas las esferas de la vida, incorporando la llamada economía del cuidado.

Miremos territorio a territorio en que líneas de producción podemos conseguir un valor agregado, y vayamos creando zonas autónomas del neoliberalismo.

En la globalización actual una minoría se eleva en la barquilla del globo mientras quedan en tierra los millones de globalizados que dependen de ellos. Este es el tablero en el que se desarrolla una desigualdad descomunal y una multitud dependiente. El 1 % de los más ricos del mundo acumula el 82 % de la riqueza. Si seguimos dando la batalla solo en este tablero siempre perderemos. Hay que abrir nuevos escenarios con nuevos tableros. Y para ello no hay que pedir permiso. Hay que planificar, acertar en qué producir para ser competitivos, reunir a los actores y construir estrategias.

Probablemente para alguna gente yo sea un iluso. Pero existe una economía global dinámica que se concreta en una inmensa mayoría de actividades que se desenvuelven en ámbitos locales y territoriales, protagonizadas por micro y pequeñas empresas, cooperativas, unidades familiares y comunitarias. ¡Ojo!

La parte del producto mundial que no es objeto de transacciones internacionales es más del 70 %. Ello muestra la magnitud e importancia de la producción y desarrollo local.

En toda América Latina surgen iniciativas de economía territorial alternativa como reacción ante situaciones de crisis económica local y falta de políticas apropiadas desde los gobiernos centrales para enfrentar dichas situaciones.

Así podemos observar crecientes demandas de las comunidades locales ante los responsables municipales o regionales elegidos democráticamente, en relación al fomento productivo y al empleo. Esto requiere algo que en las izquierdas se tiene que entender y asumir: avances de los procesos de descentralización con creación de mayores espacios de actuación para actores locales y territoriales.

Y, ¿por qué señalo tanto el territorio? Por algo que debemos entender bien: no puede reducirse a un espacio abstracto o indiferenciado, o un espacio simplemente físico. El territorio es un actor fundamental del desarrollo en el que todo gira en torno a los actores sociales y sus organizaciones, así como sus instituciones.

En El Salvador hay condiciones mejores que en ningún país de Centroamérica para implementar economías alternativas para un desarrollo nacional descentralizado, teniendo como pilares a numerosas Organizaciones No Gubernamentales que saben de desarrollo comunitario, entienden de mercados, practican el micro-crédito y cuidan el medio ambiente. Hace falta que otras instituciones públicas se incorporen a este otro desarrollo, así como otras entre las cuales las universidades tienen mucho que decir.

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