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ESTADO DE EXCEPCION, ¿HASTA LAS ELECCIONES?

Licenciada Norma Guevara de Ramirios

Otra vez la mayoría oficialista de la Asamblea Legislativa prorrogó la suspensión de garantías constitucionales de manera general el pasado martes 19 de julio.

Desde finales de marzo vivimos así, y ante la falta de una Sala de lo Constitucional que haga cumplir los límites de los poderes ejecutivo y legislativo, nos llevarán así todo el tiempo que quieran, quizá hasta las elecciones del 2024.

Durante el lapso transcurrido del Estado de Excepción, en nombre de combatir la delincuencia de las maras, decenas de salvadoreños han muerto en las cárceles, en los hospitales, y otros han muerto de dolor al ver a sus familiares injustamente detenidos. Es un régimen de muerte para la gente pobre y opositores políticos.

La vigencia del régimen de excepción (suspensión de garantías constitucionales para las personas) permite a las fuerzas del gobierno ensañarse contra la gente pobre, es la que más sufre la persecución, la misma que se da cuenta que las extorsiones continúan.

Las demostraciones de familiares y abogados sobre la inocencia de miles de detenidos son ignoradas por jueces, fiscales, policías y funcionarios del ejecutivo a quienes muchos imploran, esperando encontrar el lado humanista del presidente de la República.

También son ignoradas las exigencias de organismos internacionales de los cuales el país es parte, se les responde con la simple frase de “seguimos”.

Va tomando parte de la sicología impositiva de los soldados y policías, de los gestores de tráfico, ahora autorizados a poner multas de tránsito, y hasta de los vigilantes privados que cuidan instituciones públicas.

Tuve la ocasión de ver a personas que trataban de ingresar a un CENADE (oficina en la que se reclama el subsidio al gas propano), como un vigilante privado obliga a levantarse la camisa a los hombres que quieren hacer un trámite.

Claro, un reclamo por subsidio de gas lo hacen las personas de escasos recursos, los mismos que son estigmatizados por vivir en colonias o cantones de familias pobres.

Padres de personas con discapacidades, sordomudos, trabajadores honrados, reclaman la libertad de sus familiares.

Las voces de los organismos defensores de derechos humanos, los entierros masivos de víctimas del régimen de excepción, convertidos en protesta popular contra este gobierno, parecen no tener eco, como si lo ha tenido la fanaticada de futbol.

Los afanes de control total tocaron las puertas del futbol, con una comisión interventora mal llamada normalizadora, y bastó la amenaza de dejar fuera de las competencias internacionales al futbol de todas las categorías para que se echaran atrás; se ve que el gobierno teme perder votos y tuvo por eso que retroceder.

No retrocede en la represión, el garrote, la  cárcel, la tortura, las muertes, la falta de atención médica a detenidos, en su negativa de extraditar cabecillas de pandilleros, porque cree que con esto gana votos, cree que los que pierda aquí en esa población que le dio su voto y hoy es perseguida, los gana en el exterior o con el fraude.

Mientras, el miedo y la falta de garantías constitucionales opera como freno de la organización popular y la reorganización política de partidos lacerados por la persecución, temerosos de un sistema que por orden superior es capaz de condenar sin pruebas a quien le estorbe al régimen de turno, al menos este es un ángulo para entender el “suicidio” del ex presidente de Arena, el empresario Gustavo López.

La búsqueda de votos, la reelección presidencial, requiere de cierto silencio en la critica a una gestión mayor de tres años, por eso es presumible pensar que esta manera de mantener al país sin el ejercicio pleno de sus derechos, libertades y garantías constitucionales, intentarían prolongarla mientras crean que les es útil para disminuir adversarios políticos, convertir el miedo en sometimiento a la dictadura y hacer propaganda sobre una supuesta popularidad que le garantice la reelección.

La vida, sin embargo, a veces tiene giros, y la vida de un pueblo cuando hace giros inesperados puede cambiar el curso de las cosas; ojalá que si algo así sucediera sea en sentido positivo para recuperar la democracia, abrir espacio a luchar por la justicia social y para reivindicar a tantas  y tantos inocentes, a quienes se ha manchado su nombre y afectado el curso de sus vidas.

No me refiero a los delincuentes, sino a los miles de víctimas capturados bajo este régimen sin causa justa, ni prueba de delito.

 

Y en el recorrido hacia las elecciones, les corresponde a las fuerzas políticas todas hacer lo propio, muy a pesar de las circunstancias creadas por el gobierno dictatorial y su régimen de excepción.

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