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Estado fallido, juego político del poder pervertido

Jaime Calderón.
Director del Centro de Investigación Cultural
y Artística Razamaya

El asunto del estado sigue siendo manoseado por las mentes maquiavélicas de quienes resienten que su grupo de poder esté en la oposición, pharmacy con la sentencia de no volver tan pronto a ser gobierno.

El grado de poder que amasa quien gobierna al país, es aparentemente real, pero relativamente débil, pobre y sin perspectivas de modificar las condiciones políticas que le permitan implementar sus planes según su visión de desarrollo, sin embargo, esa conducta empezó a tomar visos de cambio, no profundos en cuanto a lo estructural, que es lo que se espera, pero significativos, palpables, visibles y de beneficio concreto para los más pobres.

Quien niegue que las cosas en El Salvador han cambiado será porque es sordo, ciego, mudo, torpe, dependiente y obediente del mercado y la basura mediática, o será porque en realidad no ha evolucionado lo suficiente como para desligarse de las patrañas que se inventan y hacen los que han pretendido generar en la población desde su condición de poder, desorden, anarquía, descontrol total, irrespeto a las leyes, violencia generalizada, desesperanza absoluta, ansiedad por emigrar, necesidad de suicidarse, caer en locura y otras barbaridades.

Es innegable que hay condiciones difíciles para las mayorías, pero se sobrevive y hasta hay opciones de entretenimiento y esparcimiento que son disfrutadas por la población, además que la inseguridad ocasionada por la violencia pandilleril y la delincuencia común, son menos problemáticas que las que genera el crimen organizado y los grupos de poder que tienen y demuestran su capacidad para generar desconfianza, inseguridad, terror y hasta sensaciones  caóticas, siendo éstas condiciones modeladas por los perversos de la magnitud de acuerdo a como las pintan los poderes fácticos.

Un estado fallido, en su concepto real, no existe en el mundo, a no ser aquellos estados que son invadidos, saqueados y masacrados por el imperio, pero no por condiciones internas de esos estados sino por la ambición voraz de quienes se auto erigen como redentores, siendo nada más invasores y piratas que por quedarse con las riquezas de estados extranjeros, crean, generan y lideran las guerras que sufren los seres primarios que determinan el estado.

Da tristeza que haya “analistas” y lideres políticos que abusan al decir que su pensamiento obedece al de la  población para decir cualquier tontera que justifique las desafortunadas afirmaciones de un religioso que de lejos se nota que sus elucubraciones lo exhiben como la caja de resonancia de los poderes fácticos que en verdad determinan y deciden, que aunque no son tan fuertes como cuando actuaban en contubernio con los gobiernos fascistas de la extrema derecha, aún tienen el suficiente poder para boicotear y entorpecer cualquier actuación del gobierno, desde su cúpula empresarial y desde sus infiltres que tienen en todas las instituciones del gobierno, la lógica nos dice que estos poderes nos guste o no, son parte del estado, y que tienen bien montada una estrategia que no solo niega o minimiza lo bueno que hace el gobierno, sino que paralelamente insufla de poder a grupos de la población civil para que hagan el trabajo sucio.

El estado somos todos, personas jurídicas y naturales, instituciones de gobierno con sus poderes judiciales, legislativos y ejecutivo, asociaciones de todo tipo, empresa privada, medios de comunicación, iglesias, industria financiera, agrícola y demás grupos sociales, todos tienen poder, unos mas que otros, pero el poder real lo tienen aquellos que abusan de su capacidad económica, política, social, religiosa y empresarial para contrarrestar todo lo que hace un gobierno que no es parte de sus visiones de desarrollo económico, y porque implementa medidas correctivas en contra de la corrupción, evasión, elusión, ataca el contrabando, persigue el delito absoluto, intenta ser transparente, ético y justo, que además perfila estrategias de desarrollo económico que benefician a las mayorías.

Es justo reconocer que a pesar de las percepciones  deshonestas y malintencionadas de quienes quieren ver a El Salvador en caos total y que hacen lo que pueden para que así sea. Nuestro país no presenta ni la más mínima característica para afirmar, determinar por ocurrencia o maledicencia que se puede caer en la condición de estado fallido o que se está en ello, aunque la situación no es fácil para el gobierno, quien a pesar de hacer mucho a favor de los más necesitados con sus acertados programas de inversión social y de desarrollo humano, obras de infraestructura, planes contra la violencia y mejora de la seguridad ciudadana, no podrá resolver el problema de la noche  a la mañana, porque aún en el ejecutivo, no todas sus instituciones están alineadas a él, sin dejar de reconocer que detrás del ínfimo poder del gobierno, se encuentran los estratos y sectores que constituyen los poderes fácticos representados en la empresa privada, la empresa religiosa, la empresa mediática, el sector financiero y otros que tienen como especialidad, entorpecer y boicotear cualquier proceso que emprenda el gobierno central.

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