Saúl Antonio Baños
José Luis Escobar Alas, cure Arzobispo de San Salvador, seek introdujo en la agenda pública actual el tema del “Estado Fallido”, capsule de manera tal que quienes escribimos debemos dedicarle unas cuantas líneas al tema. Y es que no es para menos: lo hizo en la misa que marcó el cierre de las festividades agostinas de 2014 a la que asistieron cientos de feligreses, misa que además se transmitió por radio y televisión, y a la que también asistió el Presidente de la República Salvador Sánchez Cerén.
En plena homilía, como si de cosa pastoral se tratara, el Arzobispo dijo “El nivel de autodestrucción que vivimos, tristemente, es tal que nos amenaza con el hundimiento nacional. Estamos a punto de lo que se llama un Estado fallido.”
El hecho que lo hiciera en las circunstancias y en el contexto en que lo hizo, es lo que provocó de manera inmediata distintas reacciones. A manera de analogía, es como que si el Presidente de la República, en su discurso político de toma de posesión del pasado 1 de junio, en donde el Arzobispo efectivamente estuvo presente, se hubiera referido a asuntos religiosos y decir que se está a punto de tener una “iglesia católica fallida” como consecuencia que algunos sacerdotes han sido objeto de señalamientos de haber cometido pederastia. El señalamiento del Arzobispo ciertamente fue fuerte.
No es la primera vez que el Arzobispo se refiere a la posibilidad de caer en un Estado Fallido; el domingo 2 de mayo de 2010, también planteó: “que ante el desbordamiento de la delincuencia que amenaza con generar un Estado fallido, reiteró la necesidad de evaluar seriamente todo el sistema de justicia, además de sanearlo, especialmente el penitenciario. Esto último a raíz de la crisis en las cárceles generada por los presos que piden que les mejoren la atención.” (El Diario de Hoy 2 de mayo de 2010).
Para los opositores al actual gobierno las palabras del Arzobispo fueron como agua en el desierto. Las reacciones alineadas al planteamiento del Arzobispo, como era de esperarse, provinieron esta vez de miembros del partido opositor al gobierno actual y de representantes del sector empresarial. Hay que decir que estos señalamientos desde la oposición y desde el sector empresarial no son tampoco para nada nuevos. Meses antes, el 24 de mayo de 2014, Luis Cardenal se había referido a que El Salvador estaba a punto de convertirse en un Estado fallido. (El Diario de Hoy 24 de mayo de 2014)
Casi un año antes al reciente señalamiento del Arzobispo, el 4 de julio de 2013, Norman Quijano dijo: “Estamos siendo rebasados por el crimen (..) y eso solo se puede revertir, no firmando pactos de tolerancia con los criminales, sino fortaleciendo las instituciones que investigan y persiguen al delincuente, advirtió que de lo contrario El Salvador podría terminar siendo un Estado fallido.” (El Diario de Hoy 4 de julio de 2013).
El 6 de abril de 2011, Rodrigo Ávila, expresó: “En primer lugar significaría que el Gobierno salvadoreño admite que existe un Estado fallido, que reconoce que ha sido incapaz de resolver el problema de la criminalidad y además que se corre el riesgo de que se abran procesos de investigación polémicos con intenciones políticas, como ha ocurrido en Guatemala.” (El Diario de Hoy, 6 de abril de 2011).
Hay que decir también que hubo reacciones contrarias a los planteamientos del Arzobispo. Así fueron las que diera el Ministro de Seguridad quien a su estilo definió lo que es Estado Fallido y negó tal posibilidad. También el Ministro de la Defensa Nacional, dijo algo así como emulando la frase que le acuñan al General Arce cuando dijera que “Mientras viva el ejército vivirá la República”. También a su estilo el Ministro de la Defensa dijo algo así como que mientras El Salvador tenga el ejército que tiene no habrá Estado Fallido. (Obviamente no reconoció que haya que resolver algunos problemillas como la pérdida de armamento, pero eso no da para decir que estamos a punto de Estado Fallido).
A lo mejor, las palabras del Arzobispo de San Salvador intentan recoger legítimamente el sentir de la población en cuanto a los niveles de criminalidad e inseguridad que el país presenta. Pero tratándole de dar margen de duda, quizá no ha dimensionado a quiénes favorece con ese tipo de señalamientos.
Conviene entonces referirse brevemente a la proveniencia del calificativo de Estado Fallido:
De acuerdo al Índice de Estados Fallidos, los llamados Estados Fallidos o Estados frágiles, son aquellos países cuyos gobiernos no consiguen garantizar las condiciones mínimas de seguridad y de supervivencia a una parte importante de sus poblaciones. Decenas de millones viven incluso en “Estados fracasados”, bajo el reino arbitrario y brutal de milicias, de grupos criminales y de señores de la guerra.1
En años recientes varios analistas políticos han etiquetado muchos países como Estados fallidos, entre ellos, Afganistán, Iraq, Haití, Somalia, Yemen, Timor Oriental, Paquistán y las Islas Salomón, incluso esa categoría recientemente se le ha adjudicado también a México. También, el Gobierno de Hugo Chávez fue duramente calificado como Estado Fallido.
Noam Chomsky,2 asegura que el término Failed States o Estado Fallido es una teoría inventada por la administración estadounidense luego del fracaso de las políticas acerca del eje del mal y los estados terroristas o estados forajidos y otras invenciones creadas para nuclear y aglutinar a la opinión pública y centrar los esfuerzos contra gobiernos y países cuyas políticas no concuerdan con la visión del gobierno estadounidense. Chomsky fue más allá al calificar a los propios Estados Unidos como el modelo del estado fallido por múltiples razones tanto por la situación interna crítica como por su política agresiva externa y su relación caótica con el mundo.
Ciertamente, el Índice de Estados Fallidos, es elaborado y publicado anualmente por el Fondo por la Paz, un autodenominado tanque de pensamiento, que también se publica en la revista norteamericana Foreign Policy. En este índice se ordena a los países basándose en doce factores determinantes como la presión demográfica creciente, movimientos masivos de refugiados y desplazados internos; descontento grupal y búsqueda de venganza, huida crónica y constante de población; desarrollo desigual entre grupos; crisis económica aguda o grave; criminalización y deslegitimación del Estado; deterioro progresivo de los servicios públicos; violación extendida de los Derechos Humanos; aparato de seguridad que supone un ‘Estado dentro del Estado’; ascenso de elites faccionalizadas e intervención de otros Estados o factores externos.
Entonces ¿Qué es un “Estado fallido”? ¿Quién decide cuál Estado califica como “fallido” y cuál no? Personalmente, ignoro si el Arzobispo ha expresado sus ideas sobre la base de lo que plantea el Fondo por la Paz o lo ha hecho porque el término lo han puesto de moda los opositores al gobierno o porque se escucha bonito. Lo que sí estoy seguro es que la definición del concepto Estado Fallido está fuertemente influenciada ideológicamente y está caracterizada por intereses alternos. Habría que preguntarle al Arzobispo cuáles son los suyos. Al fin de cuentas la Iglesia católica jerárquica es parte del Estado y en caso sea cierto que estamos a punto de ser Estado Fallido, cada quién que tome parte de culpa que le corresponda y repartamos responsabilidades. Estoy seguro que la derecha se llevará la mayor parte.
1 “The Failed States Index”, Foreign Policy, Julio/Agosto 2005.
2 Filólogo, politólogo y pensador norteamericano, profesor emérito de lingüística del Massachusetts Institute of Technology (MIT),